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La Justicia amplía las investigaciones sobre los ordenadores ultrarrápidos para invertir en bolsa

Los HFT son potentes ordenadores diseñados para efectuar órdenes masivas de compra y venta con datos a los que acceden los primeros.

Pilar Blázquez

Madrid —

Bolsa de Nueva York. 5 de diciembre de 2013. Son las 16.00 horas, el mercado acaba de cerrar, pero en el periodo de ajuste posterior al cierre, las acciones de la empresa de cosméticos estadounidense Ulta Salon Cosmetics & Fragrance se desploman desde los 122 dólares hasta 118 dólares, en apenas 700 milisegundos.

Lo que para cualquiera de nosotros es un suspiro, es una eternidad para algunos inversores. El motivo de la bajada de las Ulta se debió a la publicación de unos pésimos resultados financieros, un hecho que se conoció 150 milisegundos tras el cierre de la bolsa. Pero 100 milisegundos antes de hacerse pública esa información, alguien había dado la orden de vender 6.200 acciones de Ulta por 122 dólares cada una, adelantándose a la caída y ganando cuatro dólares por acción. Una carrera contrarreloj que se fraguó en menos tiempo de lo que un humano tarda en pestañear.

Por supuesto, los protagonistas de esta jugada y otras similares no son los engominados personajes estilo Jordan Belfort, estrella de El lobo de Wall Street, ni especuladores famosos tipo George Soros. Detrás de movimientos tan espectaculares hay máquinas. Los expertos las llaman High Frequency Trading (HFT), negociación a alta velocidad.

Si sus tácticas son legales o no, es una cuestión que las autoridades financieras llevan planteándose, sobre todo, desde 2009. En ese año, la volatilidad de los mercados hizo proliferar estas máquinas, hasta el punto de que llegaron a manejar el 61% del volumen de negocio de las bolsas estadounidenses. El Senado de EEUU y la Comisión Europea han investigado y planteado, en varias ocasiones, la necesidad de controlar el HFT. Y hace menos de una semana, el fiscal general de Nueva York, Eric Schneiderman, anunció una investigación para determinar hasta qué punto es justo ese acceso privilegiado que tienen a los datos de relevancia para los mercados.

Para muchos, estos ordenadores son Los Mercados, con mayúsculas. Su poder ha superado al de los especuladores conocidos, como George Soros, Warren Buffett o Paulson. Según los datos de la consultora Tabb Group, en 2012 casi la mitad de todas las operaciones que se registraron en las bolsas estadounidenses y el 39% de las europeas tuvieron como origen una máquina de HFT. Son los más rápidos en acceder a la información que influye en el mercado y los más avezados en transformar esa información en órdenes de compra y venta. Todo ello acompañado por la fuerza que otorga manejar unos volúmenes descomunales.

El ingente volumen que manejan es una fuente de poder y no sólo por la capacidad de acumular céntimos. Gracias a él, las HFT son capaces de mover los precios de los activos a la baja o al alza en función de sus intereses. Muchas voces denuncian hasta qué punto esas órdenes masivas modifican los precios de los activos: desde acciones hasta divisas, e incluso materias primas como el maíz o el arroz, con los consiguientes estragos para la economía real.

Ejemplos de estas tropelías son denunciados habitualmente. Uno de los inversores más activos en esta lucha es el tuitero @nanexlic. La mayoría de esos movimientos 'extraños' quedan reflejados en unos pocos tuits o en comentarios entre expertos. Sólo en contadas ocasiones saltan al conocimiento masivo. Ocurrió el 6 de mayo de 2010, cuando un error informático bautizado como “flash crash” hundió en unos segundos la Bolsa de Nueva York un 10%. También cuando un fallo informático obligó a retrasar la salida a bolsa de Facebook, o en agosto de 2013, ante el bloqueo del Nasdaq durante más de dos horas.

Los defensores del HFT restan importancia a esos episodios que califican de 'puntuales' y aportan informes, pagados por los potentes lobbies americanos, que justifican que el HFT aporta liquidez al mercado y ajusta los precios. Un dato: en 2012, cuando el Gobierno de Estados Unidos investigó su actividad, los lobbies de HFT duplicaron su inversión hasta los 2,3 millones de dólares, según ha recogido la plataforma estadounidense que lucha por la transparencia política OpenSecrets.org.

Colocar los ordenadores cerca de las sedes bursátiles

“Las Bolsas de todo el mundo venden la información de todas las órdenes de compra y venta que registran. Cuanto más pagas, mayor es la rapidez con la que accedes a los datos clave capaces de mover los mercados”, explica José Peñalva, investigador de la Universidad Carlos III, en muchos de sus estudios publicados sobre el tema.

En el mundo de los nanosegundos, la lucha por ser el primero es encarnizada. Los algoritmos son la base de la inversión en bolsa, pero las máquinas de HFT la modernizan al máximo y, además, tratan de ganar la partida del tiempo. En el año 2000, una operación se hacía en menos de un segundo. Ahora, en un milisegundo se puede dar la orden de comprar e incluso retirarla antes de ejecutarla si interesa. “Colocar una orden en un rúter más cercano a la fuente de información, para recibirla primero y poder reaccionar antes que nadie, puede ser clave para arrancar unas centésimas a cada operación”, explica un bróker. Es lo que se llama el servicio de Co-location, que está disponible en las principales bolsas de mundo, Madrid incluida, a cambio de un suculento cheque.

Es una cuestión de clases, que también de eso hay en los mercados. Igual que comprarse un ático frente a Central Park, acceder a la información antes que nadie es un privilegio al alcance de muy pocos. En esa élite están los poderosos Goldman Sachs, a través de su firma Sigma X; o Credit Suisse Group, con CrossFinder. También, grandes hedge funds, como Citadel o Renaissance, y un nutrido grupo de empresas exclusivamente centradas en ofrecer servicios de HFT a bancos y inversores más pequeños, entre las que destacan Getco y Virtu Financial.

El negocio del HFT no es descubrir exclusivas periodísticas, es acceder a la información habitual antes que nadie y mover muchas operaciones para que esos céntimos que ganan en cada operación se conviertan en millones. Si esto es ético o infringe la libertad de mercado, es lo que ahora Schneiderman se ha planteado dilucidar.

El reto no es fácil. Detrás del poder del HFT se encuentran algunas de las más lúcidas mentes pensantes del planeta. Matemáticos, físicos e ingenieros que, ajenos a cualquier información externa, ya sea geopolítica o empresarial, se encierran en sus despachos para diseñar complicadas fórmulas algorítmicas. Sudokus de alto voltaje que combinan números y letras para detonar órdenes de compra y venta en los mercados financieros cuando se dan determinadas circunstancias: noticias importantes, valores concretos de acciones o índices, una palabra clave en el discurso de Janet Yellen (gobernadora de la Reserva Federal)...

Todo es posible. La variedad de órdenes es tan infinita como estrategias de inversión puedan desarrollar esos cocos pensantes. Una vez introducidas las órdenes, el poder queda en las máquinas.

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