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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Primeras horas de las medidas de ahorro: dudas, cierta rebeldía y escaparates que ya se apagaban para no malgastar

elDiario.es

10 de agosto de 2022 14:11 h

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Primeras horas de entrada en vigor de dos de las principales medidas del plan de ahorro de energía que hace una semana aprobó el Gobierno y que se ha convertido en una nueva batalla política entre el Ejecutivo y el principal partido de la oposición. Más allá de ese cruce de declaraciones y de críticas, las empresas, los comercios y las oficinas ven cómo, desde este miércoles 10 de agosto, tienen que limitar sus temperaturas a un mínimo de 27 grados en el aire acondicionado y, en el caso de las tiendas, apagar los escaparates a partir de las 22.00 horas. 

Unas exigencias, donde se permite cierta flexibilidad a la hora de cumplirlas, que no se viven igual en función del territorio, de las temperaturas de cada localidad y de las peculiaridades de cada comercio local. Por ello, elDiario.es ha recorrido las calles de diferentes ciudades para ver cómo se están aplicando estas medidas.

Córdoba: “Con 27 grados, podemos echar las asaduras”

En Córdoba, la capital de provincia más cálida de España, la entrada en vigor de las medidas contenidas en el Plan de Contingencia y Ahorro coincide con los avisos por calor de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que anuncian casi 40 ºC para los próximos tres días. Quizá por ello, entre el comercio y la hostelería hay mas incomprensión que ganas de desacato ante las medidas. “Te digo lo mismo que te habrán dicho todos por aquí, que 27 ºC en Córdoba podemos echar las asaduras”, explica la dependienta de una carnicería de la zona comercial de Jesús Rescatado. En el local, el aire acondicionado marcaba este miércoles 24 ºC —el decreto pone el límite en 27ºC, con excepciones si está justificado por el tipo de comercio y cuando los empleados no tienen un trabajo sedentario, sino que están en movimiento, se rebaja a 25—, si bien la dependienta reconoce que lo normal es que se acabe incluso bajando la temperatura, a medida que aumente el calor fuera y dentro del comercio.

La joven lamenta que quien haya dictado las medidas desconoce el calor que desprenden las vitrinas frigoríficas en las que coloca suculentas chuletas mientras habla con la prensa. “Esto da frío por arriba, pero no sabes el calor que desprenden los motores y el calor que da en las piernas y el que dan también los focos”, especifica la dependienta, mientras señala, primero, la zona baja tras el mostrador y, luego, las lámparas que iluminan las piezas de carne.

A unos metros, Paco, el propietario de la Cafetería Época, afirma que va a intentar aplicar la normativa “en la medida de lo posible”. “Tío, vivimos en Córdoba. ¿Tú sabes lo que son 27 ºC en una ciudad como Córdoba?”, se pregunta Paco antes de ponerse a servir desayunos. Tiene la terraza llena y algunos de los clientes, a las 10.00 de la mañana, ya comenzaban a agitar sus abanicos. En el local contiguo, la barbería Morán Peluqueros, su propietario, Rafa, explica que “las peluquerías están exentas de cumplir las medidas de ahorro”, aunque advierte de que hace meses que optaron por apagar el luminoso, por una cuestión económica. “Es un gasto tonto. Nosotros no vendemos vestidos ni productos, así que no tiene sentido iluminarlo”, señala Rafa, que accede a echarse una foto junto al climatizador, que a las 10:00 de la mañana marca 25 ºC.

Donde los 27 ºC están marcados desde las 9:00 de la mañana es en la Biblioteca Central de Córdoba, donde ya llevan toda la semana subiendo la temperatura progresivamente para que la transición sea más suave. Por su orientación suroeste, el edificio recibe el impacto del sol durante prácticamente todo el día, aunque desde el medio día el golpe del sol es directo. Por ello, Joaquín, el administrador, celebra este miércoles que el edificio cierre por las tardes, ya que, según comenta, a 22 grados (la temperatura que solía ponerse) “ya se suda aquí”. Informa Juan Velasco.

Barcelona: “Está bien no necesitar una rebeca para tomar un café”

En Barcelona, la mañana se ha despertado algo más fresca que los últimos días, debido a las lluvias que ha habido en Catalunya. Pero eso no ha cambiado la costumbre de muchas personas que, como Anna y Antonia, se van cada día a desayunar a un centro comercial, para aprovechar el fresco de los aires acondicionados. Esta pareja de septuagenarias se han encontrado en la cafetería de El Corte Inglés de Plaza Catalunya y comentan el cambio de temperatura del local. 

