La economía de España sigue sorprendiendo positivamente y las previsiones apuntan a que crecerá cerca de un 2% tanto en 2024 como en 2025. Este ritmo será suficiente para liderar a los principales socios europeos. Un papel que nuestro país viene asumiendo desde 2021, desmintiendo una y otra vez los mensajes catastrofistas del Partido Popular (PP), de la extrema derecha y de algunos economistas y centros de análisis en contra del Gobierno de coalición.
El arranque de 2024 ha avalado las expectativas. El PIB (Producto Interior Bruto) avanzó un 0,7% entre enero y marzo, respecto al último trimestre de 2023. Y la OCDE ha confirmado esta misma semana que, en 2023, España fue el segundo Estado de la Organización en donde más aumentó la renta real de los hogares —una vez restado el mordisco de la inflación—, superando el nivel previo a la gran crisis financiera de 2008.
De nuevo, un “crecimiento diferencial” frente a nuestros principales socios (Alemania, Francia o Italia), según lo describió el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, la semana pasada. “El dinamismo de la actividad ha mostrado una notable resiliencia en los últimos trimestres —en comparación tanto con las previsiones disponibles a principios de 2023 como con el resto de la eurozona—”, coincidió el Banco de España en su informe anual, publicado también hace unos días.
El buen dato de crecimiento, acompañado del récord de más de 21 millones de trabajadores afiliados a la Seguridad Social en abril, no ha impedido que algunos expertos hayan aprovechado para empezar a preguntarse sobre los distintos 'techos' de la economía española. “¿Se empiezan a ver las costuras?”, cuestiona Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, en un análisis reciente. “El ciclo expansivo de la economía y su caducidad”, titula, por su parte, Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas.
Las dudas sobre la marcha de la actividad apuntan a “la saturación” del turismo, al grave problema del acceso a la vivienda, a la falta de inversión en general, al regreso de las reglas fiscales de la UE o a la polarización política. Además, sobrevuelan las advertencias conocidas sobre la baja productividad o la elevada tasa de paro estructural, que pese a la histórica creación de puestos de trabajo no se espera que baje del 10% en los próximos años.
Sin duda, existen tales “costuras”, y la “caducidad” de los ciclos de crecimiento es una amenaza constante en nuestro sistema económico, sobre todo por los riesgos geopolíticos que existen fueras de nuestras fronteras, como el genocidio en Gaza o la invasión rusa de Ucrania.
Aunque en los últimos años han sobresalido más las fortalezas y las transformaciones: desde la transición energética (es decir, la generación de energía limpia y más barata), pasando por la insólita importancia de las exportaciones de servicios no turísticos (de consultoría o relacionados con la tecnología), hasta la menor precariedad en el mercado laboral.
Fortalezas a las que deberían sumarse nuevos motores: como la moderación de la inflación y la bajada de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE), que aliviarán los bolsillos de las familias y favorecerán también a las empresas; o como el despliegue del Plan de Recuperación.
La saturación del turismo
Entre las “costuras” de la economía española que señala Miguel Cardoso, de BBVA Research, está el 'boom' del turismo desde el fin de las restricciones sanitarias por la pandemia. “La contribución del turismo extranjero [al crecimiento] es enorme y sus externalidades negativas comienzan a percibirse como relevantes por la sociedad”, dice este experto. “Los elevados ritmos de avance de los servicios vinculados al turismo explicaron en torno a la mitad del crecimiento de 2023 [el PIB avanzó un 2,5% el año pasado]”, detalló Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, este martes, ante la Comisión de Economía, Comercio y Transformación Digital del Congreso de los Diputados.
“El principal motor del crecimiento puede estar llegando al tope de su capacidad”, incide. “El incremento de un 19% trimestral en el consumo de no residentes durante el primer trimestre de 2024 lo situaría un 42% por encima de los niveles del cuarto trimestre de 2019”, explica Miguel Cardoso. “Si bien es cierto que la inversión ha logrado aumentar el número de plazas turísticas disponibles, principalmente en segmentos de calidad (4 y 5 estrellas), y que se está creciendo al desestacionalizar la ocupación, el sector enfrentará cuellos de botella hacia delante”, avisa este economista.
“Por ejemplo, se está produciendo un incremento en los costes de transporte; persiste la falta de mano de obra cualificada; hay un encarecimiento de los costes salariales; y se mantienen obstáculos burocráticos que impiden aumentar la inversión. Quizá más importante aún, comienza a haber una saturación en los destinos que reduce su atractivo e impone cada vez más costes sobre la población doméstica. Todo esto hace que sea más probable que el crecimiento futuro de la demanda se traslade a un mayor aumento en los precios y pérdida de competitividad. Eventualmente, si no continúa la mejora en el servicio, esto supondrá una ralentización”, diagnóstica el experto de BBVA.
En su informe anual, el Banco de España argumenta que, desde 2021 y hasta ahora, “cabe destacar el posible impacto positivo sobre las llegadas de turistas de los conflictos geopolíticos de Oriente Medio y, sobre todo, la mayor diversificación en términos de los destinos entre las diferentes regiones españolas y la mayor afluencia de turistas extranjeros en la temporada de otoño e invierno”. Los dos gráficos que escoltan este párrafo muestran sendas tendencias.
“España está superando a Alemania, Italia y Francia, y su respectivo índice PMI de servicios [índice adelantado sobre la actividad de S&P Global, que se construye en base a encuestas a empresas y cuya última lectura es de abril] se mantiene varios puntos por delante de sus economías homólogas. A pesar de las turbulencias políticas, España parece estar capitalizando desproporcionadamente el turismo”, expone Cyrus de la Rubia, economista jefe del Hamburg Commercial Bank.
