Después de ocupar el palacio presidencial durante la revolución de Ucrania en 2014, los rebeldes llamaron al Museo Nacional de Arte de Kiev para que se hiciera cargo de los objetos valiosos que había allí. A saber: velas pintadas de oro, estatuas de dioses griegos, retratos del presidente y hasta una pagoda oriental esculpida en colmillo de elefante. “Era un templo al mal gusto, una catedral del kitsch (...) Los objetos eran un tributo al gobernante: pagos anticipados para asegurarse de que conservaban el favor de Yanukóvich, lo que permitiría que siguieran participando en los tinglados que hacían los ricos”.
Oliver Bullough es un periodista inglés que se mudó a Rusia con poco más de veinte años, entusiasmado, pensando que vería cómo se transformaba y nacía una nueva democracia. “En lugar de eso, vi a Putin. Fue muy triste”, relata. Escribió un libro sobre el Cáucaso y otro sobre cómo el alcoholismo y la desesperación minaban la existencia en la antigua URSS. En 2014, tras la revolución ucraniana, se preguntó qué había salido mal. ¿Por qué tantas naciones habían caído en manos de políticos corruptos? ¿Por qué no era Ucrania un ejemplo aislado, sino que la copla se repetía de Guinea Ecuatorial a Malasia pasando por Túnez, China, Nigeria o Indonesia? ¿Por qué el dinero saqueado terminaba en un puñado de ciudades occidentales —Londres, Nueva York, Miami— previo paso por otro puñado de paraísos fiscales?
A esta infraestructura global que permite robar en un sitio, ocultarlo en otro y gastarlo en el de más allá, Bullough la ha denominado Moneyland: en español, el País del Dinero. Está en Madrid presentando su libro (Moneyland: por qué los ladrones y los tramposos controlan el mundo y cómo arrebatárselo, Editorial Principal de los Libros), que saldrá a la venta el 20 de noviembre. Nos recibe en un céntrico hotel madrileño para hablar de oligarcas, paraísos fiscales y casas de superricos.
¿Qué es Moneyland?
Empecé a preguntarme por qué era imposible castigar a los cleptócratas, por qué no se hacía nada cuando robaban miles de millones. Cuantas más vueltas le daba, más me hacía a la idea de que tenían su propio país y de que por eso los fiscales no pueden hacer nada. Al principio era una broma, una forma de intentar entenderlo. Pero otras personas lo veían útil. Es una metáfora interesante y precisa. Moneyland no es un país real: es un país inventado.
Un país formado por trocitos de jurisdicciones de otros países.
Sí. Los países normales no se extienden. Moneyland es diferente: se expande horizontalmente, a lo largo de todo el mundo. Toma prestado un poquito de aquí, otro de allá... Puedes coger lo que quieras siempre que puedas pagarlo. Dices: quiero un poquito de España. Compras una propiedad. Pero si la compras a través de una sociedad en Miami, entonces realmente no está en España. Tampoco en Miami. ¿Dónde está? En Moneyland.
¿Quién vive ahí? En el libro menciona a: oligarcas rusos, magnates inmobiliarios chinos, pioneros del software indios, barones del petróleo latinoamericanos...
Fue inventado para ayudar a dos grupos de gente. Uno: occidentales que no querían pagar impuestos. Dos: políticos corruptos, dictadores sudamericanos. En los 60 no había demasiadas personas muy ricas. Llevaban su dinero a Suiza y lo almacenaban allí. ¿Cómo podían usarlo y sacar beneficio? Inventemos Moneyland. Desde entonces se usa más. Si eres un dictador de Nigeria, si eres la KGB. Está disponible para todo el mundo siempre que sea lo suficientemente rico. No excluye a nadie. No importa qué idioma hables, si eres hombre o mujer, gay o hetero. Solo tienes que ser rico.