“Es verdad que hace un poco más de calor, pero yo lo agradezco. Está muy bien no tener que traer una rebequita para tomar un café en pleno agosto”, dice Antonia. Su amiga asiente, mientras se airea pausadamente con un abanico. “En verano tiene que hacer calorcito, no tiene sentido que todo el año estemos a la misma temperatura”, añade. 

Para las trabajadoras, la historia es diferente. Una de las dependientas de las paradas de la planta baja explica que, al principio de su turno, la diferencia no era muy notable, pero “a medida que te vas moviendo y va entrando gente, se empieza a notar el bochorno. Veremos al mediodía”, explica. “Pero se está bastante bien, pensaba que sería peor”, añade la joven, mientras una compañera suya niega con la cabeza. Ella está en otra tienda y la obligan a ir con americana y camisa. “Habla por ti. Yo me estoy asando”, dice esta otra mujer, a quien un turista se le acerca para preguntarle si sucede algo con el aire acondicionado. “¿Ves?”, le espeta a su compañera. 

En los comercios pequeños también se nota el cambio de temperatura, pero la nueva normativa no ha supuesto un cambio brusco para todos. En la papelería Viena, un local histórico del centro de la ciudad, el aire estaba apagado, como de costumbre. “No lo encendemos hasta la tarde, que es cuando toca el sol”, dice Elena, la propietaria. Siempre han sido de ahorrar, dicen, aunque no lo estableciera ninguna ley. “Tampoco teníamos el escaparate encendido por las noches. ¿Para qué? Sólo nos serviría para que nos robaran”, dice. 

Elena se muestra de acuerdo con la medida implantada por el Gobierno y dice que hay que ahorrar, por el planeta y por el bolsillo, pero “con orden”. “Es verdad que hay que cambiar ciertos hábitos, pero siempre nos toca a los mismos, mientras los de arriba siguen teniendo la misma vida que antes”, asegura. También lo cree así Andrés, propietario de un pequeño bar que regenta con su esposa. Ambos transitan entre la barra y la cocina y aseguran que ellos no tienen problema en bajar el aire acondicionado. “Nadie se va a morir por unos grados más”, dice él, mientras ella se ríe y asegura que “si alguien tiene ganas de quejarse, que venga a la cocina de un bar unas horas y se le pasa la tontería”. Informa Sandra Vicente.

Illes Balears: “Es un maquillaje en plena ola de calor”

Desde Balears, algunos comerciantes ven con buenos ojos las nuevas medidas, mientras otros se alzan sin contemplaciones contra las mismas. El propietario de una tienda de moda y calzado de la céntrica y concurrida calle Sindicat, en Palma, aseguraba esta mañana que no las aplicará “por rebeldía”: “Tengo ya una edad en la que no quiero que me traten como a un crío, tengo mi negocio y cumplo con Hacienda. ¿Qué más tengo que hacer?”, se pregunta.

Preguntado por las limitaciones respecto al aire acondicionado, asevera que en la mayoría de locales significa efectuar un gasto en puertas eléctricas, cortinas de aire, etc., y en Mallorca, “por mucho que te des prisa, no lo puedes implantar ni en uno ni en tres meses y menos en verano”. “Que nos pongan a 27 grados a todos, pero también en su casa. Que se apliquen el cuento los políticos. De lo contrario, son unos farsantes”, sentencia.

En la misma línea se pronuncia Esteban, dueño de una tienda de artículos para el hogar ubicada en la misma vía, que recrimina que el ahorro energético por apagar el escaparate será ínfimo. “Es un maquillaje, y más en plena ola de calor”. Al mismo tiempo, se pregunta “por qué se impulsa una norma contra un sector en particular”, cuando “hay grandes empresas que derrochan materias primas y electricidad y no se las toca porque son un 'lobby”. La norma afecta a establecimientos comerciales, oficinas y edificios públicos, y forma parte de un primer paquete de medidas que será ampliado en septiembre.

Precisamente, los responsables de las asociaciones de comerciantes de Balears se muestran prudentes ante las nuevas medidas. “Estamos hablando de que el comercio es uno de los sectores más tocados por la pandemia. Y ahora nos viene esto”, lamenta el presidente de la Federación de Empresarios de Comercio de Balears (Afedeco), Toni Gayà, quien recuerda que prácticamente un 30 por ciento de los establecimientos del archipiélago echaron el cerrojo durante la crisis sanitaria y “los que lograron sobrevivir lo hicieron a base de préstamos y pólizas de crédito”.

