Rafaela y Mar tienen el “cuerpo roto” de limpiar y van a pelear para que se reconozca: “Vivimos con dolor”
“No, señor. Si no retorciera una bayeta 200 veces al día, seguramente los metacarpianos me durarían más”. Es la respuesta de Mar Jiménez a lo que los médicos y la Seguridad Social le han dicho: que las enfermedades que padece son de origen común, no profesional. La lista es larga, con la espalda también afectada por varias hernias. En una situación similar está Rafaela Pimentel, operada de “manguito rotador y tendones rotos” y a la espera de una prótesis de rodilla. Una ha sido limpiadora de hotel, una kelly, como se las conoce por su asociación, y la otra, trabajadora del hogar. Pero ya no, porque no pueden. Tienen “los cuerpos rotos”.
Así se refieren a su estado de salud tras una carrera de trabajos en la limpieza, ya sea en hoteles o en casas, que dejan en ellas y sus compañeras unas secuelas que se repiten una y otra vez. “Hernias discales, tendinitis crónicas en el manguito rotador, epicondilitis en el codo, los metacarpianos operados, problemas en las rodillas, de salud mental...”, enumeran.
No es un listado exhaustivo, sino las patologías que ven cada día en sus compañeras y ellas mismas en cualquier reunión de trabajadoras de la limpieza y del hogar y de cuidados. Cuando se juntan compañeras de una determinada edad, que acumulan varios años de faena, aquello ya parece una consulta médica. Acaban con “los cuerpos rotos”, repiten Rafaela, de 64 años, y Mar, de 62.
En una de estas reuniones, se les ocurrió hacer una campaña y un calendario para denunciar esta situación y reivindicar el reconocimiento del origen laboral de sus enfermedades. Algo que a día de hoy ocurre con mucha dificultad y teniendo que acudir en muchos casos a los tribunales, critican.
Este sábado, 30 de noviembre a las 18.30h, desde los colectivos Territorio Doméstico y Kellys Madrid presentan en la capital, en el Museo Reina Sofía, la iniciativa bajo el lema 'Sin nosotras no se mueve el mundo', con actuaciones musicales y fiesta posterior. “Nunca pensé que iba a quedar tan bonito”, dice Mar sobre el calendario que se “han currado durante casi dos años”. Las imágenes, entre ellas la que abre este artículo, son de la fotógrafa Elvira Mejías.
El hoy: trabajar con dolor o quedarte sin sustento
La campaña busca “socializar” este problema, ponerlo encima de la mesa y que se conozcan las situaciones que viven estas trabajadoras. Primero, trabajan a destajo en muchos casos, sin apenas medidas preventivas, en tareas que han realizado tradicionalmente las mujeres y a las que se les ha dado poco valor.
Cuando llevan años de trabajo a sus espaldas, empiezan a enfermar. De esas patologías que mencionan Mar y Rafaela, que se repiten y repiten entre las compañeras. “Verás a muchas camareras de piso (kellys) operadas de los metacarpianos, por ejemplo, porque son enfermedades por realizar movimientos repetitivos por nuestro trabajo, lo tenemos muy claro”, explica Mar. También sucede entre las trabajadoras del hogar y de cuidados.
Como las hernias, de levantar colchones para hacer las camas y de mover a personas mayores, por ejemplo. Pero ese origen laboral no se reconoce en muchas ocasiones en las consultas, las mutuas ni los tribunales médicos de la Seguridad Social. “Estamos haciendo una media de 70 camas al día y ¿me estás diciendo que de eso no tengo la espalda jodida?”, dice Mar con indignación. En su caso, “tras diez años trabajando con dolor”, hace dos que tiene reconocida una incapacidad permanente, pero con origen de enfermedad común.
"Estamos haciendo una media de 70 camas al día y ¿me estás diciendo que de eso no tengo la espalda jodida?"
A Rafaela, que ha estado de baja por las operaciones en los tendones, la Seguridad Social la consideró apta para trabajar el pasado septiembre. “Estoy operada y ahora puedo lavarme el pelo o hacerme la comida, que no podía, pero no puedo levantar peso ni trabajar. ¿Cómo me subo a una escalera a limpiar unos ventiladores, el alto de los armarios, los cristales? ¿O cómo plancho?”, explica la trabajadora del hogar.
El día a día de estas mujeres pasa por trabajar con dolor durante años. “Vamos todas medicadas”, explican. Y, cuando “se rompen”, cuando de verdad no pueden más, se ven excluidas de las pensiones de incapacidad por una actividad profesional, con cuantías superiores a las de enfermedad común. Además, se calculan sobre salarios bajos, asi que la prestación “no da para vivir”, resume Mar.
Si no les reconocen ni la incapacidad, como es el caso de Rafaela, la situación se complica todavía más. En estos momentos, está esperando que le reconozcan el paro. “Menos mal que conseguimos ese derecho, que nunca pensé que sería para mí. Pero ahora no tendría nada”, dice la trabajadora del hogar. De momento, aguanta gracias a “una red de amigas”, que le están ayudando a pagar el piso. Verse así, tras casi 30 años trabajando y de alta en la Seguridad Social, le genera mucho enfado, reconoce.
“Es un mercado laboral machista, patriarcal y capitalista, que lo único que quiere es sacarte toda la energía para que produzcas, produzcas, produzcas. Pero cuando estás en condiciones de vejez o de enfermedad, el sistema no te quiere, te expulsa. Porque ya no le vales”, critica Pimentel.
El mañana: “No quiero que le toque esto a más compañeras”
Las trabajadoras, organizadas en los colectivos Territorio Doméstico y Kellys Madrid, están encabezando esta iniciativa para que “se conozca” lo que viven y, sobre todo, para cambiar las cosas. Para pelear por el reconocimiento de sus enfermedades profesionales y de otros derechos asociados, como el acceso a la jubilación anticipada para profesiones penosas, explica Mar Jiménez.
Primero, dirigen sus reclamaciones al Gobierno, que puede legislar y permitir que estas situaciones cambien. Por ejemplo, “feminizando el cuadro de enfermedades profesionales”, que apenas tiene reconocidas patologías de trabajos que desempeñan principalmente las mujeres.
También advierten de que irán a los tribunales para garantizar que se cumplen sus derechos. Como hicieron con el derecho a paro de las trabajadoras del hogar, hasta llegar a Europa, o como han hecho las kellys con algunas enfermedades profesionales, que han ganado en el Tribunal Supremo.
“Lo que hemos conseguido es porque hemos peleado y vamos a seguir peleando”, dice Rafaela, que reconoce el cansancio de combatir “tantas injusticias” en sus carreras. Pero no lo hacen solo por ellas. Lo hacen por sus compañeras. “Hay días que me levanto llorando de dolor. Es lo que tengo, lo que me ha tocado y no quiero que le toque a otras”, dice Mar. 'Sin nosotras no se mueve el mundo', recuerdan el lema de su campaña. Quieren que el Estado y la sociedad lo reconozca, que haga justicia con el trabajo de tantas mujeres. Por ello, pese a todo, siguen caminando.
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