Así empezó todo
Son dos las bases fundacionales del 'país del dinero'. La primera es la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods en los 70. Firmados en Estados Unidos en el 44, de estos acuerdos nacieron el Banco Mundial y el FMI y se estableció que la moneda de referencia fuera el dólar. El nuevo sistema no cayó bien en la City londinense. “Antes de la Primera Guerra Mundial, la libra había sido la divisa más importante del mundo y los banqueros de la City se habían beneficiado”, escribe Bullough. “Después de dos guerras, Gran Bretaña se había empobrecido, y ahora el dólar era la principal divisa mundial; los banqueros ingleses no tenían mucho que hacer”. Al no poder usarla para trabajar, los banqueros obtenían dólares de la Unión Soviética (almacenados en Londres y París) que escapaban a los intereses y normas de Estados Unidos. Se conocían como 'eurodólares'. E igual que las radios piratas que se emitían 'fuera de la costa', a sus transacciones se las empezó a conocer como 'offshore'.
Este mercado revitalizó algo a la City, pero las grandes emisiones de bonos (préstamos a interés fijo) seguían haciéndose en Nueva York. Los financieros más listos de Londres sabían que Suiza llevaba años especializándose en guardar enormes cantidades de dinero. Un avispado banquero alemán, Siegmund Warburg, lo vio claro: era el dinero guardado allí el que necesitaban para vender bonos de nuevo. Contrató a dos hombres (Ian Fraser y Peter Spira) que estudiaron cómo aprovechar las distintas regulaciones de cada país (por ejemplo, los emitían en en Holanda y pagaban los intereses en Luxemburgo) para ofrecer el mejor tipo de interés y evitar los impuestos. Como los eurodólares, terminaron denominándose 'eurobonos'.
“Antes de ellos, con la riqueza oculta en Suiza no se podía hacer gran cosa, pero ahora podían comprar esos fantásticos pedacitos de papel, llevarlos a cualquier parte, canjearlos donde les viniera en gana y, mientras tanto, los propietarios cobraban intereses sin ningún tipo de impuesto. Evadir impuestos y, además, ganar dinero: era como llevar un cheque de viajes que pagase un interés de mil dólares (...) Moneyland liberó la riqueza y permitió que saliera de su prisión”, explica Bullough.
La segunda base parte de San Cristóbal y Nieves, dos pequeñas islas del Caribe en las que nació la industria de venta de pasaportes a mediados de los años 80. La historia es larga, pero se resume en que uno de los fundadores del People's Action Movement, un partido en las islas, aprovechó una ruptura entre Anguila (isla cercana) y San Cristóbal para hacer negocio con ambas jurisdicciones. Se llamaba Billy Herbert: trabajó como embajador de San Cristóbal y Nieves en la ONU y como abogado especializado en paraísos fiscales en Anguila. Según escribe Bullough, primero se especializó en lavar dinero en Anguila (cuya jurisdicción impedía preguntar de quién era una empresa) y a partir de ahí empezó a vender pasaportes con nuevas identidades para traficantes.
El proceso se “estandarizó” a partir de 2005, dando lugar al surgimiento de una nueva y lucrativa industria para el pequeño país.
¿Cómo nace todo este sistema?
Es un proyecto conjunto entre Londres y Suiza. Había mucho dinero en Suiza y muchos banqueros en Gran Bretaña. La idea era crear reglas diferentes para la gente rica y la pobre. La isla de Nieves es un ejemplo, pero hay decenas en el Caribe. Elegí Nieves porque es pequeña y puedes ver todo lo que sucede, mientras que en Madrid o Londres está más escondido. La idea es que el dinero va a cualquier sitio y las leyes no. Si eres venezolano y quieres una propiedad en Salamanca, no compras allí y punto, sino que antes lo pasas por las Islas Caimán o Panamá. Cuantos más países atraviese, más difícil es de controlar.
Visitó dos paraísos fiscales, Nieves y San Cristóbal. ¿Cómo es la vida allí?
