“Nosotros que nos queremos tanto debemos separarnos”. Cantaban Los Panchos en su bolero más desgarrador a una historia de amor imposible al estilo Romeo y Julieta. Los mercados, que quisieron tanto a Janet Yellen, la primera señora del dólar en la historia de EEUU, entonaban anoche su despedida. Es la historia de un amor imposible, con la llegada de un padre político, Donald Trump, que frustró cualquier posibilidad de que la prestigiosa economista lograra lo que han hecho todos sus predecesores en los útimos 40 años: encadenar dos mandatos consecutivos al frente de la Reserva Federal de Estados Unidos.
Anoche Yellen protagonizó su última rueda de prensa como una de las mujeres más poderosas de la tierra. Su sucesor, Jerome Powel, no estará al frente de la Reserva Federal de EEUU hasta el 3 de febrero, pero los tempos políticos y económicos hicieron que la de ayer fuera la última rueda de prensa de Yellen, que salda su último año con la tercera subida a los tipos de interés en Estados Unidos y la quinta en su mandato.
La rueda de prensa estuvo acaparada por la rebaja de impuestos que Trump selló pocas horas antes de la despedida. Los periodistas querían saber si esta medida de Trump podría lograr lo que la banquera central no ha terminado de conseguir en estos años: dinamizar la economía y conseguir que los sueldos de los estadounidenses repuntaran.
Meciendo sus palabras en la cadencia típica de los banqueros centrales (calma, parsimonia, tranquilidad y equilibrio), Yellen valoró posibles efectos de este recorte de impuestos, incluso defiendo una mejora de las previsiones de crecimiento económico estos años, pero sin exceso de optimismo. Hasta se permitió elevar una ceja ante la previsión de Trump sobre que su plan provocaría un crecimiento de la economía del 4%.
Ante la pregunta de si estaba “decepcionada” por irse antes que sus predecesores, Yellen contestó como la señora que es, agradecida por los 13 años que ha sido alto cargo de la Reserva Federal y reiterando la “lealtad” que siente por la institución. “Siento que es el momento correcto de irme”, zanjó con la sonrisa contenida pero reflejada en el púrpura de su vestuario, un color muy adecuado para esta prematura despedida.
No la quiso Obama y la despachó Trump
Yellen llegó amada por los mercados, por los economistas, por los sindicatos, pero poco apreciada por el presidente que la nombró, Barack Obama. El presidente quería nombrar a su amigo, Larry Summers, una opción mucho más convencional que no convencía ni al propio candidato que se descartó de la carrera apenas un mes antes de que se tomara la decisión. Obama, presionado por una situación extrema en su Gobierno en el que su debilidad parlamentaria le había hecho perder el control sobre el presupuesto federal, se decantó finalmente por la favorita de los agentes económicos pero también por la más heterodoxa de las propuestas.
Era el año 2013 y ya la economía estadounidense llevaba años en ascenso. A la exprofesora de Harvard, le tocaba la dura tarea de drenar los recursos que la reserva Federal llevaba inyectando a la economía desde el estallido de la burbuja. Su manejo en la gestión de expectativas, la clave en la gobernanza de la política monetaria, y su conocimiento de las transferencias de estos efectos del precio del dinero en el mercado de trabajo la convirtieron en la apuesta más segura para embridar un mercado que comenzaba a destilar el aroma de la exuberancia irracional.
Ni halcón ni paloma (los términos con los que se conoce a los que son partidarios de medidas restrictivas en los mercados o expansivos) Yellen revoloteó sobre los mercados manejando los tiempos y esperando a que se resolviera el problema de la baja calidad del empleo generado en Estados Unidos antes de volver a subir los tipos de interés. Pero han pasado los años y el nuevo normal de la precariedad laboral, un problema global y no solo español, parece haberse convertido en el nuevo normal.
Cansada de ver cómo la transfusión masiva no acababa de mejorar los mecanismos más profundos de la economía, la discípula de James Tobin (el de la Tasa Tobin) optó por cambiar la medicina y comenzar a retirar estímulos a ver cómo funcionaba el paciente. El mandato de la Reserva Federal, domar la inflación pero lograr que el empleo no se resienta (o al revés) ha estado bajo control. Pero por supuesto le han llovido las críticas por subir los tipos (pronto) y por subir los tipos (tarde).
Desde el punto de vista formal, y algo superficial, la gestión de Yellen ha sido un éxito. Bajo su mandato la tasa de desempleo ha tocado mínimos de 2001 y la inflación ni se ha asomado al abismo psicológico del 2%. Merece la pena echar un vistazo a este resumen publicado por The New York Times sobre los principales datos que deja su mandato.
Pero la artillería de la Reserva Federal no estaba preparada para lidiar con la anemia en la que se ha instalado la economía de los países desarrollados. Ni el BCE ni la Fed logran crecimientos briosos ni puestos de trabajo con unos salarios significativos que permitan animar la coyuntura económica.
Se puede decir que Yellen se va con los deberes hecho con las armas que tenía y que a su sucesor Powel aún la quedará la titánica tarea de desprenderse de la ingente cantidad de activos que atesora la Reserva Federal en forma de bonos y deuda privada que compró para sacar a muchas empresas del atolladero.
Aunque Yellen podría seguir como consejera de la Fed, ya ha anunciado que una vez que Powel tome el mando se retirará sin torpedear la transición que se prevé ordenada ya que su sucesor ya trabaja en la Reserva Federal. Volverá probablemente a investigar junto con su marido, el Nobel de Economía George Akerlof y en su despedida expresó su deseo de continuar en Washington aunque tiene plaza de profesora en Berkeley. Habrá que ver si se entrega a los placeres de ofrecer rentables eventos y conferencias como hicieron los hombres que la precedieron en su mandato. Su predecesor, Ben Bernanke, ha llegado a cobrar 250.000 dólares por cada evento en el que ha participado.
Yellen salió de la rueda de prensa ordenando nerviosa una pila de papeles (a los que aparentó hacer caso durante la rueda de prensa como maniobra de distracción), sin ruido ni alharacas. No hubo el sonado aplaudo de las películas americanas. Esto es realidad y no ficción y como al resto de banqueros centrales, será el tiempo el que juzgue su legado.
Te vas Janet Yellen, nosotras, que nos quisimos tanto.