Lunes 6 de agosto, último día de la ola de calor que ha dejado muchos puntos del país con temperaturas máximas superiores a los 40 grados. A las dos de la tarde en la capital, los termómetros en el centro de Madrid marcan 39 grados y varios trabajadores ultiman sus tareas bajo el sol antes de la pausa para comer. Un obrero de 48 años explica a este medio que su empresa no le ha dado ninguna recomendación para afrontar estos días de temperaturas extremas, pese al probado riesgo para la salud de las olas de calor. “¿Agua? Pues si quieres te las traes tú, pero no nos dan nada”, afirma con resignación. Por su parte, Mario (nombre ficticio) asegura que lo han despedido de un almacén por negarse a descargar un camión a pleno sol, después de sentirse mal por realizar esta tarea el día anterior.
Los sindicatos denuncian la desprotección de los trabajadores de muchas empresas ante las olas de calor, que no son atendidas como situaciones de riesgo para su salud pese a las advertencias de los expertos. Según un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), que ha analizado cerca de 16 millones de accidentes de trabajo ocurridos en España durante un período de 20 años, el calor extremo eleva el riesgo de accidentes laborales en un 9%.
Por el momento, el balance de trabajadores fallecidos en esta ola es de dos personas: un anciano de 78 años que murió en Murcia mientras se dedicaba a tareas agrícolas en su huerta y un operario de mediana edad que se encontraba trabajando el martes bajo unas temperaturas próximas a los cuarenta grados en la misma comunidad.
La cifra puede ser mayor, explica Claudia Narocki, investigadora del Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS), vinculado a Comisiones Obreras. “Un problema de los accidentes por calor es que están muy infrarregistrados. Hay veces que se recogen como caídas o como un fallo renal, pero son debidos a las temperaturas extremas”, argumenta la experta. Cristina Linares, investigadora de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto Carlos III, sostiene que las altas temperaturas “agudizan patologías previas” y “acentúan la mortalidad en los días siguientes al episodio”.
Otro operario de la construcción en Madrid, que se refugia bajo un sombrero de paja, tampoco ha recibido ninguna advertencia ante el calor por parte de sus jefes. “La protección es la que queramos nosotros. Me pongo un sombrero y me traigo agua porque quiero, la empresa no dice nada”. Su jornada no ha variado: “De siete y media a seis y media, con una hora para comer entre las 14 a 15h”. A unos metros, un joven reparte propaganda de una cadena de comida rápida. Su turno es de 13 a 15 horas, para captar clientes en el turno de comidas. “Mi horario no ha cambiado pero en el restaurante sí que me dicen que me ponga en calles donde haya más sombras”, explica.
Ana García de la Torre, secretaria de Salud Laboral y Medio Ambiente de UGT, recuerda que “las empresas tienen la obligación de velar por la salud de sus trabajadores” por ley y esta coyuntura térmica está probado que supone un riesgo. Con la legislación en la mano, “muchas empresas están incumpliendo su deber”, critica. Además, la Ley de Prevención de Riesgos Laborales contempla el derecho del trabajador a interrumpir su actividad y abandonar el lugar de trabajo “cuando considere que dicha actividad entraña un riesgo grave e inminente para su vida o su salud”.
“Estaba que me mareaba, con calambres”
El pasado 2 de agosto, en plena ola de calor, Mario cuenta que tuvo que descargar durante un par de horas un camión a las dos y media de la tarde, situado al sol, tras lo que acabó mareado y con temblores. Al día siguiente le volvieron a pedir que realizara la misma tarea, aunque en su contrato figuraban otras funciones. “Les dije que no, que no lo iba a hacer. El jefe llegó hecho una furia, gritando que 'a la puta calle'”, relata el trabajador, que asegura haber sido despedido del centro logístico.
El joven continúa algo abrumado tras la gran repercusión de su denuncia pública a través de Twitter, con más de 13.600 retuits y 600 comentarios. “La verdad que me arrepiento un poco de haberlo contado. Mucha gente se ha solidarizado conmigo, pero también mucha otra duda de que sea cierto, te llaman flojo, te dicen 'haber estudiado'... O te insultan directamente”, relata a este medio, al que muestra su contrato de trabajo y el fin del mismo a través de una ETT.
Aunque en la documentación figura que el trabajo por obra y servicio ha concluido, el chico asegura que el motivo de su finalización es que se negó a cumplir con estas órdenes. Está todavía pensando si denunciar ante la Inspección de Trabajo lo ocurrido, “mucha gente me lo ha dicho, pero no sé si lo haré”, y prefiere que no se publique el nombre de la compañía en cuestión por temor a represalias.
“Llevo trabajando desde lo 16 años y tengo 30, pero no había visto nunca algo así”. Mario explica que ha trabajado en supermercados, hoteles y en puestos de logística en almacenes, como este último, “no se me caen los anillos por trabajar en puestos que no tienen relación con la carrera que he estudiado, pero lo que denuncio son estas condiciones, que son una locura”.
El trabajador explica que el camión llegó con 297 bultos, “cada bulto estaba formado por dos tubos de lona enorme, de unos 20 kilos”. “Me llamaron a mí porque no tenían suficiente gente, aunque en mi contrato no figuraban estas funciones. Éramos tres personas y el jefe no hacía más que meternos prisa. Nos llegó a decir que 'fuera palés' y que sacáramos los bultos a mano”. Tras ello, “ya tenía frío incluso, al final del día me vi incapaz, estaba que me mareaba, tenía calambres en las piernas y los compañeros me decían que estaba muy rojo”.
“Es muy fácil evitar estas muertes”
El resultado de la falta de protección y prevención, denuncian los sindicatos, puede tener resultados fatales. “Es una irresponsabilidad obligar a los trabajadores en el exterior a operar en las horas centrales del día”, advierte Ana García de la Torre, que considera que hay muchas medidas que pueden aliviar la realización de estas tareas, como aumentar los descansos, proveer a los empleados de agua y medios para refrescarse así como modificar los horarios para encuadrarlos en momentos con temperaturas más bajas. “Es muy fácil evitar este tipo de muertes”, sostiene.
La investigadora Claudia Narocki recomienda tener un plan escalado, para evaluar el riesgo de los diferentes puestos teniendo en cuenta el cambio en las temperaturas. Subraya puestos de especial riesgo como los ubicados en el exterior –especialmente los que suponen un esfuerzo físico–, así como en interiores como cocinas o lugares mal acondicionados, entre otros. “Se podría supervisar por ejemplo que el trabajador no entre en hipertermia”, es decir, que su temperatura corporal no suba de los niveles de riesgo. “Lo que no puede ser es trabajar como si no pasara nada cuando tenemos 10 grados más”, concluye.