¿QueÌ es el Barça? Algo colosal y diferente. Una prueba: de eÌl hablan con dedicacioÌn y pasioÌn no solamente los socios y los simpatizantes, sino los que no lo son tanto, los que no lo son, los que no lo seraÌn nunca porque pertenecen a otros credos y aquellos a quienes ni siquiera les gusta el fuÌtbol. Hablar del Barça es hacerlo de poliÌtica deportiva, de sociedad, de filosofiÌa de masas y de instrumento poliÌtico. Fuerza y grandeza. Una viÌa de dar a conocer un paiÌs y una manera de actuar. El FC Barcelona, junto con La Caixa y la Generalitat, constituye uno de los tres pilares de Catalunya.
La primera entidad recreativa del Principado es hoy una de las maÌs reconocidas del planeta, hasta el punto de que la revista estadounidense Sports Illustrated definioÌ a los blaugrana como “el equipo del mundo y de nuestros tiempos”. En una era de esplendor global y capacidad de atraccioÌn sin precedentes, el Barça concita como nunca las apetencias de poderes poliÌticos, financieros, sociales y culturales, que se valen de los medios maÌs variados para controlarlo o influir en eÌl. Un presupuesto de 500 millones, maÌs de 150.000 socios, 350 millones de aficionados en todo el mundo, 50 millones en las redes sociales, una asistencia media de 76.000 aficionados. ¿QueÌ partido poliÌtico puede decir lo mismo? ¿QuieÌn puede resistirse a ese oscuro objeto de deseo?
Gobiernos, partidos, lobbies econoÌmicos y otros poderes faÌcticos, desde la Iglesia catoÌlica a las petrodictaduras del PeÌrsico, buscan en los colores azul y grana la plataforma exitosa que impulse programas, liÌderes, proyectos y ambiciones personales. Y el club, que ya desde 1899 se impuso superar la mera pandilla deportiva, ha sido una forma singularizada de hacer poliÌtica que tambieÌn ha definido parte de su core capital por la bilis hacia su maÌs temible contrincante, el todopoderoso Real Madrid y lo que significa de caÌlida cercaniÌa al centro de los centros, de costumbre belicoso con “lo catalaÌn”.
El fuÌtbol, magno espectaÌculo de las identidades, es metaÌfora del catalanismo y la espanÌolidad, escenificacioÌn atleÌtica de la histoÌrica pugna entre Castilla y Catalunya. Al menos dos veces al anÌo este duelo se hace carne universal en el claÌsico, un megashow de intensidad saturada que compendia desde rivalidades folcloÌricas locales y regionales a representaciones enconadas de conformacioÌn de la etnicidad y la identidad cultural en un contexto de patrones poliÌticos vertiginosamente mutantes. Un paisaje mediaÌtico uÌnico en la riqueza de su polarizacioÌn que por siÌ solo justificariÌa esta obra.
En el Barça caben todas las ideologiÌas y procedencias hermanadas por una bandera, en consonancia con el himno desde 1974; no obstante el club atesora tal sedimento de democracia y catalanismo amalgamados que de hecho son dos las ensenÌas que lo caracterizan y orientan, la azulgrana y la cuatribarrada, mientras una tercera ha entrado en el podio a lomos del independentismo rampante. De un modo u otro el Barça siempre ha jugado otro partido... poliÌtico. Ha desempenÌado una funcioÌn sociopoliÌtica de subrogacioÌn graduable en la escena puÌblica, sin libertades y con ellas. Pero de un tiempo a esta parte ha tomado partido maÌs strictu sensu al calor de los tics y tendencias de la sociedad que lo envuelve. El FC Barcelona es un imaginario de la catalanidad cada vez menos sutil y maÌs involucrado en las opciones que porfiÌan por reducirlo a pieza maestra de una Catalunya en ebullicioÌn soberanista. Una variante febrosa del eterno conflicto del maÌs que un club, tradicionalmente vulnerable a ventoleras nacionalistas que tratan de derivar el modelo de la senyera integradora en opcioÌn partidista, igual que antanÌo habiÌa estado sometido a las coacciones del franquismo o los falsos apoliticismos de los tiburones econoÌmicos de la TransicioÌn.
El substrato histoÌrico que le diferencia de otros clubes se apreciaba ya en 1918, cuando se puso del lado de la Mancomunitat, y en 1925, cuando el gobernador militar Milans del Bosch clausuroÌ seis meses el campo de Les Corts y el Gobierno de Primo de Rivera obligoÌ a dimitir y exiliarse al presidente Hans Gamper, porque los aficionados silbaron la Marcha Real en los prolegoÌmenos de un amistoso. Fue muy probablemente entonces cuando el azulgrana dejoÌ de ser un club de Catalunya para ser el club de Catalunya. El Barça habiÌa puesto proa a aquella dictadura y nunca habiÌa solicitado el tratamiento de “Real” para su nombre, a diferencia de muchos.
