En la madrugada del 6 de febrero de 2005, un grupo de jóvenes propinó una paliza a otro en los soportales de la plaza de Cuba, en Sevilla. La Audiencia condenó a tres de ellos a penas de entre doce y veintiún meses de prisión. Cuentan las crónicas de la época que la agresión se produjo al grito de “¿dónde vas, pijo?” por jóvenes de “estética cani” y que no fue la única de aquellos tiempos, en los que en un corto período se detuvo a más de cincuenta agresores por hechos similares en la ciudad. Si salió en los periódicos, si el caso vio la luz, fue porque el agredido era el dueño de la discoteca Boss, todo un emblema sevillano demolido en 2018 para construir viviendas. El entonces veinteañero Rosauro Varo, a quien durante la pelea rompieron la nariz, era ya un empresario conocido en Sevilla.
Varo (Sevilla, 1979) se ha incorporado como vocal y consejero independiente al Grupo Prisa el pasado diciembre y posteriormente ha sino nombrado vicepresidente del consejo de administración de la compañía. Lo hace junto a Javier Santiso —economista, inversor y antiguo director del fondo para startups de Telefónica, Amérigo— a propuesta de Joseph Ourgholian, representante del primer accionista de la compañía, Amber Capital, y tras la reciente destitución de Javier Monzón. Tanto Santiso como Varo son personas cercanas al presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete. Varo es, además, accionista relevante de Telefónica. Y Telefónica tiene una participación del 9,5% en Prisa.
Entre el suceso de aquella noche y el ascenso al consejo del primer grupo mediático español han pasado quince años. Varo ha pasado de ser un joven emprendedor de la noche a codearse con la alta clase empresarial del país. Hijo de un médico y una alta funcionaria de la Junta de Andalucía —Juana Amalia Rodríguez Hernández, cercana a Susana Díaz y diputada en el Congreso por el PSOE entre 2016 y 2019—, el sevillano empezó su carrera en los negocios gestionando locales de hostelería.
Quienes le conocen destacan sus dotes de relaciones públicas y su capacidad para hacer contactos en la clase política en España. Se le ha visto bailando con Susana Díaz, la expresidenta de la Junta de Andalucía, y compartiendo mesa con los Aznar. Varias personas señalan su excelente relación con el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.
Aunque varias informaciones apuntan a que su primer pinito consistió en montar un “telebotellón”, en una de las pocas entrevistas que ha concedido aclaró que solo trabajó para una empresa llamada Motocopas llevando botellas a domicilio. “Estudiaba segundo de Bachillerato y tenía un Vespino rojo”, dijo en 2018 al diario ABC. “Le decía a mi madre que me iba a estudiar los jueves por la noche a la biblioteca nocturna de la Facultad de Matemáticas, pero en realidad estaba repartiendo botellones por Sevilla. Eso mucho antes de la ley antibotellón”.
Después, según su relato, vendría la organización de una fiesta de fin de año y la reinversión de los beneficios en varios locales. Un perfil publicado por la revista Vanity Fair relata que Varo pidió a su familia 250.000 pesetas (unos 1.500 euros) para aquella fiesta. Fuentes de la empresa que dirige actualmente, GAT, confirman que “Rosauro Varo siempre ha sentido el apoyo personal de su familia en los proyectos en los que se ha embarcado” y que “particularmente, en su primera iniciativa emprendedora tuvo la ayuda de sus padres”.
Con 19 años, entró junto a dos socios en su primera compañía, Vendedores de Ilusiones. Con 20, en la segunda: Licores y Copas de Sevilla, la sociedad tras la mencionada discoteca Boss.
Rosauro Varo no suele hablar con la prensa, aunque desde su equipo han respondido a varias preguntas de elDiario.es y han enviado su currículum para elaborar este artículo. Tampoco acude a muchos eventos. Durante años se ha hablado más de él en la prensa rosa que en la salmón, dado que su pareja es la actriz Amaia Salamanca. La asociación de directivos Adacem le invitó hace dos años a un desayuno en el que repasó sus inicios y su salto a Madrid. En la misma época en la que andaba metido en hostelería y con uno de sus socios en la discoteca (Roberto del Pozo Antúnez), el joven entró en la distribución de móviles gracias al consejo de Alberto Yarte, director de Airtel en Andalucía.