Por su parte, el presidente del área de Comercio de la Federación de la Pequeña y Mediana Empresa de Mallorca (Pimem), Miquel Àngel Mateu Amengual, alude a los problemas que generará la instalación de puertas automáticas “en tan poco tiempo” (el cierre de las puertas para evitar que se gaste energía de forma ineficiente no será obligatorio hasta el 30 de septiembre). Una medida con la que, además, se muestra crítico ya que “la gran mayoría de ventas se producen por impulso. El olor atrae a los clientes: cuando un cliente ve las puertas abiertas, inconscientemente entrará por el olor u otros aspectos. En cambio, si ya tienen que realizar la acción de cruzar el cristal, aunque se abran las puertas, esto automáticamente frenará de alguna manera esa venta. Hay perfumes olfativos que en el caso de algunas marcas te invitan a entrar”. Informa Esther Ballesteros.

Madrid: “Siempre apagamos los escaparates por la noche, así se ahorra luz”

El Gobierno de la Comunidad de Madrid está siendo el más crítico con las medidas de ahorro de energía, que asegura llevará al Constitucional porque, entiende, invaden sus competencias. En estas primeras horas, lo que se percibe, sobre todo, es desconocimiento de cómo se tienen que aplicar. Así ocurre en una de las principales arterias comerciales de la capital, la calle Fuencarral. La mayoría de las puertas, abiertas. Por ello, al pasar por delante, se nota como baja la temperatura por el frío del aire acondicionado, que se escapa hacia la calle.

“No sé a cuanto está el aire acondicionado pero creo que por debajo de 27 grados”, asegura una cajera de Primor, una tienda de cosméticos. La trabajadora desconocía las medidas hasta esta mañana. “Por el momento las puertas están abiertas [esta medida no es obligatoria todavía], no sé si la marca nos dirá algo sobre el tema, por ahora no sabemos nada”, comenta. Hay que recordar que, aunque el límite es de 27 grados, cuando los empleados no tienen un trabajo sedentario, sino que están en movimiento, se rebaja a 25.

“No tenemos termómetro para medir exactamente la temperatura de la tienda, pero está a más de 27 grados seguro”, indica la dependienta de una zapatería. “Sobre los escaparates, me parece una buena medida, nosotros siempre los apagamos por la noche, así se ahorra luz. Puedo entender lo del aire, pero nosotras que estamos subiendo y bajando escaleras y cargando cosas pasamos mucho calor de normal, que a veces da el sol en el cristal de la tienda y sube la temperatura. Yo espero que no haya ningún desmayo por el calor. La puerta la tenemos por ahora abierta, no es automática, no sé cuándo la cambiaremos”, asegura mientras coloca zapatos de un lado a otro.

“Ahora tengo el aire a 18 grados pero no hace mucho fresco en la tienda”, asume una empleada de Misako, una tienda de bolsos y complementos. “Tengo las cámaras de aire que hacen que no salga el frío a la calle. Aquí, en Fuencarral, no paramos y al final hace calor. La puerta, que está abierta, no sé decirte si se va a cambiar pero, que yo sepa, no. Anoche apagamos el alumbrado”, La trabajadora afirma estar de acuerdo con la medida de apagar los escaparates. “No considero que sea esencial tenerlos encendidos toda la noche, conlleva mucho gasto energético”.

En otros casos, hay más desconocimiento. “No veo la tele, no sabía nada de las nuevas medidas. Nosotros el aire lo tenemos a 25 grados porque si no, me asfixio. La puerta está siempre abierta, aunque se cierra automáticamente, pero entra gente todo el rato y se abre. Además, detrás de la barra con los motores hace mucho más calor”, comenta una dependienta de un Dunkin Donuts de la plaza Raffaella Carrà.

En algunos casos, el aire acondicionado no es una opción. “Lo estamos sobrellevando. Nosotros nos manejamos con ventilador. No nos está suponiendo ningún problema ya que por ahora no hemos tenido que cambiar nada”, asegura la dependienta de un estanco de la céntrica calle madrileña, que desemboca en la Gran Vía. Mientras, una trabajadora de una zapatería asume que las medidas “por ahora, no nos han supuesto ningún cambio. Tenemos una reunión en un rato. Tenemos el aire puesto y la puerta abierta. Anoche apagamos el alumbrado como todos los días, ya que tenemos puerta de metal y no se vería nada”.

“Aquí no hemos aplicado aún las medidas. Tenemos el aire a 20 y la puerta abierta, si tuviéramos que ponerlo a 27 sería imposible trabajar. No sé si cambiaremos algo. Anoche apagamos el alumbrado, pero eso lo hacemos siempre”, comenta una dependienta de una tienda de ropa de deportes. Informa Claudia García.