Nieves es muy pequeña, un pueblo rodeado de agua. Es preciosa, perfecta: palmeras, playas de arena blanca... Es un poco loco porque yo sabía todo sobre ella antes de llegar. Me ponía a investigar la corrupción en Ucrania, me topaba con Nieves y tenía que parar. Me ponía a investigar el fraude en Londres, me topaba con Nieves y tenía que parar. Cualquier cosa, me topaba con Nieves. Era muy irritante trabajar en cualquier cosa y tener que parar por Nieves. Es como un gran agujero negro. Y llegas allí y es un sitio precioso. Todos los abogados que hacen cosas malas están en un área tan grande como la planta baja de este hotel. El resto de la isla es fantástica para trabajar. Entiendes por qué fueron a montar su negocio corrupto a Nieves, porque una vez terminas puedes ir a la playa. También hay gente normal y otra de vacaciones.
Otro de los paraísos fiscales de los que habla es Delaware, un sitio famoso para startups y compañías tecnológicas [Cabify, por ejemplo, tuvo durante años su matriz allí]. Cualquier empresa a la que preguntes dirá: “No pasa nada por tener la sede en Delaware, es el estándar del sector”. ¿Qué beneficios tiene?un sitio famoso para startups y compañías tecnológicas
Delaware es la versión americana del eurobono. Es para chicos buenos y malos. Permite la confidencialidad, los impuestos son bajos y es muy eficiente para los negocios, así que todo el mundo quiere estar allí. Pero no muchos estadounidenses se dan cuenta de que, como paraíso fiscal, es peor que cualquiera del Caribe. Allí no necesitas dar ninguna información. Una amiga trabaja en el FBI y cuando va a Delaware a buscar información de alguna empresa no consigue nada. Es un agujero tan negro como Nieves. Afortunadamente, Estados Unidos está progresando y tiene una ley que con suerte mejorará las cosas, pero la situación aún es mala.
En España, los visados de oro conceden permiso de residencia a quien compre viviendas por más de medio millón de euros, depósitos por un millón o bonos del Estado por dos...
Y lo entiendo. Grecia e Italia también lo pusieron en marcha. Necesitaban inversión desesperadamente. ¿Cómo obtienes inversión mientras vendes otra cosa? Es como una tienda: si quieres que la gente entre, regalas algo. Los visados de oro tienen mucho sentido para España, pero son un desastre para el mundo. Significa que hay personas que obtienen visas, pero que no deberían.
El problema con los visados de oro es el problema de Moneyland en todas partes: cada país trata de ser un poquito peor que los demás. Gran Bretaña, Portugal, España y Holanda dicen: visados de oro. Y entonces Malta dice: si vosotros vendéis visas, nosotros vendemos pasaportes. Y entonces Chipre dice: pues aquí ya no necesitas ni comprarlos, deposita algo de dinero en un banco y te lo damos. Así todo empeora. Cuando en el Caribe solo había uno o dos países vendiendo pasaportes, eran bastante valiosos y costaban hasta 250.000 dólares. Ahora están por 100.000 dólares. Todo se vuelve más barato y fácil para los ricos y peor para el resto de nosotros.
España es uno de los países donde Moneyland es más real. Están Nieves, las Islas Vírgenes Británicas o Gibraltar. Por ellas pasa el dinero, pero lo importante son los países en los que termina, que son los grandes países occidentales. Si no cogieran ese dinero, no tendría donde ir. La razón por la que el dinero de ladrones venezolanos termina en España es porque es un buen lugar.
Hablemos de cómo los habitantes de Moneyland protegen sus secretos. Alexander Litvinenko [un ex espía ruso crítico con Putin y refugiado en Londres hasta 2006] fue envenenado con polonio mientras ayudaba a los servicios secretos españoles a investigar el blanqueo de capitales de la mafia rusa.
