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El turismo español corre el riesgo de morir de éxito

Mientras en algunas ciudades como Barcelona o Palma se producen protestas contra la gentrificación, el negocio del turismo sigue una tendencia imparable. El portavoz del Gobierno, Íñigo Méndez de Vigo, sacaba pecho en rueda de prensa tras el último Consejo de Ministros de que si España sigue a este ritmo puede alcanzar los 83 millones de llegadas de turistas extranjeros en 2017. Una cifra que supondría un aumento del 10% respecto al año pasado, cuando se registraron 75,3 millones de llegadas extranjeras. Esa cifra ya supuso a su vez un incremento de casi el 10% respecto al ejercicio anterior.

En este marco de subidas, ¿dónde está el límite para el turismo en España? Una respuesta complicada, según los expertos consultados, y que depende mucho del lugar dónde se analice. Mientras los vecinos de algunas ciudades protestan por el incremento del turismo y el impacto que tiene, por ejemplo, en el acceso a la vivienda, el efecto en zonas del interior es sensiblemente menor y hay margen para que el negocio aún florezca.

La Organización Mundial del Turismo (que depende de Naciones Unidas y tiene como sede Madrid) sigue hablando de una evolución imparable de viajeros que llevó a 1.200 millones de personas a realizar viajes turísticos en 2016 (6.000 millones hicieron turismo doméstico) y que sigue en aumento año a año.

Por eso, la organización nombró 2017 como año del turismo sostenible para empezar a aproximarse a este negocio desde una perspectiva que garantice un equilibrio entre una opción de ocio y libertad para millones de personas, pero que también pone en riesgo el equilibro de los países de acogida.

En España, la industria turística asegura que no pretende apostar tanto por un aumento de llegadas de viajeros como por trabajar en que se incremente la actividad turística. Esto es: más gasto por visitante. José Luis Zoreda, presidente de la asociación de grandes empresas turísticas, Exceltur, cree que “el recorrido tiene que tener un mayor valor turístico y mayor recuperación de márgenes que puedan generar una mayor inversión y mayor empleo”. Precisamente una de las críticas de los sindicatos es la precariedad del empleo del sector y las condiciones de los puestos que no reflejan el boom de esta industria.

Las últimas previsiones de esta patronal hablan de un aumento del 4,1% del PIB turístico, el que mide la actividad relacionada con este sector, en el primer trimestre de 2017. Se encadenan así 14 trimestres consecutivos con aumentos superiores al 3%.

El turismo de interior

“España puede crecer mucho como país, pero no en los mismos sitios”, concluye Ramón Estalella, secretario de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos, CEHAT . “Es importante crecer fuera de temporada”, dice y apunta que hay zonas que están “saturadas” pero que España es un país enorme. Esta diversificación, tanto geográfica como estacional, sí podría revertir en un aumento del negocio turístico que saturara tanto como el modelo actual.

Para Semana Santa, la previsión de la Secretaría de Estado de Turismo es que la ocupación hotelera sea del 85,7% lo que significa un incremento de 4,7 puntos respecto a la Semana Santa del año pasado. En el caso del turismo rural, alcanzará una ocupación del 81%, según los datos de TopRural.

“El turismo interior tiene una marcada estacionalidad”, explica Joseba Cortázar, de Top Rural. La ocupación media anual es del 19% y si se tienen en cuenta los fines de semanas llega al 30%. En muchos casos, esto hace que la actividad turística sea secundaria frente a la agricultura y otros negocios. Cortázar explica que en otros países hay zonas como la Toscana o la Provenza que han conseguido un fuerte posicionamiento de marca turística que aún está por lograrse en España.

Un caso comparable lo representa el Camino de Santiago. Un ejemplo que también cita Estalella que señala que también podrían potenciarse destinos rurales como la ruta del románico o algunos parques naturales con actividades de senderismo.

La 'turistificación'

La otra cara de la moneda es Barcelona, donde el negocio turístico está poniendo a prueba la vida en la ciudad y complicando el acceso a la vivienda con un incremento del alquiler turístico frente al de larga duración. Daniel, de la Asamblea de Barrios por un Turismo Sostenible, señala que existe una “hiperinflación” continua en los precios de la vivienda que se da por una combinación del sector turístico e inmobiliario.

Para Daniel, la ciudad está “completamente saturada” y el crecimiento del turismo ha llevado a que la economía de la ciudad se haya volcado hacia ese sector. “Puedo tener doce tiendas de souvenirs al lado de mi casa pero es más difícil tener una ferretería o una zapatería que no sea de lujo”, señala este miembro de la asamblea que vive en el centro de Barcelona.

Los problemas de movilidad que afectan al tránsito y a los peatones, la contaminación del aire por el incremento de cruceros o el aumento de la generación de residuos son otros de los problemas que apunta.

Otros lugares de España también han vivido problemas por el gran número de turistas, como en el caso de algunas islas de Baleares o en otras zonas de playa como la Costa del Sol. Un turista consume entre tres y cuatro veces más agua al día que un residente permanente (cuyo consumo oscila entre los 100 y 200 litros diarios). El problema se agrava porque además estos viajeros se concentran en zonas con más escasez de agua. Otro de los puntos negros relacionado con este aspecto son las infraestructuras. Por ejemplo, el caso de las depuradoras que no están preparadas para los picos turísticos.

El turismo ha sido considerado como “locomotora” económica por el Gobierno y según el ministro del ramo, Álvaro Nadal, un sector “abierto” que crea muchos puestos de trabajo. En este contexto de optimismo nacional, los problemas que surgen son en general de índole local, lo que unido a unas competencias en parte cedidas a las comunidades complica el rompecabezas de cómo gestionar el panorama turístico y sus problemas asociados.