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Preparados para un verano de teletrabajo abrasador: “No tengo aire y me planteo mudarme”

El teletrabajo entra en fase de calor. El Gobierno amplió su preferencia hasta julio y muchas empresas lo alargarán hasta después del verano. Tras estos tres meses metidos en casa —en viviendas no siempre preparadas para estar tanto tiempo en ellas— los trabajadores se enfrentan a una nueva condición: las altas temperaturas y, en muchos casos, la ausencia de aparatos de refrigeración. La Agencia Estatal de Meteorología prevé para junio, julio y agosto temperaturas por encima de la media de los últimos treinta años, excepto en el noroeste peninsular. El año pasado toda Europa batió récords de temperatura.

“En mi oficina no volvemos hasta el 15 de septiembre y la vuelta será escalonada. Yo me planteo mudarme”, dice Margarita, analista en una aseguradora en Madrid. “Estoy mirando pisos con aire y mejor aislados, confiando en que bajen los precios. Como segunda opción, un pingüino. Si me quisiese quedar en esta casa hablaría con el casero para poner el aire a medias, porque hace muchísimo calor”. Carla, publicista, está en las mismas. “Me ventilo con folios”, ríe. “Mis compañeros ya están pensando en el calor que vamos a pasar en casa sin el aire de la agencia”.

Sus historias no son excepcionales. Solo un tercio de los hogares (36%) en España disponen de aire acondicionado: la mayoría en una única habitación y un pequeño porcentaje en todas ellas (10%). Los datos son antiguos —proceden de la Encuesta de Hogares y Medio Ambiente de 2008, que no se ha vuelto a repetir— pero no deben de estar muy desactualizados. El portal inmobiliario Idealista publicó el año pasado un informe en la misma línea, analizando las 945.000 viviendas que había en su base, y obtuvo un resultado similar: el 33% disponían de él, siendo más habitual en alquiler (46%) que en venta (31%).

Como es lógico, los porcentajes varían por comunidades y aumentan en las más calurosas. Quedan, en cualquier caso, muy lejos de las cifras de calefacción. Según la misma encuesta del INE, el 70% de las viviendas españolas dispone de ella. El censo de 2011 habla del 86%. Parte de las ayudas autonómicas de rehabilitación de los últimos años se han dedicado a la instalación de calderas y a la mejora del aislamiento, que también ayuda cuando aprieta el calor.

“En España, la calefacción es obligatoria pero el aire acondicionado no”, resume Miguel Ángel Díaz Camacho, presidente de la asociación Sostenibilidad y Arquitectura. “Y el parque de viviendas es antiguo. De los 20 millones de viviendas que hay, el 92% es anterior a 2008, que es cuando entró en vigor el nuevo código técnico de la edificación [el siguiente entrará en vigor este año]. El anterior era de 1979: te obligaba a aislar, pero muy poquito. Así que te encuentras con todas las viviendas del 'boom' de los 60 y 70 en periferias, en bloques que se deberían haber rehabilitado pero no se ha hecho”.

Más allá del aparato en sí, el problema está en la calidad de la edificación, insiste Díaz. Una vivienda mejor aislada necesitará menos energía para calentarse o enfriarse.“Necesitamos que las viviendas sean como termos. Eso lo hacía muy bien la arquitectura tradicional. En una casa mal aislada, en cuanto apagas el aparato el frío se te va. Es energía que estás tirando a la basura”, continúa. El código de 2008 venía a solucionar esto —aunque tarde, porque la directiva europea era de principios de los 90— pero el parón de la construcción nos dejó casi igual que estábamos. “El mercado inmobiliario es muy rígido. Y casi toda la construcción ha ido regulada por él, no tanto por las estrategias de ahorro energético. Justo antes de que entrara en vigor el código nuevo había colas para pedir licencias, así no lo tenías que cumplir”.

