El mercado del petróleo atraviesa uno de esos momentos excepcionales que mantiene el precio del barril en un escenario relativamente estable. A pesar del alto voltaje geopolítico, de las dudas inflacionistas sin resolver que retardan el abaratamiento del dinero de los bancos centrales y de los problemas del comercio y la logística global, el crudo exhibe una sorprendente docilidad que se justifica con pura aritmética del mercado. La estabilización de su cotización responde, irónicamente, a un equilibrio -eso sí, nada sencillo- entre las dinámicas de la oferta y la demanda.
Una de las explicaciones más convincente sea la que aporta Daan Struyven, responsable de análisis petrolífero en Goldman Sachs: “Solo EEUU produce tanto crudo como Rusia y Arabia Saudí de forma combinada en la actualidad”. El estatus estadounidense como primer exportador neto de crudo que la Casa Blanca ejecuta desde la crisis de 2008 abriendo temporalmente sus reservas estratégicas e impulsando el fracking -la extracción de oro negro por el peligroso y nada ecológico método de la fracturación hidráulica- “ha proporcionado otro grifo de oferta, un mecanismo de ajuste al sistema de cuotas decretado por la OPEP + que contribuye a equilibrar las fuerzas del mercado”.
En paralelo, por supuesto, hay otros parámetros que hacen oscilar el péndulo del precio del barril. Uno, fundamental, es que tanto los consumidores como los productores de energía han tomado cumplida nota de la crisis del crudo de los setenta y ochenta y de la que desencadenó el Kremlin en el otoño de 2021, admite Struyven. EEUU, Europa y China “han elevado inventarios, construido diques sobre sus reservas y reducido la dependencia del crudo de sus sistemas eléctricos, además de apostar por vehículos eléctricos o carburantes eficientes”, añade.
También algunos socios de la OPEP + entre los que cita a Arabia Saudí “han puesto el acento en evitar una escalada de precios que podría amenazar la demanda a largo plazo”. Su colega Allison Nathan, jefa de Macroeconomía del banco de inversión, sitúa el Brent -de referencia en Europa- en los 87 dólares de media en verano. Siempre que no haya más altercados geopolíticos ni se tensionen cuellos de botella logísticos como los del Mar Rojo o se recrudezca alguno de los dos grandes conflictos armados, en alusión a Ucrania y Gaza.
“Los socios de la OCDE han aprovechado la reconfiguración de las rutas marítimas del petróleo por los ataques hutíes en torno al Canal de Suez encareciendo los contratos en ultramar para aumentar sus stocks de crudo”, escribe Nathan en una nota a inversores. Aunque aún dentro de una banda de fluctuación de 80 dólares. La experta de Goldman Sachs matiza, sin embargo, que si el Brent supera los 90 dólares se estará aplicando una prima de riesgo geopolítico.
Esta especie de impuesto revolucionario, que en los años posteriores al 11-S llegó a rondar el 15% del precio del barril por el peligro de atentados de corte yihadista y ataques a oleoductos o refinerías, estaría siendo amortiguado en esta ocasión por Riad y su interés coyuntural en ajustar la oferta con nuevos recortes en el segundo y tercer trimestre de este año, aunque “manteniendo suficiente crudo en el mercado”, justifica Struyven.
En Goldman apuestan por un barril “sostenido” en 80 dólares este año e, incluso, en los 70 a lo largo de 2025, en caso de que se instaure una cierta neutralidad geopolítica. En Deutsche Bank inciden en la misma línea. A su juicio, el crudo se situará en los 88 dólares a finales de este año por el fortalecimiento de la demanda y pese a la “disciplina” que pudieran asumir los socios del cártel con rebajas en sus cuotas. El mercado “está predispuesto al equilibrio”.
La armada americana reajusta el precio del crudo
Struyven y Nathan tampoco descartan otro escenario algo más benévolo que dejaría el barril en los 80 dólares y que sucedería si un presumible repunte de demanda por parte de los mercados emergentes fuera cubierto de urgencia por EEUU, Canadá, Brasil y Guyana. Estas cuatro grandes potencias americanas de crudo ya han corregido las disfunciones productivas creadas por Venezuela o México o las alteraciones artificiales de oferta de Rusia y los petroestados.
Algo, pues, parece haber cambiado en la dinámica de bloques de los negocios fósiles. El llamado Hemisferio Occidental -América- ha dejado de ser el gran motor de la demanda y ha pasado en el último decenio y medio a reaccionar con más volumen de crudo al músculo productivo del Hemisferio Oriental, los emiratos y Arabia Saudí, acostumbrados a supervisar como mano de hierro la cotización del oro negro. “Ahora, es el póker americano el que juega la mano definitiva de la oferta” advierte el analista John Kemp, del Instituto de la Energía, a Reuters.