“El sector estaba en efervescencia y abrí una tienda frente al hospital Virgen del Rocío”, declaró. Así nació Bosynet, una empresa de franquicias de telefonía que hoy pertenece a GAT (Grupo Atento), el fondo con el que Varo gestiona sus inversiones en telecomunicaciones, inmobiliaria y negocios tecnológicos.
La venta de Pepephone y el odio de los taxistas
Con 27 años, Varo se mudó a Madrid para trabajar como director de MP Corporación en la capital. MP es una empresa industrial de ascensores que estuvo dirigida por el empresario andaluz Gonzalo Madariaga, hoy presidente de la ingeniería Ditecsa. “Una de las peticiones que le hice a Madariaga fue poder compaginar MP con mis negocios (...) Durante mis tres años en MP tuve una de mis experiencias profesionales más importantes. Antes tenía visión de pequeña empresa y pasé a una gran organización con planes estratégicos, comités de dirección, reportes de gestión”, explicaba Varo a ABC. “En 2010, mi empresa GAT empezó a coger envergadura y resultaba complicado compaginar todo, por lo que dejé MP”.
En Madrid, Varo empezó a conocer a la jet. Se hizo amigo de Javier Hidalgo, el hijo del fundador de Globalia, Juan José Hidalgo. Globalia había creado Pepephone en 2007 como operadora de bajo coste y decidido en 2012 gestionarla de forma independiente para centrarse el en turismo. “En una de esas conversaciones [con Javier] surgió la oportunidad de adquirir Pepephone”, contaba Varo. Dicho y hecho: Hidalgo junior y Varo compraron Pepephone al 50% cada uno y pasaron a ser presidente y vicepresidente. Bajo los mandos de Pedro Serrahima —otra personalidad cercana a Pallete y hoy director de O2 en Telefónica—, Pepephone despegó y se vendió por 158 millones a MásMóvil en 2016. La operación convirtió a Varo en millonario.
Poco antes de la venta, en marzo de 2015, el director financiero de Cabify, Juan García Braschi, había constituido en Madrid la sociedad Vector Ronda Teleport. Cabify entraba así en el negocio de las VTC, las licencias de conductor privado cuyo valor creció como la espuma en pocos años debido a la llegada de Uber y de la propia Cabify. Un puñado de empresarios —incluyendo ex-jefes del taxi y emprendedores tecnológicos a los que Telefónica ya había hecho ricos, como los fundadores de Tuenti Félix Ruiz, Hugo Arévalo y Zaryn Dentzel— empezó a comprar licencias para operar en ambas apps.
Tras vender Pepephone, Rosauro Varo irrumpió en este sector. Inyectó 30 millones de euros en Vector Ronda, que ya disponía de 1.500 licencias. Varo se convirtió entonces en uno de los blancos de los taxistas, que empapelaron las calles de Madrid con su fotografía y el nombre de su madre. Los taxistas no han recibido bien su nombramiento como consejero de Prisa. “Nos tenemos que ir preprando para una buena ración de desinformación”, tuiteó el lunes la cuenta de Élite Taxi.
La relación entre el sevillano y Cabify se ha estrechado en los últimos tiempos. En 2019, la compañía de movilidad y GAT llegaron a un acuerdo por el que Vector se integraba 100% en Cabify y GAT se convertía en accionista de Cabify con 37 millones de euros. Con esta inversión, el grupo amplió los sectores en los que invierte. “GAT Tecnhology, quizá el vehículo que mejor representa su ADN emprendedor, pone el foco en compañías de base tecnológica sustentadas en modelos de negocio disruptivos y con alto potencial de crecimiento”, explican desde la empresa. Otras inversiones menos “disruptivas” son las inmobiliarias: GAT tiene proyectos en Andalucía y, junto a Globalia, dos torres de lujo en Cancún.
El empresario sevillano era consejero del medio digital El Español, del que ha dimitido tras solo seis meses después de su nombramiento. El comunicado de Prisa sobre los nuevos nombramientos destaca que los perfiles profesionales y experiencia de Santiso y Varo encajan en el consejo por sus aptitudes de “transformación digital, emprendimiento, renovación generacional y participación activa en el ámbito de la cultura”. Desde GAT apuntan que la filosofía empresarial de Varo se resume en la siguiente frase: “El cambio no es una amenaza que hay que esquivar, sino una oportunidad, una palanca para el crecimiento”.
Con información de Rodrigo Ponce de León.