A mayores exigencias energéticas, mayor coste de la construcción, de ahí que algunos intentaran saltárselo obteniendo su licencia justo antes. Este informe, por ejemplo, cifra en 5,63 euros por metro cuadrado el sobrecoste medio por mayor aislamiento térmico en viviendas colectivas, aunque a la larga sea rentable porque se ahorra en calefacción y aire acondicionado (y en emisiones). Pero el cliente suele buscar lo más barato y no fijarse en la calidad constructiva, prácticamente invisible.

“La gente responde muy bien a calidades visibles: maderas, mármoles... Pero el cómo está construida la casa y cómo funciona como máquina de habitar, no”, señala un asesor inmbiliario. “Un ejemplo son los balcones-mirador, se han hecho ubicuos. Son muy malos a nivel térmico. Pero se han convertido en un marcador de estatus más”.

Las empresas de climatización, optimistas pese al virus

Cada año por estas fechas se disparan en Google las búsquedas de 'aire acondicionado' y 'ventilador', que repuntaron con fuerza tras la crisis anterior. Este año, el sector de la climatización está tenso por las noticias que vinculan el aire acondicionado y la transmisión del virus —un asunto sobre el que no hay demasiadas certezas y sí distintas opiniones— pero es optimista, precisamente porque mucha gente estará en casa y lo necesitará.

“Hasta ahora, estaba todo parado por la imposibilidad de hacer obras. Pero ya se levantó la suspensión, empieza a hacer calor y esperamos el repunte”, dice Pilar Budi, directora de la Asociación de Fabricantes de Equipos de Climatización. “El aire acondicionado ya no es un artículo de lujo, contribuye al confort. Y nuestro mercado no está saturado. Las perspectivas de venta son buenas”. El grueso de la facturación se logra en el sector residencial (513 millones anuales en conjunto en 2019) frente al comercial (275 millones).

Un pingüino básico (aire acondicionado portátil) está en torno a los 200 euros, un 'split' a partir de 400 (si son varios, se multiplica) y una instalación por conductos en toda la vivienda sube de los 2.000, a lo que hay que sumar la mano de obra. Este coste es suficiente para que muchos caseros se nieguen a ponerlo y para que, una vez más, los hogares con menor renta sean los que menos dispongan de aire. En Andalucía, una de las comunidades con mayor porcentaje de viviendas con aire (57%) y con los datos más recientes, de 2018, las cifras son claras.

¿Qué dice la legislación laboral de todo esto? ¿Debería la empresa cubrir ciertos costes, como un pingüino o al menos la factura de la luz? La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, ha anunciado que prepara un borrador para impulsar y fomentar el teletrabajo. Pero el abogado laboralista Nacho Parra, de Colectivo Ronda, no cree que el futuro en España sea que las empresas cubran estos costes al teletrabajador. Menos que lleguemos, de momento, al nivel de Suiza, donde una sentencia ha dictado que la empresa debe pagar parte del alquiler.

“Desde una perspectiva de prevención de riesgos, es complicado. Una cosa es la silla ergonómica y otra el aire acondicionado”, señala. Considera que si el confinamiento hubiera sido en invierno y la necesidad de calefacción hubiera sido “acuciante”, el Gobierno habría aprobado alguna medida. Pero que, aunque el teletrabajo sea preferente, sigue siendo un acuerdo entre las partes: compañía y trabajador.

“Si alguien entiende que lo tiene que sufragar la empresa, es negociable, tanto de forma individual como colectiva”, explica. “Veo factible que se regule la obligación de las empresas de proveer los medios necesarios para el teletrabajo, como el ordenador. Más allá de eso, difícil”.

El frío y el calor de la casa, la factura de la luz e incluso la de internet equivaldrán en el futuro al plus de transporte que incluyen algunos convenios y pagan algunas empresas. “En la ley no hay nada, los parámetros están regulados en negociación colectiva. El funcionamiento es similar”, concluye Parra. “La casuística es tanta (¿deberían pagarte el café de la oficina? ¿El agua?) que es imposible que una ley lo regule. Pero cuando se abra la puerta, empezará a estar en los convenios”.

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