Estas inyecciones adicionales han sido de gran calibre. Desde 2012 hasta 2022, aduce Kemp con resultados de Big Data, el petróleo americano ha saltado del 27% al 34% de la producción global y ha absorbido con creces todo el consumo del decenio, porque su capacidad de colocar en el mercado 8,7 millones de barriles diarios ha superado los 8,6 millones en los que se situaron las compras de crudo anuales en ese periodo.
Además, en 2023, estos cuatro productores elevaron sus ratios de extracción y frustraron todos los intentos de la OPEP + de impulsar el barril más allá de los 90 dólares en los que fija su base de su cotización óptima, por designio de Riad y Moscú. Desde luego, capitanean la oferta de las potencias petrolíferas ajenas al cártel y, junto a Noruega -avisa Kemp- dominarían gran parte de los barriles en circulación.
Guyana, además, ha superado el medio billón de barriles diarios desde que Exxon, la supermajor americana, aterrizara en su territorio con varios proyectos extractivos y dice que rebasará este año los 600.000 barriles, la mitad del incremento productivo de las potencias no asociadas a la OPEP.
El pequeño enclave caribeño se apresta a superar la capacidad de bombeo de Venezuela en 2030 y su economía es la que más ha crecido en el último lustro. En 2023 su dinamismo fue del 38%, según el FMI, que la cataloga como el PIB con una “más rápida progresión” del planeta; hasta el punto de que en 2028 duplicará completamente su actividad. Su actual presidente, Mohamed Irfaan Ali, dio las llaves de sus inmensas reservas marítimas de crudo a Exxon en 2020. Después de que la petrolera, en 2016, descubriera una bolsa de crudo a 120 millas de su costa, dentro de la soberanía jurisdiccional de Guyana.
Los cálculos de entonces decían que almacenaba la tercera parte de las balsas descubiertas en el último cuarto de siglo, una cifra capaz de abastecer la demanda energética anual de China.
A esta cantidad se une un ritmo productivo en EEUU de 13,3 millones de barriles diarios, afirma la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en su último informe, de promedio en 2024 -en gran medida por la proliferación del fracking,-, al que se suma el petróleo sucio procedente de Alberta, que ya supone el 80% -4,2 millones de barriles diarios- de toda la capacidad canadiense, y el continuo despegue del oro negro brasileño, cuyo empresa insignia, Petrobrás, conserva un poder de innovación tecnológica -y, por lo tanto, de extracción-.
Riad y Moscú reinventan constantemente la OPEP +
La escalada de la energía en los meses otoñales previos a la invasión rusa de Ucrania y las recetas sancionadoras aplicadas contra el Kremlin por los aliados occidentales cimentaron los primeros recortes del cártel, mientras el crudo siberiano viraba hacia Asia por el veto europeo y el régimen saudí actuaba como financiador de Moscú con un barril desbordado.
El tope al crudo ruso por parte del G-7 -con prohibición expresa a aseguradoras y navieras que negocien con barriles siberianos por encima de los 60 dólares- interrumpió esta transferencia de liquidez a las arcas moscovitas que, sin embargo, siguen nutriéndose de un mercado negro perfilado junto a socios de Vladimir Putin como Irán, con varias décadas de elusiones al embargo estadounidense en su currículum. En 2023, Rusia ingresó más que antes del conflicto ucranio por ventas de petróleo. El montante que Moscú ingresa cada mes, desde octubre, por ventas de crudo: 11.300 millones, el 31% de los recursos que, de forma masiva, emplea en su industria armamentística.
Ante esta tesitura, la OPEP + decidió realizar lo que mejor sabe hacer: retiradas masivas de crudo y, desde noviembre, con apenas 2,2 millones de barriles por parte de Riad y de Moscú de forma voluntaria. El manido lema de “es una estrategia para equilibrar el mercado” no cierra en esta ocasión la puerta a que sus socios eleven cuotas. En especial, en la primavera, cuando se espera un repunte de actividad en la órbita industrializada.
Francisco Blanch, estratega de materias primas en Bank of America, cree que “el precio del crudo debería permanecer en márgenes de estabilización” de 80 dólares por el peso de los productores no OPEP + y su poder para “elevar la oferta en los próximos años”, incluso si China hace despegar su actividad.