A los líderes europeos no les está quedando otra que abandonar la prudencia inicial con que recibieron la victoria de Donald Trump y hablan ya abiertamente de los peligros que entraña su presidencia, cuando tan sólo lleva una semana en el cargo. No sólo en materia de seguridad, donde el nuevo dirigente amenaza con no garantizar la defensa de Europa, sino también en el ámbito económico. El presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, ya reconoció ante sus colegas la semana pasada que las primeras decisiones del republicano al frente de la Casa Blanca conllevan un “riesgo” para la economía de “Europa y la zona del euro”.
Trump ha empezado a aplicar su política proteccionista, con la que aspira hacer realidad su lema: “América primero”. Ya ha firmado la orden para construir el muro con México -causando su primera crisis internacional-, ha anunciado su intención de renegociar el acuerdo comercial con México y Canadá (el NAFTA, por su siglas en inglés) y ha cancelado la participación de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (el TTP).
Su política comercial hacia Europa también es clara: dar prioridad a un acuerdo con el Reino Unido, que aspira a firmar una vez Londres abandone la UE. La primera ministra británica, Theresa May, se ha reunido esta semana en Washington con Trump con ese objetivo. Desde 2009, es la Comisión Europa quien tiene la competencia para negociar tratados comerciales en nombre de los veintiocho, por lo que el Gobierno británico no podrá cerrar nada hasta que no abandone el club, pero sí puede entablar contactos de manera informal.
Trump ha mostrado en más de una ocasión su rechazo a la UE. En la entrevista que concedió al diario The Times y el Bild cuatro días antes de jurar el cargo, vaticinó que “el Brexit acabaría siendo algo muy bueno”, porque “más países se irían”. Y el hombre que suena con más fuerza para se el próximo embajador de Estados Unidos ante la UE, Ted Malloch, ha predicho que el fin del euro llegará en 18 meses.
Ante este escenario, Bruselas y el resto de capitales europeas empiezan a mirar hacia otros posibles socios en América Latina y Asia. Teniendo en cuenta, además, que el acuerdo comercial que la UE negociaba con Estados Unidos –el TTIP– recibió la puntilla el 8 de noviembre del año pasado, cuando Trump ganó las elecciones.
“Estamos progresando en las conversaciones con Japón”, dijo esta semana la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, así como “con el Mercosur o en el acuerdo de inversión con China, ahora que las empresas chinas se están convirtiendo en grandes inversores en la UE”, dijo.
El presidente chino, Xi Jinping, sorprendió a todo el mundo en el Foro Económico de Davos, al erigirse en el nuevo defensor del libre comercio. “Acusar a la globalización económica de los problemas del mundo no se ajusta a la realidad”, dijo. Bruselas no está dispuesta a seguir la política proteccionista de Trump. “Construir un muro no es la respuesta”, apuntilló Malmström y por eso Guntram Wolfe, analista del think tank Bruegel, cree que esa voluntad por seguir buscando acuerdos comerciales “puede sustentarse en una relación más fuerte entre la UE y China”.
Wolfe también aconseja que la Comisión Europa “acuda al tribunal de arbitraje de la Organización Mundial del Comercio” para denunciar la tasa del 20% que Trump quiere imponer a las importaciones desde México, “pues dañará a muchas empresas europeas”. Aunque no está completamente convencido de que la UE pueda preparar una buena defensa ante un hipotético litigo con Estados Unidos. “La UE ha sufrido recientemente a la hora de negociar e implementar acuerdos comerciales, por lo que ¿quién podría negociar en nombre de la UE?”, se pregunta.
A la espera de saber qué pasaría en ese caso, de momento Bruselas se está despertando a marchas forzadas de su desconcierto y buscando otros socios comerciales quiere “enviar una señal a Estados Unidos”, en palabras de Dijsselbloem.