Los partidos políticos están en una frenética carrera de fichajes de cara a vender su programa como el mejor elaborado ante las elecciones generales. Podemos y PSOE presumieron esta misma semana de estar siendo asesorados por el economista (progresista) estrella del momento: Thomas Piketty. Pero el PSOE quiere restar importancia a la custodia compartida del francés y asegura que tiene otros economistas de primera fila asesorándole (de forma puntual) como Larry Summers, Jason Furman y Kemal Dervis.
Sin embargo, Summers no es un economista al uso que se pueda citar entre las relaciones que tiene el partido socialista sin recordar su rol en la crisis financiera, como resalta con dureza el economista Juan Torres en su blog que lamenta que colabore con el PSOE. A Summers no le acompaña el fenómeno editorial que ha hecho a Piketty uno de los economistas más reconocidos del momento. Pero Summers tiene, o ha tenido, un papel en la historia económica mucho más relevante que Piketty (hasta ahora), al haber sido secretario del Tesoro de Estados Unidos (un cargo asimilable a una vicepresidencia económica en Europa), en la época de Bill Clinton y haber impulsado la desregularización del sector financiero que más tarde desencadenó la explosión de la crisis.
Fuentes del PSOE aseguran que los contactos con Summers han sido de “intercambio de papeles” por su rol como investigador en el Center for American Progress (el think tank del Partido Demócrata). En este sentido, Pedro Sánchez se entrevistó con él durante su visita a Washington y por el momento los temas que han tratado se han vinculado a la macroeconomía y al “crecimiento inclusivo”, y no a la regulación financiera financiero.
El trabajo de Summers ha sido criticado desde muchos ángulos y por voces tan relevantes como el Nobel de Economía Joseph Stiglitz. Se da el caso de que Stiglitz fue asesor económico del PSOE -en este caso formaba parte del consejo de sabios- en la etapa en la que José Luis Rodríguez Zapatero era presidente. En un artículo del New York Times, Stiglitz recordaba cómo Summers impulsó la desregularización financiera que luego jugó un papel “crucial” en la crisis. “El gran logro de Summers [...] fue garantizar que los derivados financieros no fueran regulados, una decisión que ayudó al estallido de los mercados financieros”, sentenciaba Stiglitz en una columna destinada a impedir que Summers fuera elegido presidente de la Reserva Federal.
Los derivados financieros fueron los que alimentaron la espiral de especulación con productos muy complejos y que luego llevaron al estallido de las subprime, entre otras. Stiglitz recuerda además que Summers alentó desde su posición en el Gobierno durante los 90 a que se “liberalizaran” los mercados de capital de otros países, una recomendación que también sirvió de base para el descalabro de las economías asiáticas en los noventa.
Las críticas profesionales a Summers están acompañadas también por los halagos a su solvencia académica y su prestigio internacional como economista. Summers fue durante años presidente de la universidad de Harvard y uno de los economistas con publicaciones y artículos más reconocidos por el sector. Ha sido director del consejo de asesores de la Casa Blanca, con contacto diario con Barack Obama. Sin embargo, cuando Obama tuvo que elegir a sus primeros espadas no se decantó por él ni como secretario del Tesoro (cargo para el que eligió al discípulo de Summers, Timothy Geithner) ni para liderar la Reserva Federal (que pilota Janet Yellen).
En el plano profesional, sus detractores también lamentan su paso por Wall Street dentro de un hedge fund, un vehículo de inversión de alto riesgo favorecido por las políticas desregulatorias que Summers había promovido en su paso por el Gobierno. En 1998, Summers aseguró en una Comisión del Senado que los mercados eran capaces de autorregularse y que no necesitaban de más leyes, razón por la que el Congreso anuló un año después la famosa ley Glass-Stegall que llevaba desde 1933 separando el negocio comercial y de inversión en la banca. Una separación que tras la crisis tuvo que volver a implantarse.
Esta fe en el mercado, y los productos complejos, llevó a Summers a invertir buena parte de los ahorros de la universidad de Havard en derivados financieros con el resultado de perder casi 2.000 millones de dólares de los 6.000 invertidos.
¿Machista y políticamente incorrecto?
Pero su paso por Harvard dejó un reguero de polémicas mucho más sangrantes que sus apuestas arriesgadas. La primera de ellas, y que terminó costándole el cargo en la prestigiosa universidad estadounidense, fueron unas desacertadas declaraciones sobre las mujeres científicas. En una conferencia (de la que no hay transcripción) en la Oficina de Estadística Nacional de Estados Unidos, Summers deslizó la idea de que la escasa participación de mujeres en ciertas profesiones podía tener como origen la naturaleza o cualidades innatas. Los comentarios provocaron un enorme debate en Estados Unidos pese a los intentos de Summers de contextualizarlo dentro de un catálogo de hipótesis al más puro estilo científico.
Lo cierto es que el comentario de Summers tildado de machista podría haber sido solo una gota de agua en el océano si no fuera por los precedentes. Durante su mandato al frente de la Universidad, los puestos para mujeres cayeron en picado y en 2004 apenas cuatro de las 32 posiciones que se abrieron en el centro fueron para mujeres. Su fama en Harvard era de hombre rudo y tosco, paseándose con un palillo en la boca por el campus y con poco respeto hacia los colectivos minoritarios.
El escándalo “machista” volvió a recuperar además otra astracanada anterior de Summers, durante su época en el Banco Mundial. The Economist tuvo acceso a un informe interno que firmó el economista sobre gestión del cambio climático. “Entre tú y yo”, advertía el informe, “¿no debería el Banco Mundial animar a que se trasladaran residuos a los países menos desarrollados?”. El entonces economista jefe de la institución asegura que era una oportunidad de negocio muy buena para estos países en los que además la esperanza de vida ya era de por sí corta. (Ver aquí la transcripción íntegra de los argumentos).
Summers aseguró que el informe era irónico y que estaba escrito en ese sentido, pero ayudó a que la sociedad civil se reafirmase en que desde el Banco Mundial no se trabajaba con la óptica adecuada hacia los problemas del Tercer Mundo.
Pese a estos antecedentes, Summers sigue siendo un icono socio-liberal que ahora incorpora el PSOE a su abanico de colaboradores puntuales para equilibrar sin duda las aportaciones de Piketty y de otros economistas progresistas.