El ministro de Finanzas holandés, Wopke Hoekstra, pidió en las negociaciones de los fondos europeos ante la crisis del coronavirus que la Comisión Europea debía “investigar” por qué algunos Estados miembros no tenían margen fiscal para afrontar la crisis de la pandemia. Es decir, por qué no aprovecharon la bonanza económica para reducir más del déficit y la deuda pública para acercarlos a los límites del Pacto de Estabilidad: menos del 3% de déficit –los 27 están por debajo– y menos del 60% de deuda –la mayoría está por encima y algunos lo doblan, como Italia o casi triplican, como Grecia–.
El comentario de Hoekstra llevó al primer ministro portugués, António Costa, a calificar de “repugnante” la actitud holandesa, y no ocultó su irritación ante declaraciones “repulsivas”, “sin sentido” y “totalmente inaceptables”.
Este jueves se reunieron los líderes de la UE, que no se ponen de acuerdo en cómo será el futuro fondo de recuperación de la UE: ni su tamaño, ni su diseño ni cómo recibirán el dinero los países. Y el bloqueo, de forma sistemática, llega de Holanda, que saca pecho de su cumplimiento del Pacto de Estabilidad y no quiere habilitar más dinero hasta que se gaste lo aprobado por el Eurogrupo –240.000 en préstamos del MEDE; 200.000 en avales del BEI; y 100.000 millones para los ERTEs de los países–, que va básicamente en préstamos y que se opone a que el fondo de recuperación se fundamente en transferencias en lugar de préstamos.
Ahora bien, Holanda cuenta con una bomba de relojería en el patio trasero de su economía: la deuda de sus familias y empresas es de las mayores de la UE. “La deuda privada sigue siendo alta según los estándares internacionales, a finales de 2018 era del 242% del PIB”, afirmaba la Comisión Europea en su último informe de país, el pasado mes de febrero.
La deuda privada en España, según el último dato del Banco de España conocido en enero pasado, quedó en 2019 en el 131,2% del PIB: el endeudamiento de las empresas se situó en el 73,8% del PIB y el de los hogares en el 57,4%.
Bruselas concede que “representa una reducción significativa de su pico de 267% del PIB en 2014”, pero recuerda “que se mantiene muy por encima del media de la zona del euro, del 135% del PIB. Tanto la deuda de los hogares, al 102% del PIB, como la deuda corporativa no financiera, al 140% del PIB, excede por mucho los umbrales”.
Así, considerando la deuda en su conjunto, tanto privada como pública, los Países Bajos están tan endeudados como Grecia y mucho más que España o Italia.
Los hogares holandeses son los segundos más endeudados de la zona euro (e incluso el segundo más endeudado del mundo después de los daneses), más del doble de endeudados que sus vecinos griegos o españoles e incluso casi tres veces más endeudados que los italianos.
Como en todas partes, casi toda la deuda de los hogares proviene de préstamos para la vivienda.
El banco central holandés considera que la situación en el mercado inmobiliario holandés es la mayor amenaza para la estabilidad financiera en los Países Bajos, según el Resumen semestral de estabilidad financiera del DNB: “El riesgo sistémico en el mercado de la vivienda aumentó significativamente en los últimos años y una caída repentina en los precios de la vivienda podría ser desastrosa para los hogares y los bancos”.
Así, el banco central holandés pidió a finales de 2019 a las entidades financieras 3.000 millones de euros en reservas adicionales para hacer frente a posibles impagos. Pero estaba previsto que entrara en vigor en otoño de 2020, por lo que Holanda está afrontando la crisis del coronavirus sin esa salvaguarda. En 2019, los hogares holandeses tenían una deuda hipotecaria pendiente de 527.000 millones de euros con los bancos holandeses, según el DNB.
¿Y cuál es el problema de la deuda privada? Que las familias y las empresas no pueden ni invertir ni consumir porque el dinero que obtienen lo dedican a devolver la deuda: es un dinero que no se pone en circulación.
La diferencia entre la deuda privada y la deuda pública es que lo público es una administración que crea y utiliza el dinero: el BCE no puede quebrar nunca porque tiene la capacidad de crear el dinero.
¿Y qué pasa si las familias o las empresas no pueden pagar sus deudas? O son embargados, o quiebran o dejan de pagar la hipoteca y el banco se queda con la casa y la deuda... Hasta que llega el Estado a rescatar a los bancos y se convierte esa deuda privada en deuda pública. Así ha sido la historia reciente de la deuda española, que en 2007 España tenía una deuda pública del 36% PIB que escondía una enorme burbuja de deuda privada: hasta que estalló y los estabilizadores automáticos hicieron el resto.
Isabelle Salle, profesora de la Escuela de Economía de Amsterdam, y Dany Lang, profesor de la Universidad Sorbonne Paris Nord, intentaban desmontar los mitos económicos holandeses en Le Figaro el viernes pasado.
“Los holandeses trabajan menos horas que nadie pero, lo que es más importante, más de un tercio de los trabajadores holandeses trabajan a tiempo parcial, la cifra más alta en la OCDE. Esta situación se debe principalmente a las mujeres: el 60% de las holandesas trabaja menos de 30 horas por semana”.
Salle y Lang concluían: “La deuda pública es necesaria para financiar proyectos colectivos, prepararse para el futuro y amortiguar las crisis. Asimismo, la deuda privada es necesaria para permitir que los hogares financien sus proyectos y negocios para invertir. Pero la solvencia de los préstamos es esencial y la toma de riesgos debe supervisarse estrictamente para evitar el colapso, lo que es aún más peligroso en el contexto actual de las finanzas globalizadas que experimentan crisis sistémicas recurrentes, como la crisis de Covid-19 y el detener los ahorros durante varias semanas no ayudará a mejorar”.
“Hay razones para dudar de la naturaleza sostenible y saludable de la deuda privada holandesa”, afirmaban los autores: “A la vista de los datos económicos, la postura de los que imparten lecciones y el comportamiento actual de los líderes holandeses son, por lo menos, inoportunos, tanto más porque el paraíso fiscal del que emanan contribuye a generar ingresos cómodos a expensas de ingresos fiscales de otras naciones europeas”.