Los mercados de capitales suelen actuar como sensores de alta precisión ante cualquier atisbo de convulsión económica, financiera o geopolítica. También de índole climatológica, en especial, catástrofes meteorológicas de especial magnitud, perturbaciones en la paz social o alteraciones en la carrera digital que aparezcan en el firmamento inversor. Sus sistemas de alarma temprana no siempre resultan certeros, aunque suelen poner sobre la pista de maniobras más o menos soterradas que pueden llegar a emerger en el siempre latente orden mundial en cualquier momento.
Singapur se ha convertido, al aproximarse el primer aniversario del conflicto armado de Ucrania, en un magnífico escaparate sobre la Guerra Fría entre EEUU y China. Este país es el auténtico tensiómetro del pulso evolutivo de la fragmentación económica entre ambas superpotencias.
Este decoupling o reseteo de las reglas de la globalización se ha intensificado a raíz de los vetos impuestos desde la Casa Blanca a la comercialización de tecnología made in US y de componentes, semiconductores y chips al gigante asiático por su alianza geoestratégica con Rusia. En medio de una dialéctica cada vez más nítida e intensa de que la Administración Biden, lejos de defender el proceso de libre flujo de mercancías, servicios y capitales, parece proclive a provocar su quebranto o, al menos, a alterar el flujo de los mercados globales.
El fondo soberano de Singapur ha mostrado una sensibilidad elocuente a este peligro de choque de trenes: acaba de recortar los activos del capital riesgo y privado con pasaporte de origen chino en su voluminosa cartera de más de 700.000 millones de dólares, según fuentes familiarizadas con la bolsa de Singapur citadas por Financial Times. Las alarmas geopolíticas y económicas han saltado por el liderazgo de Xi Jinping en 2022. Su política económica genera “ansiedad” entre los altos ejecutivos del CIG o Goverment of Singapore Investment Corporation. La campaña de “prosperidad común” decretada por el presidente chino para reducir la extensa brecha de desigualdad social y otros “cambios inesperados e inciertos” como el temor a que la batalla tecnológica desatada por Washington pueda llevar a la quiebra a conglomerados chinos del sector.
El bocado inversor del CIG ha sido notable, pese a que el fondo intensificó el valor de sus activos en más de un 17% el pasado ejercicio, lo que revela que la operación ha sido rentable. También por las dudas que genera la reapertura de la economía china tras la súbita interrupción de la política de Covid-cero, como respuesta a las protestas sociales en varias de las grandes capitales del país. Además hay que añadir la incertidumbre que se mantiene sobre las empresas inmobiliarias chinas desde la quiebra camuflada de Evergrande en el verano de 2021 y que ha regado de préstamos a un mercado que altera parones y estados de ebullición en los precios residenciales.
Pekín también ha arremetido en varias ocasiones en los últimos tres años contra la acumulación de riqueza de Singapur, a la que acusa de exigir estrictas regulaciones a empresas chinas de varios sectores productivos -esencialmente, el tecnológico y el de componentes-. China frenó, por ejemplo, la salida a bolsa de Ant Group, filial de la multinacional Alibaba, por un valor de 37.000 millones de dólares, una operación que dañó la cartera de capitales de GIC.
Por contra, el fondo soberano de Singapur admitió que en 2022 invirtió en solo dos compañías chinas, frente a las 16 del ejercicio precedente, el censo más bajo en los tres decenios de historia de gestión de capitales con activos chinos.
El complejo equilibrio geoestratégico de Singapur
Singapur siempre ha sido un enclave que ha luchado por una utópica neutralidad para contener los intentos de influencia -e injerencia, en no pocas ocasiones- de las dos superpotencias. Varias voces oficiales de la ciudad-estado reconocen que la tormenta geopolítica perfecta que se fragua en la actualidad hace difícil su “resistencia pasiva” y la “confortabilidad” que genera la estrategia de su gobierno en épocas de paz. El decoupling comercial y la Guerra Fría política ha abierto una vía de agua en la frágil línea de flotación, según sugiere su ministro de Exteriores, Vivian Balakrishnan.
En su opinión, la “espiral de escaladas y conflictos” sobre asuntos como Taiwán o el más reciente de los globos espías en el terreno de la diplomacia y la seguridad, o de las disputas cada vez más frecuentes por el liderazgo tecnológico y la hegemonía económica mundial, han elevado el tono y la retórica. “Ha propiciado la pérdida del ingrediente clave del diálogo y las relaciones a países que, como Singapur, se sienten como un tercero en discordia y sometido a fuertes decepciones”, ha explicado.
