Corría el mes de junio y España estaba inmersa en la desescalada cuando el presidente Pedro Sánchez, acompañado de cinco ministros —Nadia Calviño, Teresa Ribera, José Luis Ábalos, Reyes Maroto y Pedro Duque— y representantes del ramo, presentó con bombo y platillo el Plan de Impulso a la Automoción. De los 3.750 millones de presupuesto, 1.500 millones irían directos a la renovación de vehículos: de estos, 250 millones eran del nuevo Plan Renove, una vieja fórmula para inyectar dinero a las empresas subvencionando la compra con el argumento de que el parque es muy antiguo y hay que rejuvenecerlo. “Se trata”, reconoció el presidente, “de hacer lo que haga falta para amortiguar las enormes pérdidas del sector”.
El plan parecía hecho a medida de la industria. Los asistentes se felicitaron por su consecución. Tres días después el presidente anunció —junto a un nuevo plantel de ministros— el Plan de Impulso al turismo, dotado con más millones pero sin ayudas directas. Allí las caras fueron largas. “No es todo lo ambicioso que esperábamos”, dijeron sindicatos y patronal.
Hoy, siete meses después, sabemos que el Plan Renove fue un fracaso. De los 250 millones de ayudas que había para cambiar de coche, los españoles solicitaron 37,7: el 15% del presupuesto total. “No habíamos salido del estado de alarma, seguíamos con franjas horarias, y ya había ayudas para comprar coches. Como si antes de poder salir a correr la gente ya pensara en comprarse un coche”, critica Adrián Fernández, responsable de movilidad en Greenpeace. “Colgamos una pancarta —”No más dinero público a empresas contaminantes“— porque no tenía sentido: lo primero que hicieron fue dar dinero al sector del automóvil, como si la gente no tuviera otra cosa en la cabeza. Los datos nos dan la razón”.
Los 212 millones no ejecutados del Plan Renove han vuelto al Tesoro Público y no hay intención de un nuevo plan, explican fuentes del Ministerio de Industria. La ministra Reyes Maroto achacó el desastre a la pandemia y el sector del automóvil criticó su diseño. “Dejaba la ayuda en manos del comprador. En anteriores planes renove, tú ibas a comprar y salías del concesionario con el descuento”, resume Tania Puche, directora de comunicación de Ganvam, la asociación de vendedores de coches. “La herramienta para solicitar la ayuda tardó meses en abrirse. Y los vehículos diésel tenían un incentivo muy pequeño para achatarrar. Salía mejor venderlos en el mercado de segunda mano”.
El poco tirón de las subvenciones, de entre 400 y 4.000 euros según el tipo de coche, se suma al bajón de las ventas. Ha sucedido en toda Europa, pero España está entre los países que lideran la caída. En 2020 se matricularon en España 850.000 vehículos nuevos, un 32% menos que el año anterior. Nos superan Bulgaria, Croacia y Portugal, si bien es cierto que España sigue siendo el cuarto mercado más grande de la Unión (detrás de Alemania, Francia e Italia). En enero la caída fue aún mayor, del 52%, la mayor de toda la serie histórica. Anfac, la patronal del automóvil, lo atribuye a la pandemia, a la nevada, a la subida del impuesto de matriculación y al fin del fracasado plan renove.
Además, aunque en verano saltaron las alarmas por el aumento en ventas de coches viejos (provocado por la vuelta al trabajo y el miedo al contagio en el transporte público), las últimas cifras en el mercado de ocasión también son bajas. Tras meses en positivo, la venta de coches usados cayó un 28% en enero.
La tendencia a la baja contrasta con el aumento en ventas de híbridos y eléctricos, de los que se vendieron 18.000 unidades en 2020 en España. Nuestro país lleva años a la cola en ventas de eléctricos, en parte por la falta de infraestructura de carga. “Este año han supuesto un 22% de las ventas”, apunta Carlos Bravo, responsable de Transport&Environment en España. “Es verdad que el resto de modelos han bajado, pero irá a más”.
¿Y si la gente no quiere coches?
“El aumento de ventas de coches antiguos causó mucha alarma”, dice Fernández. “Fue esa demanda emergente, de comprar un coche así para salir del paso. Pero los de más de veinte años no son los más significativos en ventas. ¿Era mucho el incremento? Sí. ¿Es alarmante? No tanto. Era un toque de atención”. En septiembre se vendieron 73.000 coches de más de quince años, lo que supuso un tercio de las ventas. En enero se vendieron muchos menos (49.000), que también supusieron un tercio de las ventas totales de ocasión (136.000).
La lectura del sector es cautelosa. Los coches de segunda mano son, insisten, un “refugio en tiempos de incertidumbre” y su batacazo es menor que el de los coches nuevos. Se suma otro factor: las empresas de alquiler de coches no están renovando sus flotas, así que hay menos oferta de coches de ocasión. Además, enero ha sido un mes atípico por las restricciones de movilidad y la borrasca en Madrid.
“Los concesionarios estuvieron paralizados casi dos semanas. Y Madrid tiene un peso muy importante en el mercado”, dice Puche. “Con un solo mes no podemos aventurar la tendencia. A mí me da la sensación de que es algo circunstancial”.
Las comunidades que lideran la caída son las que más peso tienen sobre el total: Madrid y Catalunya, además de Castilla-La Mancha. En sus capitales, Madrid y Barcelona, hay tendencia a abandonar el coche en propiedad. Antes de la pandemia, los desplazamientos en vehículo privado no alcanzaban el 20% del total en ninguna de las dos. En las grandes urbes ganan los desplazamientos a pie y en transporte público, a diferencia de las coronas metropolitanas, donde el coche tiene más peso.
La pregunta es si la tendencia a no comprar coche se ha acelerado con el coronavirus y la implantación del teletrabajo. “Quienes compraron un coche tras el confinamiento para salir del paso por miedo al transporte público ya lo han hecho. Desde entonces no ha habido nuevas incorporaciones al trabajo por la tercera ola. En una situación en la que se está fomentando el teletrabajo y hay incertidumbre, es normal que baje la venta de coches”, apunta Fernández. “Vemos un cambio en las necesidades de movilidad. Quizá ha llegado el momento de, en determinados lugares, desligar actividad económica y compra de coches”. El responsable de movilidad de Greenpeace cree que el miedo al transporte público por el coronavirus terminará pasando: también sucedió tras los atentados del 11M, pero el trauma se superó.