Soy especialista en Rusia y lo conocía cuando estaba vivo. Siempre pensé que estaba un poco loco porque hablaba mucho de conspiraciones. Pero luego fue asesinado de esa forma horrible, se investigó sobre su muerte y lo que decía era verdad. Hay una máquina secreta rusa de dinero que está en todas partes, particularmente en España y Gran Bretaña, él estaba ayudando a exponerla y fue asesinado. En la investigación el juez no dijo por qué pensaba que había sido asesinado, así que hay muchas teorías. Yo creo que fue porque sacó a la luz los secretos financieros de los mejores amigos de Putin. Se los contó a los servicios secretos españoles, a los británicos y a otros servicios de inteligencia privados.
A usted varios medios le impidieron publicar la investigación sobre un oligarca soviético [al que llegó a través de sus hijos, que publicaban en redes sociales información sobre los bienes del padre]. ¡Tampoco le dejaron proyectar una documental sobre la corrupción en Ucrania!
La de la película es una historia extraña. La del oligarca, mucho más poderoso, aún no la he contado. Y forma parte de un problema mayor: una vez más, puedes elegir en qué país quieres estar. La ley inglesa es estricta y hace difícil a los periodistas trabajar [según explica en el libro, obliga al escritor y editor a demostrar todo lo que dicen: por eso la gente más rica del mundo acude a los tribunales británicos a presentar demandas sobre su honor]. Tengo un amigo estadounidense que ha escrito sobre un caso de cleptocracia, ya publicado en Estados Unidos, que ha tardado un año en salir en Gran Bretaña [se refiere a Billion Dollar Whale, un bestseller internacional sobre el estafador y fugitivo malasio Jho Low]. ¿Por qué? Porque los abogados del protagonista del libro escribían cartas diciendo: no lo publiquéis. El protagonista del libro ha sido acusado por el gobierno de Estados Unidos de haber robado miles de millones de dólares. Y todavía tiene abogados en Gran Bretaña que pueden frenar el trabajo de los periodistas.
Eso es parte del problema de Moneyland: quizá no tengas conexión con Gran Bretaña, pero si consigues un abogado británico puedes controlar tu reputación allí. Y los periódicos británicos se leen en todo el mundo, así que controlas tu reputación en todas partes. Es solo un ejemplo de cómo las leyes de un país se vuelven internacionales.
Lo que sí pudo hacer fueron los 'tours de la cleptocracia' en Londres. ¿En qué consisten? ¿Tuvo algún problema?
Hace tiempo que no organizamos uno, porque mi amigo, ruso, ahora vive en Luxemburgo. Son como un tour de Hollywood. Allí ves la casa de Charlie Chaplin o de Antonio Banderas. Pensamos en hacer eso, pero con cleptócratas en vez de con estrellas. Y es muy divertido porque tenemos muchos ejemplos. Siempre empezamos cerca del Palacio de Westminster porque el ex viceprimer ministro ruso tiene un apartamento muy bonito mirando al río. Depende del día vamos a un sitio u otro. Mi casa favorita está al lado de Harrods: es del ucraniano Dmytro Firtash. Cada vez que pasamos por su casa llaman a la policía.
¿Pero él vive allí?
No, será su esposa o quien sea. No sabemos, nadie lo sabe. Él ahora no está allí, está en Viena, porque el FBI está detrás de él. Pero esta casa es enorme. Fueron 60 millones de libras. También posee una antigua estación de metro al lado [Brompton Road] que le costó 53 millones de libras. Que llamen a la policía le da más gracia al tour. Tenemos que volver a hacer los recorridos, son muy divertidos. Hay angoleños, nigerianos, egipcios, ucranianos... De todo.
Entre los vecinos de la torre residencial más alta de Londres hay un multimillonario ruso, un banquero nigeriano y un magnate del vodka kirguís. Todo comprado a través de compañías offshore.offshore
Sí, el problema de Londres es que hay mucho tráfico y haciendo los tours en autobús no podemos ir muy lejos. Solemos centrarnos en una única zona: Knighstbridge o el oeste. No vamos a Vauxhall o al norte. Lo bueno de Londres es que hay muchísimos cleptócratas. No importa donde vayas, siempre hay buenas historias y siempre encuentras más.