El problema de la vivienda
Otro mercado en el que están saltando las señales de alarma es el de la vivienda. “Quizá represente el mayor obstáculo para el crecimiento hacia delante. Ahora mismo, se calcula que los hogares tendrían que dedicar alrededor o más de un 40% de su renta salarial al pago de la hipoteca en aquellas comunidades autónomas o centros urbanos donde los precios son más elevados”, recuerda Miguel Cardoso.
“En otros mercados, esto llevaría a los productores a incrementar la oferta. Sin embargo, la inversión en vivienda permanece virtualmente estancada desde hace más de 3 años en un nivel un 8% inferior a lo observado antes de la pandemia. Los visados de obra nueva, que adelantan la evolución futura de esta variable, anticipan que esto seguirá igual en los próximos dos años. El resultado será que toda la presión de la demanda continuará trasladándose a los precios, con la pérdida de bienestar que esto puede traer para los residentes en España y la pérdida de atractivo como país receptor de inmigración”, opina este analista de BBVA Research.
Además, en el informe anual del Banco de España, se insistió en que nuestro país es “la economía europea donde un mayor porcentaje de personas que residen en el mercado del alquiler se encuentra en una situación de riesgo de pobreza o de exclusión social”.
Tras el agresivo ciclo de austeridad monetaria desde julio de 2022, el inicio de las bajadas de los tipos de interés oficiales que el BCE iniciará en junio debería dar un respiro en el mercado de la vivienda. Al menos, lo hará a través del abaratamiento del Euríbor, el índice de referencia para el cálculo de las cuotas de las hipotecas. Por otra parte, todavía se desconocen los resultados de la aplicación de la nueva Ley de Vivienda y del resto de medidas del Gobierno de coalición, aunque inicialmente parecen insuficientes.
Sin duda, el asfixiante acceso a la vivienda es una amenaza para la resistencia del consumo de las familias, sobre todo de las más vulnerables, incluso pese a la moderación de la inflación, que acabará el año en tasas interanuales cercanas al 2% según las estimaciones.
Un año con Presupuestos prorrogados
Otra “costura” del crecimiento económico de España es la prórroga de los Presupuestos Generales de 2023, tras la renuncia del Gobierno de coalición a buscar un acuerdo con otros socios para sacar adelante una cuentas para este 2024, después de la convocatoria de elecciones anticipadas en Catalunya. En el primer trimestre de este ejercicio, ya se habrían visto las consecuencias con una caída del “consumo público”.
La renuncia a los Presupuestos de 2024 enfrentó al PSOE y a Sumar dentro del Ejecutivo, y ha dificultado la aprobación de algunos acuerdos de la propia coalición. Según fuentes conocedoras, la patada hacia delante “busca dejar el déficit de este año por debajo del 3% del PIB y salir del procedimiento de déficit excesivo antes de tiempo”. Es decir, para cumplir con el regresos de las reglas fiscales de la UE, tras su suspensión por la pandemia.
Desde Sumar vienen insistiendo en que “esto no lo compartimos, porque para nosotros la prioridad es el pleno empleo y el mejor colchón fiscal para la siguiente crisis es llegar con el mercado de trabajo más ancho posible”. El Banco de España calcula que este corsé fiscal, con renovadas recetas de austeridad [eso sí, algo más flexibles que en el pasado], conllevará un ajuste anual (de la diferencia entre los ingresos y los gastos del Estado) que equivale a entre 5.000 y 10.000 millones de euros.
“Es posible que el consumo público haya tocado techo, como lo muestra la caída observada en el primer trimestre”, dice Miguel Cardoso, que alude precisamente a “un entorno donde no hay aprobados unos presupuestos generales del Estado para 2024 y existe un compromiso de consolidación fiscal para 2025”.
La inversión
El último freno para la economía española es la lenta recuperación de la inversión desde 2020, sobre todo en la construcción de vivienda. Sin embargo, se podría ver también como una fuente de crecimiento potencial ante el despliegue de la segunda fase del Plan de Recuperación, el abaratamiento de los costes de financiación y la insólita importancia que han cobrado sectores relacionados con la propiedad intelectual o la digitalización.
“El punto de inflexión debería producirse el año que viene, cuando se anticipa una demanda menos boyante como consecuencia de la normalización de las pautas de consumo, tanto público como privado. La clave pasa por el fortalecimiento de las actuales ventajas de competitividad, siendo la inversión una condición necesaria para conseguirlo, particularmente en un contexto de cambio tecnológico acelerado. A este respecto, el repunte de la inversión es todavía demasiado incipiente para vislumbrar un ensanchamiento de la capacidad productiva. Y para desatascar la productividad, clave de bóveda para generar un ciclo inédito, pero alcanzable, de convergencia sostenible con Europa”, reflexiona Raymond Torres, de Funcas.
“La acusada debilidad de la inversión y el pobre desempeño de la productividad [...] incidirán negativamente sobre el ritmo de avance futuro de la actividad”, comentó Pablo Hernández de Cos este martes en el Congreso. Aunque, por otro lado, resaltó que “las proyecciones están particularmente condicionadas por el ritmo de ejecución del programa Next Generation EU [el Plan de Recuperación], cuyo impulso se espera que gane tracción en 2024 y 2025”.
“España ha sido pionera en el despliegue del Plan de Recuperación en la Unión Europea y es uno de los países más avanzado en la ejecución de inversiones y reformas”, presume, por su parte, el Gobierno de coalición en la actualización de su cuadro macroeconómico, que envió a la Comisión Europea a las últimas horas del 30 de abril, apurando el plazo.