De Madrid a Marbella en cuatro horas: cuando una escapada con amigas está a un tren y un autobús de distancia
El día comenzó con un madrugón, como suele pasar cuando has programado un viaje a primera hora. Apenas nadie por la calle, la M-30 poco concurrida y en mi cabeza, la típica pregunta que una se repite cuando se encuentra en esta situación: ¿quién me mandaría a mí montar este viaje?
En mi WhatsApp hay un grupo que revive de tiempo en tiempo, el de mis amigas del Erasmus. Esta vez, la encargada de azuzarlo fui yo, motivada como estaba por el propósito de septiembre de hacer algo más de vida social. La respuesta a hacer una escapada de fin de semana para vernos fue unánime: sí. No costó escoger fecha. Tampoco destino: queríamos playa —por eso de darnos el último baño del verano—, que no fuera un lugar muy grande, que tuviera algo de ambiente y que pudiéramos llegar todas fácilmente.
Marbella cumplía todos los requisitos. Las del Sur la tenían a mano, las de Levante podían organizarse para ir juntas en coche y yo, desde Madrid, tenía iryo Conecta, la marca de multimodalidad que ofrece billetes combinados de tren y autobús gracias a su alianza con AVANZA. Dos horas y media de tren me bastaban para llegar a la estación de Málaga y en una hora más de autobús, estaría en Marbella. Cómodo, rápido y práctico.
Así que, ahí estaba yo en la estación de Atocha, un viernes a las 7.30h de la mañana porque de las 10 frecuencias que iryo ofrece al día entre Madrid y Málaga, yo me había decantado por la primera. Por lo de aprovechar al máximo el destino.
La ofuscación se me pasó en cuanto comprobé que había sido un acierto reservar la tarifa Infinita Bistró. En dos palabras: embarque prioritario. La relajación llegó con el primer traqueteo, a las 7.55h; y el disfrute se presentó cuando me recordaron que mi tarifa incluía desayuno. Escogí una de las opciones saladas: café, zumo, huevos revueltos con beicon y tomates cherri y de postre —porque sí, el desayuno también tiene postre, un cremoso yogur con granola.
Puedo decir que el viaje fue visto y no visto. El trayecto duró lo que tardé en tomar el desayuno y en ver un par de capítulos de Un nuevo amanecer a través de YO, la plataforma de entretenimiento a bordo que iryo pone a disposición de sus pasajeros.
Un trasbordo ligero
Cuando quise darme cuenta ya estaba en Málaga y sí, he de reconocer que la idea de hacer trasbordo en un viaje me da pereza. Siempre hay algo que no cuadra: la estación a la que debo dirigirme queda muy lejos, el tiempo de espera entre trayectos es excesivo o, por el contrario, los minutos casi no dan para llegar a tu conexión. En fin, un motivo de estrés.
En este caso, mis preocupaciones se fueron desmontando una a una porque de la alianza entre iryo y AVANZA surge la solución a esos detalles. Para llegar desde la estación de tren María Zambrano a la de autobuses solo tuve que cruzar una calle. El tiempo entre trayectos, media hora, fue más que suficiente para hacerlo con calma, tomarme un café en una terraza y estirar las piernas, pero sin eternizarse en la espera.
Además, como el objetivo de iryo Conecta y su alianza con AVANZA es que los viajeros podamos llegar a otros lugares de la provincia de Málaga más allá de la capital, han dispuesto hasta 30 frecuencias con Marbella para ponérnoslo fácil.
Treinta minutos después de llegar a Málaga capital, ya estaba sentada cómodamente en el autobús. Me esperaba una hora de viaje, la ciudad iba quedando atrás, desde la AP-7 veía cómo los pedazos de naturaleza le ganaban por momentos la partida al hormigón y aquí y allá asomaban pequeñas casitas blancas y alguna que otra urbanización.
A mi izquierda, la lámina infinita de agua que es el Mediterráneo lucía en calma. Más azul que de costumbre bajo los rayos de un sol que, aunque no era ni mediodía, ya amenazaba con superar los 30º y confirmaba que sí, que ese fin de semana habría baño. El último del verano. Eran las 12.15h y yo ya estaba en Marbella. Mis amigas también y ante nosotras, más de 48 horas juntas.
Pueden parecer pocas. Y claramente lo son, cuando hace tiempo que no coincides y hay tanto que contarse. Ahora bien, si se aprovechan, dan de sí y te permiten, por ejemplo, ponerte al día cóctel en mano mientras miras el mar desde una hamaca en playa de Venus; pasear por las callejuelas de su coqueto casco histórico que ahora, en septiembre, luce algo más vacío y disfrutable; encontrar restaurantes donde la comida local se prepara con esmero y sí, también probar algo de su noche. Pero, como suele decirse, lo que pasa en Marbella, se queda en Marbella.
La importancia de cuidar los viajes de vuelta
Mucho se habla de disfrutar del trayecto, de que el viaje comienza desde el mismo momento en que sales de casa. Muy poco, en cambio, de que solo termina cuando regresas a ella y de lo importante que es cuidar también de los desplazamientos de vuelta. Especialmente, cuando alguien viaja con resaca emocional y arrastra a sus espaldas un fin de semana con pocas horas de sueño.
Agradecí enormemente que la estación de autobuses de Marbella se encontrara cerca de mi alojamiento, que el bus de AVANZA saliera puntual y sin acumular retrasos, que el trayecto se realizara en hora y saber que al llegar a Málaga casi, casi, no me haría falta levantarme del asiento para verme acomodada en el tren.
Ese domingo por la tarde, en la estación de María Zambrano todo seguía igual. Reencuentros y despedidas. Ir y venir de gente en busca de su tren. Tampoco cambiaron los paisajes en el trayecto de vuelta. Se sucedían por la ventana al ritmo que iba marcando el monigote de la pantalla que nos decía por dónde íbamos pasando.
Sí que cambió la luz con que los contemplamos: en vez de ir viendo el amanecer, disfruté de cómo se ponía el sol sobre ellos. Y en vez de un completo desayuno, esta vez me sirvieron una deliciosa cena a base de jugosas carrilleras. Igual que el desayuno, de la buena mesa en iryo se encarga Haizea, su marca propia de gastronomía local.
Diré que las dos horas y media de arrullo sobre raíles me supieron a poco y que no me hubiera importado estirar otros cinco minutos más antes de llegar a Atocha. No hubo manera: la puntualidad no se negocia.