¿Cree que parará esto el Brexit?
No, lo hará peor. Cualquier cosa que dificulte la cooperación empeorará las cosas. Si Gran Bretaña abandona la Unión Europea, será más difícil para la policía trabajar. Y no creo que pare la inversión, porque Londres seguirá siendo un buen sitio para invertir: tiene grandes tiendas, galerías, restaurantes, casas.... No es imposible, pero no creo que el Brexit consiga frenarla.
¿En qué otra ciudad se podrían organizar esos tours de cleptócratas?
En Madrid. En Nueva York, obviamente, aunque es muy grande. Miami sería increíble. Los Angeles. Vancouver. París. Mónaco. Puedes hacerlo en cualquier lugar que sea un centro de riqueza. Lisboa... Los grandes son Londres y Nueva York.
¿Cómo afecta todo esto a la vivienda y a las ciudades? En Londres se desató una fiebre por la construcción de megasótanos de hasta cinco plantas y resultó que la mayoría pertenecían a superricos que solo los querían como vehículo de inversión.En Londres se desató una fiebre por la construcción de megasótanos de hasta cinco plantas
Una ciudad tiene un cierto número de casas; si algunas están vacías, no hay suficiente para todos. Es un problema. Caminas por zonas de Londres y no hay luces. Mucha gente compra casas no para vivir, sino para tenerlas como cuenta bancaria, como una inversión, lo que significa que otros no pueden vivir allí. Y esto no es un problema de Londres, también lo es de Madrid, de Vancouver. Hay una gran cantidad de dinero robado cada año, no sabemos exactamente cuánto. ¿Miles de millones de dólares? Ese dinero busca un lugar para ir. Y la cantidad de cosas a las que puede llegar es limitada.
Lo mejor de una casa es que, una vez la tienes, puedes llenarla de cosas: cuadros, esculturas, muebles finos. Hace unos días se vendió una pintura por 24 millones de libras. Y lo mejor es que no tienes que pagar para que esté protegido. ¡La policía de ese país lo hace y no pagas impuestos! Es brillante. Si fuera un cleptócrata, compraría una casa realmente bonita, la llenaría de cosas caras y me sentaría a esperar a que aumentaran su valor.
¿Por qué amenaza Moneyland la democracia?
Los occidentales tenemos la visión de que hemos llegado al punto final, de que hay un tren que llega hasta aquí y de que los países “en desarrollo” están aún de camino. Pero no hay razón para que sea así. Pueden no llegar o podrían ir a otro lado. Si diriges Guinea Ecuatorial y puedes robar todo y comprar Maseratis, ¿por qué ibas a construir una democracia? Tenemos la idea de que todo se volverá democrático, de que todo estará bien, pero durante casi toda la historia no hemos estado muy bien.
En Ucrania hay activistas y políticos valientes que luchan todos los días, que tienen mucha ayuda de Europa y América y que no han logrado casi nada. Algunas cosas han mejorado en los últimos años: la medicina, el programa de compra de medicamentos del gobierno. Pero ningún cleptócrata está en la cárcel y ninguna de sus casas está confiscada. O sea que nada ha cambiado realmente en cinco años, después de la revolución. Así de difícil es evitar que alguien sea corrupto después de que ya es corrupto. Por eso debemos luchar para evitar que las cosas se corrompan, porque una vez que corrompen es muy difícil volver de nuevo. La democracia no es votar: son las reglas, las instituciones, la confianza entre unas personas y otras. Y en Moneyland, el dinero está socavando la confianza entre todos nosotros. Entonces... la visa dorada: a corto plazo, es buena para el país, pero a largo no dejas de preguntar, ¿por qué alguien obtuvo una visa? ¿Por qué pueden simplemente comprarla? ¿De dónde viene el dinero? ¿Se tomó esta decisión porque fue una decisión correcta, o simplemente porque alguien tenía dinero? Eso es lo peligroso.