Balakrishnan mostró su preocupación por la exhibición de fuerzas de ambas superpotencias en el Estrecho de Taiwán y recalcó que las “actitudes asertivas” del pasado por parte de China han dado paso a un “creciente nacionalismo” y a acciones frecuentes “de musculación” en defensa unilateral de sus intereses en el orden internacional. En el ámbito económico, “su peso también ha crecido de manera substancial, al igual que sus vulnerabilidades”, entre las que destaca una mayor “ansiedad reivindicativa de su sociedad” que podría incitar al régimen de Pekín a aprobar “respuestas” convincentes.
Pero, por encima de críticas puntuales, a las autoridades de Singapur les quita el sueño el deterioro de la globalización y de los lazos bilaterales entre Washington y Pekín. “La elección de Singapur como centro financiero, destino portuario y hub comercial y empresarial de primer orden puede ponerse en tela de juicio” si la globalización acelera su desintegración, según apunta Beh Swan Gin, presidente de su Comité para el Desarrollo Económico, una institución oficial.
Varios botones de muestra desvelan este foco de tensión. El primero es que la lógica de la economía y la geopolítica internacionales obliga a reenfocar las lentes del capital, porque las esferas empresariales se van a alterar y el lugar que ocupará China en este nuevo mundo es todavía más difuso que el de EEUU. El segundo, que un decoupling obligará más pronto que tarde a las compañías con vocación transnacional a elegir bloque preferencial para sus negocios y el estatus financiero de Singapur se verá alterado. Y, finalmente, que Pekín sopesa modificar sus leyes para repatriar capitales desde la ciudad-estado, enclave en el que se han radicado cientos de nuevas firmas chinas en los años recientes.
Para Swan Gin, además, la política industrial con más de medio billón de subsidios directos a las familias y empresas estadounidenses para impulsar la neutralidad energética que ha puesto en liza la Casa Blanca “añade una rivalidad inversora global e intensa en los sectores manufacturero, energético y tecnológico” que trastoca los señuelos inversores de Singapur. Pese a que, en 2022, logró atraer la histórica cifra de 22.500 millones de dólares en capitales fijos vinculados a firmas de componentes y semiconductores. “No dejamos de ser un país pequeño que necesita reforzar constantemente sus estrategias económicas y de inversión”, aclara.
Un paraíso para grandes patrimonios
Sin embargo, Singapur es cualquier cosa menos un reducto residual de Asia. Es un destino de las grandes fortunas. Los milmillonarios chinos, por ejemplo, lo prefieren frente a Hong-Kong. Los complejos residenciales Círculo 33, en la milla de oro de Scotts Road, es el retiro dorado habitual de gran parte de ellos, fomentados por Zhang Tao uno de los cofundadores de Meituan Dianping, la gran plataforma de e-commerce china. Un área llena de coches de altas gamas de las más emblemáticas marcas automovilísticas, de restaurantes de lujo gastronómico y de residencias de alto standing y clubs privados exclusivos sin las restricciones del COVID.
La política de “prosperidad común” de Xi Jinping ha alterado el sueño a los partícipes de este éxodo de riquezas chinas que añoran la máxima de Deng Xioaping de conseguir dinero y gloria. Ahora barajan fórmulas de reubicación de sus carteras de inversión y propiedades empresariales lejos de Singapur. “Existen deliberaciones serias sobre esta cuestión y los pasos a seguir”, afirma Drew Thompson, investigador en la Universidad Nacional de Singapur para quien “las decisiones sobre la repatriación o no de capitales en el futuro están sobre la mesa”. Y, según la Autoridad Monetaria de Singapur, en 2021, el patrimonio acumulado chino en el enclave creció un 16% hasta los 3,9 billones de dólares.
Sin embargo, el gancho inversor de Singapur es generalizado, casi como una red de arrastre. Es también el paraíso más seguro para las fortunas occidentales en el Sudeste Asiático. Así lo afirma Stephan Repkow, gestor en Wealth Management Alliance, que lo considera “el lugar idóneo para clientes extranjeros con propensión a grandes gastos”. El World Economic Forum (WEF), entidad que convoca cada año las cumbres de Davos, lo califica como El Dorado de la migración de ricos en el planeta.