Santiago de Compostela, aires apagados y puertas abiertas

En Santiago de Compostela, la tónica general en los pequeños comercios son los aires acondicionados apagados, las puertas abiertas de par en par y un nuevo horario para que unos escaparates que permanecían iluminados pasadas las 23.00 de la noche se queden antes a oscuras.

En la ciudad en la que hasta hace cuatro meses tenía su oficina Alberto Núñez Feijóo, una tienda de congelados de la zona del ensanche sí hacía uso en las primeras horas del día del sistema de climatización para evitar la condensación en los cristales de los congeladores y la única empleada en la tienda recién abierta indicaba que estaba a la espera de instrucciones de sus jefes, pero daba por hecho que continuarán con una refrigeración a menos de 27 grados en los momentos en los que están todas las neveras funcionando. “Los motores se calientan y se nos descongela la mercancía”, explica. Si solo funcionan una parte y la temperatura ronda los 25 grados, como en esta mañana, la puerta abierta resulta suficiente.

En la librería Numax el aire está también apagado y la puerta abierta aprovechando el fresco de las primeras horas. En este local hay también una sala de cine y ahí, en un espacio que ha de permanecer cerrado, el problema es otro. El calor depende más del número de personas que haya en el interior que de la temperatura exterior. Los responsables del negocio están tratando de encontrar termostatos fiables y medidores de la humedad. En cuanto al escaparate, ya estaba apagado por la noche antes de la nueva normativa.

Entre las responsables de otros pequeños comercios de ropa, calzado o decoración el principal cambio está en la hora en la que apagan la iluminación. El incremento del precio de la energía ya estaba llevando a muchos propietarios de tiendas pequeñas a ahorrar en el gasto energético, dice María José Olivares, responsable de un comercio de complementos, en la que el aire solo funcionaba en momentos puntuales de temperaturas elevadas. La principal queja se refiere a la posibilidad de tener que hacer un desembolso para tener puertas automáticas. “No pienso hacer una inversión”, zanja la propietaria de otra tienda textil compostelana. Informa Beatriz Muñoz.

En Sevilla, termostatos a 27,5% “y la sensación no es mala”

En Sevilla, donde las olas de calor de este verano han golpeado de frente, en uno de sus lugares más típicos a la hora de ir de bares, La Alameda de Hércules, se tienen serias dudas de que se puedan mantener los locales refrescados con el nuevo decreto de los 25 grados.

Mari Carmen Cuervas y Samanta García, de ‘Lola, por Dios’, creen que es “totalmente inviable” que esa temperatura sea suficiente en un local como el suyo, donde ven muy complicado, además, que se puedan mantener las puertas cerradas, “porque este es un sitio de taberna, en el que hay que estar entrando y saliendo constantemente, así que aunque nos obliguen a tener las puertas cerradas no podemos”. Normalmente, la temperatura del local está entre 22 y 24 grados, aunque en la ola de calor se ha llegado a bajar hasta los 20, “indispensable cuando se llena de gente y, además, hay que evitar que llegue a la sala el calor de la cocina”.

Justo enfrente, en ‘La parrilla del Badulaque’, Gabriela D’Angelo se felicita de que buena parte de su clientela es servida en la terraza exterior, y concreta que los aparatos de aire del interior funcionan a 24 y 22 grados respectivamente, “que es lo recomendado por el fabricante para su correcto trabajo”.

D'Angelo entiende que la norma afectará a los que tengan un servicio interior con menos mesas en terraza, igual que unos metros más hacia el centro de la ciudad, la responsable de la Farmacia Trajano recuerda que este tipo de establecimientos están exentos de la norma de mantener la temperatura a los grados que indica el decreto, pero no tiene claro si tendrán que tener la puerta cerrada de forma permanente. Una circular del colegio del sector ha informado, no obstante, a los profesionales de las farmacias de qué hacer a partir del miércoles que no es otra cosa que ceñirse a las temperaturas a las que tienen que conservarse los medicamentos.

En el hotel IBIS, del polígono Calonge, el termostato estaba esta mañana de miércoles en 27,5 grados, “y la sensación no es mala”, aseguraban los empleados. “Otra cosa será cuando fuera tengamos 40 grados”, explicaba Samuel de la O, comercial de telefonía que estaba esperando a un cliente con traje de chaqueta y corbata incluidos. Informa Fermín Cabanillas.