El pie es uno de los principales protagonistas del verano, tanto porque el calor “lo desnuda” de los calzados más cerrados, como porque la informalidad que comporta esta estación puede llevarnos a utilizar cualquier tipo de calzado sin tener en cuenta algunos problemas que ello nos puede comportar. A este respecto cabe decir que no todos los calzados valen para cualquier momento del día ni para caminar sobre cualquier superficie.
En este sentido, especialmente algunas sandalias de factura sencilla y las chanclas, también conocidas como flip-flop o havaianas, son especialmente poco recomendables fuera de su uso ocasional o limitado a piscinas, la playa o las duchas públicas. Las primeras porque seguramente su suela será plana y sus costuras burdas, y las segundas porque su sujeción al pie es claramente insuficiente.
Hongos y llagas: lo uno va con lo otro
Por lo pronto, la ausencia muchas veces de calcetín con este tipo de calzado ya nos elimina una protección extra frente a determinadas agresiones que sí está presente en otros modelos. El calcetín nos brinda dos ventajas que, por ejemplo, con una sandalia inadecuada no se darán. Por un lado, apunta el Dr. Armando Macera, especialista en Cirugía Ortopédica y Traumatología del Hospital Universitario Infanta Elena de Valdemoro (Madrid), este absorbe las secreciones del sudor y ayuda así a mantener el pie seco, y por otro lo defiende frente al roce con costuras burdas o en calzado demasiado ajustado.
A este respecto, hay que añadir que siempre debemos probarnos las sandalias a última hora de la tarde antes de comprarlas, pues es cuando el pie está más hinchado. De no hacerlo así, nos encontraremos con que la sandalia nos roza por varios sitios, y del roce vendrán heridas que pueden derivar en dolorosas llagas y ampollas.
Por otro lado, algunas de estas, sobre todo las que se presentan en zonas especialmente húmedas como son los pliegues interdigitales, la planta y los bordes bajos del pie, pueden verse infectadas por hongos, que si no se tratan pueden derivar en la enfermedad conocida como pie de atleta, con mayor o menor gravedad. Esto es algo que no ocurre cuando escogemos la sandalia adecuada en su anatomía y talla.
Finalmente, si se fuerza mucho el pie en sandalias que lo fijan mal y aprietan en la zona de los dedos, se puede dar la aparición de callos, añade el Dr. Macera. Unas durezas formadas por compactaciones de queratina de células muertas que no solo tienen un componente de fealdad estética, sino que también pueden causar dolor y amargarnos el verano.
Andar con chanclas: esguinces y torceduras de tobillo
Andar con chanclas fuera de lo que sería su ámbito natural, es decir la piscina o la playa, es una mala idea, dado que este calzado se sujeta muy poco y mal al pie, haciendo propicio que se salga con frecuencia, especialmente si intentamos correr. Esto puede provocar esguince de tobillo que nos dejen fuera de juego durante unas semanas de vacaciones que deberíamos pasar disfrutando y no en un sofá con el pie vendado.
Tampoco son recomendables, al igual que las sandalias planas, para caminar por superficies irregulares, en pendiente o de firme inestable, ya que cualquier movimiento brusco puede llevarnos a esguinces. Adicionalmente este tipo de calzado tiene el inconveniente de que “presenta una suela plana, que amortigua mal los pasos y puede dar lugar a dolores lumbares en personas que presenten de antemano pinzamientos o hernias discales”, según el especialista del Hospital Infanta Elena.
Otra posibilidad es que su abuso termine por producirnos dolor en la planta del pie, especialmente la conocida como fascitis plantar, una lesión frecuente y dolorosa a cargo de una estructura organizada de tejido conectivo, llamada fascia plantar, que se extiende desde el talón hasta la base de los dedos. A este respecto, destacar la novedosa técnica quirúrgica de la fascitis plantar que aplica la Unidad de Pie y Tobillo del citado hospital madrileño y que ha conseguido una importante reducción del dolor en pacientes refractarios a otros tratamientos.
Dicha técnica, apunta el Dr. Macera, es mínimamente invasiva y solo requiere dos pequeños abordajes a nivel del talón, menores de un centímetro, para introducir un instrumental específico con una cámara endoscópica.
“Esto evita una cicatriz plantar, como ocurre con la técnica tradicional; de esta manera, el paciente apoya el pie desde el día siguiente a la intervención”, incide este experto, asegurando que “es aceptada con gran satisfacción por el paciente en comparación con la técnica tradicional ‘open’, ya que permite una recuperación funcional más rápida, reduce el dolor y, por lo tanto, también los riesgos de complicaciones debido a la cirugía”.
Cómo abordar el cuidado de los pies en verano
- Es aconsejable llevar el calzado nuevo un rato cada día, para que se vaya adaptando a la forma del pie, y progresivamente aumentar el tiempo de uso. El objetivo es evitar que aparezcan ampollas.
- Compraremos siempre un calzado cómodo, ya que el pie está especialmente dilatado.
- En verano usaremos un calzado que favorezca la transpiración, ya sea con rejilla o con tiras; evitaremos las deportivas cerradas y, si las usamos, será con calcetín, que a ser posible cambiaremos dos veces al día si tenemos actividad física.
- El calzado siempre será el adecuado a la actividad que se vaya a realizar.
- Debe vigilarse la transpiración con el uso de calcetines de algodón o fibras naturales.
- Llevaremos las sandalias siempre con un buen sistema de sujeción al pie para evitar esguinces de tobillo.
- Evitaremos abusar de los calzados de suela plana