La tensión e incertidumbre que rodean las negociaciones de Grecia con sus acreedores han hecho colmar el vaso de la paciencia en Alemania. En el país ya son una clara mayoría quienes se manifiestan a favor de una salida del euro del vecino mediterráneo. Los expertos aún ven a Angela Merkel comprometida para evitar ese catastrófico escenario. Pero la canciller nunca se caracterizó por llevar la contraria durante mucho tiempo a su opinión pública, especialmente cuando ésta se encuentra, como ahora, sometida a una fuerte presión mediática a favor del 'Grexit'.
El último sondeo político presentado por la televisión pública alemana ZDF indicaba hace unos días que hasta el 51% de la población germana está a favor de que Grecia salga del euro. A principios de año, más de la mitad (55%) de la población alemana quería que el país mediterráneo permaneciera en la zona euro. El triunfo electoral en enero de Alexis Tsipras, primer ministro de un Gobierno heleno que no quiere seguir con la lógica de rescates y austeridad, y especialmente las negociaciones que Grecia mantiene todavía con sus acreedores parecen haber agotado la sangre fría que suele atribuirse a los alemanes.
“Tengo la impresión de que el ambiente en Alemania ha cambiado, porque ahora aquí se es mucho más hostil hacia Grecia; y ya no hay deseo de buscar compromisos”, dice a eldiario.es Nicolai von Ondarza, experto en cuestiones europeas del Instituto de Estudios Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán).
La prensa germana manifiesta claramente esta hostilidad. Prueba de ello es, por ejemplo, un reciente artículo publicado en el diario conservador Die Welt en el que se cuestiona la pertenencia a Europa de los griegos por sus orígenes. Lo firma Berthold Seewald, uno de los responsables de cultura del diario. Titulado “Grecia ya destruyó una vez el orden europeo”, en dicho texto Seewald rememora los momentos del siglo XIX en los que Grecia “jugó un papel central en la erosión” de la paz continental acordada en el Congreso de Viena de 1815. Después de que las grandes potencias se repartieran el espacio europeo tras la derrota de Napoleón, los griegos lanzaron su guerra por la independencia librándose de los otomanos contando, eso sí, con el apoyo de tres de las naciones más poderosas de la época (Rusia, Reino Unido y Francia).
Ese conflicto por la independencia duró de 1821 hasta que en 1832 Grecia fue reconocida como Estado soberano. A Seewald, aquella crisis internacional causada por la voluntad de autodeterminación griega que desestabilizó el orden del Congreso de Viena, le sirve para establecer paralelismos con el frágil equilibrio de nuestros días. Para él, la Europa actual “recuerda a la del Congreso de Viena”, porque, entre otras cosas, las aspiraciones helenas vuelven a formar parte del embrollo en el que se encuentra el Viejo Continente.
Dando un salto de 200 años, en sus últimas líneas, el artículo analiza la identidad griega en clave de alerta para los socios europeos. “La idea de que los griegos son descendientes de Pericles o Sócrates y no una mezcla de eslavos, bizantinos y albaneses ha sido un dogma creado por Europa”. Ese principio, por falso que parezca al autor, “no escapó a los arquitectos” de la UE y por eso “Grecia subió al barco europeo”, extremo cuyas “consecuencias se pueden admirar hoy”.
Esta es de las últimas y supuestamente más ilustradas críticas formuladas contra Grecia en la prensa alemana. En su conjunto, los medios “reflejan en su cobertura de las negociaciones con Grecia la creciente actitud crítica de la sociedad alemana frente al Gobierno griego”, dice a este periódico Julian Rappold, investigador de asuntos europeos en el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas en alemán). “La mayoría de la población y de la élite política están más a favor de poner en riesgo la salida de Grecia de la Unión Europea que de hacer lo posible para que Grecia se quede en la zona euro a base de ceder, buscar compromisos y soluciones conjuntas”, añade Von Ondarza, el investigador del SWP.
Según cierta prensa, parece que Angela Merkel ha incluso movido ficha siguiendo a la mayoría. “¡Ahora también planea Angela Merkel el 'Grexit'!”, exclama un reciente titular del diario populista Bild, que no ofrece más detalles sobre dicho plan, aunque cita diplomáticos germanos señalando “que la canciller sabe que el tiempo ya no es suficiente” para encontrar soluciones.
Otras cuestiones sí que las ha tratado el Bild con más detalle a estas alturas de las negociaciones. Por ejemplo, “¿Qué pasa si el 'Grexit' ocurre en mis vacaciones (en Grecia)?”
Julian Rappold cree que “Merkel todavía está comprometida con mantener a Grecia en la zona euro”. “Hay importantes argumentos políticos para hacer lo máximo para mantener a Grecia en la zona euro”, a saber, que “un 'Grexit' se vincularía a una mala gestión alemana de la crisis del euro”, algo que “impulsaría a euroescépticos y populistas en Europa” y, “finalmente, sería una fatídica señal política que debilitaría a la UE en tiempos de conflicto con Rusia”, añade Rappold.
Además, “habría consecuencias geopolíticas” en caso de Grexit, agrega Von Ondarza. Así alude este investigador a las relaciones de la UE con Rusia estando Grecia fuera del euro, y a las de Bruselas con Atenas en caso de que “Grecia salga del euro pero sin abandonar la UE”. Para él, lo que está por venir, “será un proceso difícil y doloroso”. “La cuestión es saber si, al final de las negociaciones, hay que tomar decisiones la semana que viene y asumir los costes de la salida de Grecia del euro o si los socios europeos están dispuestos a pagar más económicamente pero menos políticamente”, concluye el experto del SWP.