La caída del tráfico ha reducido la contaminación a la mitad en las principales ciudades españolas. Pisos convertidos en Airbnb han pasado al alquiler tradicional, lo que unido al parón económico podría aliviar los precios en barrios presionados. El Gobierno se ha dado cuenta de que tener industria esencial en casa es necesario para no vernos en otra como esta. Investigadores y sanitarios señalan que, cuando termine la pandemia, nuestro país deberá invertir más en su sanidad.
La crisis del coronavirus ha cambiado muchas cosas en muy poco tiempo y está obligando a empresas, organizaciones y países a dibujar escenarios sobre cómo será el día después. Y no solo eso: también abre la veda al terreno de las “oportunidades”, de los “buenos momentos” para “repensar” estrategias y cambiar. Sirva de ejemplo la industria. “En esta crisis se ha visto que la industria es parte de la solución (...) Es una buena oportunidad para relocalizar cierta industria esencial que España y Europa perdieron”, reconoció la ministra Reyes Maroto en una entrevista en El País.
“Un elemento fundamental de los 'futuros' es que solo se consiguen cuando hablas de ellos y trabajas para que se alimenten. Es lo primero que aprendes cuando trabajas en esto: identificas un posible escenario y defines la estrategia para que se cumpla”, señala Ángel Barbero, fundador de la consultora Recúbica, que trabaja con empresas que quieren anticipar tendencias y prepararse para ellas. “No siempre puedes hacer que se cumplan cien por cien, pero verbalizándolo defines ciertas cosas y aúnas voluntades para que se muevan los hilos y ocurran”.
¿Cómo será la economía post-pandemia? O, más concretamente, ¿cómo querrán las empresas, Gobiernos y ciudadanos que sea? ¿Se construirán más casas con terraza, ahora que son un bien tan preciado? ¿O con espacios de oficina, si aumenta el teletrabajo? ¿Se reorganizarán las ciudades para no volver a niveles de contaminación previos al confinamiento? ¿Seguirá España viviendo del turismo sol y playa? ¿Priorizará la sanidad en futuros presupuestos? ¿Se quedarán los aplausos a sanitarios y empleados de la crisis en un gesto, o se valorará su trabajo con mejores salarios dado que se ha demostrado que son esenciales?
Más inversión en sanidad
“Me imagino que aprenderemos”, sentencia Mercedes Sánchez-Granjel, profesora titular de Historia de la Medicina en la Universidad de Salamanca. “Desde finales del siglo XX se produce un auge de las enfermedades infecciosas. Se acuñó el término de enfermedad emergente para referirse a ellas. Un factor importante es el recorte en el presupuesto de sanidad. Hay una confianza ingenua de la población en las posibilidades de la ciencia y un desmantelamiento de los recursos sanitarios porque se cree que todo está controlado y no se considera prioridad. Cuando viene una pandemia, vemos las consecuencias”.
En opinión de la profesora, el Gobierno antepuso motivos económicos y políticos a la adopción de medidas preventivas que evitaran la expansión del virus. Lo sorprendente, añade, es que esto no es nuevo. “Ha sucedido a lo largo de la historia. Fue así con la peste y el cólera. La OMS dijo a finales de febrero que la probabilidad de que la epidemia se extendiera a Europa era alta. Y España no tomó medidas hasta treinta días después del primer fallecido. Han puesto nuestra salud en riesgo”.
Los sistemas de salud cambiaron tras anteriores epidemias. El coronavirus podría tener el mismo efecto. A nivel de prevención, las cuarentenas y los hospitales esenciales (como los sanatorios antituberculosos) tienen larga tradición. “Tras la epidemia de 1918 o la pandemia del sida aumentó la inversión en investigación médica”, continúa. “Quiero pensar que esta situación llevará a nuestros políticos a dar una atención prioritaria a la sanidad. Siempre hemos alardeado de tener una de las mejores del mundo. Ahora se ha visto que no contábamos con recursos suficientes”.
Según Barbero, cuya empresa trabaja con una gestora de hospitales públicos, el sector de la gestión hospitalaria maneja dos escenarios. “La pregunta más importante es cuánto peso tiene lo privado en el modelo público-privado. Es lo que está en cuestión”, explica. “Pero corremos el riesgo de que no pase nada, de que todo se quede en aplausos y no se refuerce la sanidad pública”.
