El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha dejado claro que no tiene intención de desplegar fuerzas estadounidenses o de la OTAN en Ucrania, pero que si Moscú invade este país atacará con “serias consecuencias económicas”, entre otras, está la opción de dejar sin chips a Rusia, lo que se traduciría en un problema de abastecimiento de ordenadores, teléfonos, sistemas de aviación y un largó etcétera, ya que casi todas las tecnologías dependen de los semiconductores.
Biden podría aplicar esta medida coercitiva contra Moscú siguiendo una doctrina conocida como regla de productos producidos en el extranjero, norma que prohibiría exportar a Rusia todo producto hecho con tecnología estadounidense, incluso si los componentes físicos de los productos son producidos en un tercer país.
Nunca antes se ha aplicado esta medida a una nación, pero el expresidente Donald Trump la usó contra el gigante chino de las telecomunicaciones Huawei en 2020. El veto hizo que la empresa pasara de estar en el primer lugar de ventas de teléfonos inteligentes al décimo y que sus ingresos cayeran un 30% en 2021.
Dado el dominio de la tecnología y del software de Estados Unidos y sus aliados en Europa, Taiwán y Corea del Sur, de ponerse en práctica, esta medida se podría aplicar casi a cualquier producto que contenga semiconductores y superaría con creces las sanciones financieras que Estados Unidos adoptó tras la anexión rusa de Crimea en 2014.
Una economía rusa más acorazada
La economía de Rusia está mucho más acorazada ahora que hace siete años, pero el sector que el presidente ruso, Vladimir Putin, no ha podido proteger contra posibles sanciones es su tecnología. Rusia tiene solo unas pocas fábricas de semiconductores, la mayoría obsoletas y dependientes de los componentes y las patentes de las empresas occidentales, según explicaba en un artículo The Wall Street Journal.
Después de las sanciones por la anexión de Crimea, Putin, se centró en fortalecer a Rusia, abasteció su país con reservas extranjeras, compró oro y pasó a exportar más a China. Además, se ha esforzado por separarse del dólar y ha reducido la deuda con inversores extranjeros. Moscú optó por una política fiscal conservadora y mantuvo la deuda del gobierno en menos del 20% del PIB, en comparación con el 133% en Estados Unidos, según los datos del FMI.
En los últimos años Putin también ha reforzado sus reservas de divisas a través de compra de oro, aproximadamente 180 toneladas cada año. Sus reservas, que además de oro cuentan con monedas extranjeras, alcanzó un récord de 630.000 millones de dólares en diciembre, una de las más grandes del mundo, según el Banco Central de Rusia.
También ha estrechado lazos económicos con China. En 2019 se inauguró el gasoducto Siberia Power, el cual suministra gas al norte de China desde la región de Yakutia, en Siberia, que fue el resultado de una inversión de 55.000 millones de dólares. Desde entonces, el comercio entre los dos países ha crecido a más de 100.000 millones de dólares anuales.
No obstante, pese a los esfuerzos de Putin, una oleada de sanciones económicas por parte de Estados Unidos y sus aliados podría dañar seriamente la economía del país y la moral de los ciudadanos.
Además de dejar sin chips a Rusia y sancionar a los grandes bancos rusos, otro duro golpe que occidente podría propinar es la exclusión de Rusia del sistema de datos bancarios SWIFT, base del sistema financiero global que es usado por más de 11.000 instituciones financieras en más de 200 países. En 2012 esta sanción se aplicó contra bancos iraníes y perjudicó seriamente a la economía persa.
En el caso de una desconexión SWIFT, Rusia podría recurrir a su red alternativa, el Sistema para la Transferencia de Mensajes Financieros (SPFS). No obstante, pese a que casi todos los bancos del país se han unido a esta red, según datos del Banco Central ruso, solo se usó para el 20% de las transacciones financieras en 2020. Además, no es un sistema popular en el resto del mundo, ya que solo una entidad crediticia china se ha unido.