“Desde el punto de vista de negocio, un escenario es que se refuerce la sanidad pública. Pero los recursos no dan para construir y gestionar, así que seguirá habiendo gestión privada de lo público o cesión de esa gestión”, continúa. “Quizá los términos de contratación cambien. Hasta ahora se subcontrataba con criterios de eficiencia. Y esa eficiencia está cuestionada. También será importante la posible centralización. Las empresas de gestión hospitalaria se basan en acuerdos con gobiernos autonómicos de derechas. Si cambia el modelo, tendrán problemas”.
Menos sol y playa
Tiempo antes del coronavirus, España, que basó su recuperación el turismo, se planteaba si debía reducir su dependencia del famoso sol y playa, basado en grandes volúmenes de turistas que dejan poco margen. El verano pasado, los hoteleros de Baleares y Mallorca tuvieron que tirar precios ante la recuperación de destinos más baratos como Egipto, Túnez, Marruecos y Turquía.
“Había cierta unanimidad en que había que variar el modelo”, señala Fabián González, analista de PhocusWright, que ha participado esta semana en un evento con pesos pesados de la industria para analizar el futuro del sector. “Con la crisis financiera que viene, muchos hoteles se quedarán por el camino. Quizá sea un buen momento para replantear estrategias sobre qué modelo turístico queremos. Estamos en un escenario malo, habrá un cambio y aprovechándolo tenemos que cambiar”.
Los planes del Gobierno pasan por impulsar el turismo nacional este año y reforzar la idea de que España es un “destino seguro” después. Que la crisis sanitaria no afecte a nuestra imagen en el exterior. Se cuenta con que los 83 millones de turistas internacionales no volverán en masa este 2020 y con que los españoles preferirán destinos de interior. “El sentido común nos dicta que este año se evitarán aglomeraciones y turismo urbano. Habrá más turismo interior, rural, de grandes espacios abiertos, montañas y pueblos”, continúa González. “También se prevé movimiento a las categorías de bienestar: balnearios y spas”.
La recuperación del turismo irá por clases. Por un lado, el aumento del paro, la caída de la renta disponible y la posibilidad de que mucha gente no tenga vacaciones porque esté recuperando las horas perdidas provocarán que no viaje todo el mundo. “Viajará la gente con dinero. Y crecerán los segmentos más altos, de cuatro o cinco estrellas y lujo, porque se les presupone un posicionamiento más alto en estándares de limpieza e higiene”, añade el analista.
Por contra, los grandes hoteles que basan su negocio en el volumen, habituales en destinos costeros, lo pasarán peor. “La gente no querrá estar con mil turistas de todo el mundo. Se evitarán aglomeraciones. Y estos hoteles solo son rentables con alta ocupación”, concluye. “Pueden salvarse con créditos ICO, pero ¿y luego qué? ¿Y si esa demanda no vuelve y los clientes ya no quieren turismo masivo? Creo que es el debate que estarán teniendo en el Gobierno: cómo salvar empresas sin dilapidar recursos, porque salvar a una empresa que está abocada al fracaso es duro”.
El regreso de las fábricas
Los problemas de abastecimiento de material sanitario han puesto de manifiesto una realidad: la deslocalización de las fábricas a países más baratos termina pasando factura cuando, en momentos de crisis, es necesaria la producción nacional. Además de recalcar que el coronavirus es una “oportunidad” para traer la industria de vuelta, el Gobierno anunció la creación de un mapa que medirá en tiempo real la producción de equipos sanitarios en España.
“Ahora mismo, esta es una economía totalmente atípica. La prioridad es la salud de la población. En el sector sanitario, debemos ver cómo reconvertir algunas industrias —la química, la farmacéutica— donde el porcentaje de insumos importados es relativamente elevado”, considera Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research. “A corto plazo, está la necesidad de sustituirlos”.
La pregunta es cómo convertir esa necesidad del corto plazo en prioridad a largo y qué efectos tendrá. “Que se convierta en algo permanente a medio plazo es más debatible. Buena parte del proceso productivo de los automóviles está basado en cadenas de producción de todo el mundo. ¿Tiene sentido volver a un entorno donde compremos automóviles producidos a nivel nacional?”, continúa Cardoso. “Eso es excesivamente costoso. Mucha de la reducción en los precios de estos productos se basa en la especialización productiva a nivel global. Ir para atrás supondría costes importantes”.
La propuesta del Ministerio pasa por relocalizar “parte” de la industria esencial. El sector textil, desmantelado en la última década, sostiene que se podría diversificar y traer una parte de la producción de vuelta. Desde BBVA consideran que esta apuesta debe valorar qué sectores aportan más valor añadido.
“A nivel mundial, la industria va perdiendo peso, tanto en empleo como en valor añadido. Las mejoras tecnológicas van automatizando una serie de procesos y ganan peso los servicios de alto valor añadido. Yo no hablaría de reindustrializar, sino de concentrarnos en sectores que crecen y en los que el valor añadido es alto”, concluye el economista. “En dónde se producen mayores avances tecnológicos y crecimiento de la demanda. No quiero poner ejemplos frívolos, pero hay mucha gente desarrollando aplicaciones de entretenimiento y cosas que hacer a distancia. Antes no existía tanta demanda. La construcción debería generar otro tipo de habitabilidad...”.
Volver, o no, a altos niveles de contaminación
La sucesión de epidemias del pasado dio lugar al saneamiento de las ciudades, a la creación de ensanches y sistemas de alcantarillado para evitar hacinamientos y nuevas enfermedades. Según un análisis de Harvard, la contaminación atmosférica está relacionada con tasas de mortalidad más altas para las personas contagiadas de Covid-19. ¿Es una oportunidad para cambiar el diseño urbano y empezar a rebajarla?
“Muchos estamos proyectando deseos y lo que nos gustaría que pasara”, señala Miguel Álvarez, del colectivo especializado en urbanismo y movilidad Nación Rotonda. “Pero me parece un poco corto hacer un juicio así, porque puede pasar el efecto contrario. En pasadas epidemias se hicieron ciudades más higienistas, pero eso también empezó con mucha burguesía yéndose fuera para salir del centro contaminado. Y fue coetáneo a la creación del ferrocarril. Hay quien dice que podríamos ver un aumento de la demanda de chalés. Pero eso se cruza con otras tendencias: la capacidad de la gente de mudarse no es tanta”.
En el ámbito del transporte, Álvarez señala que hay consenso en dos variables. “Habrá aversión a usar el transporte público por la posibilidad de contagios, aunque nadie sabe cuantificar eso en términos de trasvase modal: cuánta gente va a cambiar ese viaje por el coche, la bicicleta o caminar”, dice. “La otra es que la movilidad en general bajará por la caída de actividad. Eso ya pasó en la anterior crisis, cayeron el tráfico y los viajes en transporte público. Lo que no sabemos es cuánto caerá”.
Lo interesante será qué tendencia se impone. “Si el trasvase de transporte público al coche es mucho mayor de lo que baja la movilidad, podríamos encontrarnos, paradójicamente, con más atascos que antes”, continúa. “Y pueden bajar los sueldos y que la gente tenga menos dinero para viajar en coche... pero en un contexto de bajada del precio de la gasolina y de los garajes, quizá terminen cogiéndolo más”.
Antes del coronavirus, el esquema para impulsar una movilidad con menos emisiones se basaba en tres capas: reducir, cambiar y mejorar. “Reducir tráfico no esencial, cambiar viajes sucios por viajes limpios y hacer más limpios los sucios”, explica. En los últimos días, y tras semanas obviando su relevancia internacional, el Gobierno ha comenzado a dar protagonismo a la bicicleta para los viajes post-confinamiento.
Como en otros sectores, parte de los cambios vendrán impulsados por las demandas de la población. “Hay una parte de campaña y debate público”, concluye Álvarez. “Ha sucedido con la bici: hubo cierto movimiento en las redes para potenciarla y al final salió la ministra Ribera a decir que era una buena idea, le preguntaron a Almeida y dijo que va a abrir Bicimad... Veremos si los actores terminan marcando la agenda”.