En la final de Copa ganada a la Real Sociedad donde Rafael Alberti escribioÌ su Oda a Platko, el poeta andaluz legoÌ tambieÌn a la posteridad este lienzo que habla por siÌ solo: “Fue en Santander: 20 de mayo de 1928. AlliÌ fui con CossiÌo a presenciarlo. Un partido brutal, el CantaÌbrico al fondo, entre vascos y catalanes. Se jugaba al fuÌtbol, pero tambieÌn al nacionalismo [...] Platko, un gigantesco guardameta huÌngaro, defendiÌa como un toro el arco catalaÌn”.
Platko hubo de irse lesionado pero regresoÌ “vendada la cabeza, fuerte y hermoso, decidido a dejarse matar [...] Por la noche, en el hotel, nos reunimos con los catalanes. Se entonoÌ Els Segadors y se ondearon banderines separatistas. Y una persona que nos habiÌa acompanÌado a CossiÌo y a miÌ durante el partido cantoÌ, con verdadero encanto y maestriÌa, tangos argentinos. Era Carlos Gardel”.
En 1936 el presidente blaugrana Josep Sunyol, militante de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), fue fusilado por tropas nacionales en Guadarrama mientras el equipo era recibido en MeÌxico como representante de la RepuÌblica, pues durante la Guerra Civil el club devino por voluntad propia “entidad al servicio del Gobierno legiÌtimo”. Si evitamos simplificaciones, el Barça no era un canto a los derechos patrioÌticos catalanes en sesioÌn continua ni un ateneo de libertades con porteriÌas, pero tampoco una sociedad complaciente, contemporizadora o amorfa ante los abusos del poder tiraÌnico.
De 1940 a 1953, castellanizado de arriba abajo comenzando por el nombre, CF Barcelona, para evitar el sajoÌn Football club, y sustituidas las cuatro barras por la bandera espanÌola, el Barça fue atado en corto por las autoridades del nuevo reÌgimen, que hasta designaban el presidente. El club hizo de ariete, de falso nueve, en la lucha antifranquista, un fenoÌmeno soterrado que estalloÌ ante la opinioÌn puÌblica la noche de 1967 en que el colegiado Emilio Guruceta pitoÌ penalti en un lance alejado del aÌrea del gol norte del Camp Nou; el equipo hizo amago de retirarse y al teÌrmino del encuentro el abucheo a los aÌrbitros y rivales se tornoÌ bronca inaudita hacia la policiÌa armada, encarada al graderiÌo, y hubo que apagar las luces.
Los azulgrana eran maÌs que un club no porque lo afirmara el presidente NarciÌs de Carreras (despueÌs lo fue de La Caixa) en el anÌo rebelde de 1968, sino porque buena parte de la aficioÌn catalana y espanÌola contemplaba en ellos los valores poliÌticos que el totalitarismo con sede en Madrid perseguiÌa por subversivos o la injusticia deportiva cebaÌndose en beneficio de los equipos del reÌgimen, el AtleÌtico “de los ministros” en que pocos jugadores cumpliÌan la mili o el Real que expandiÌa por Europa lo maÌs esteÌtico de un paiÌs sumido en la fealdad estructural del fascismo de viÌa estrecha.
Tras dos deÌcadas de restauracioÌn democraÌtica y aun a pesar del sarampioÌn del talonario que rima con mercenario y de las plusvaliÌas inmobiliarias, el Barça fue ganando peso social, usoÌ la bandera catalana sin complejos, se insertoÌ en el corazoÌn de la Catalunya diversa, obtuvo al fin descollantes triunfos deportivos a tiÌtulo de embajador de un pueblo y con el endurecimiento de la convivencia en libertad se hizo auÌn maÌs codiciado por los actores poliÌticos, que se arrimaban a sus laureles o se serviÌan de su ingente poder institucional y popular. La vertiente solidaria, eÌtica y regeneracionista, desde la constitucioÌn en sociedad deportiva sin aÌnimo de lucro y no anoÌnima hasta UNICEF, pasando por las campanÌas con Bill Gates o contra el tabaquismo, traslucen una manera de ser y no de tener, uÌltimamente cosida al soberanismo en escalada.
Habida cuenta del bagaje secular y la eclosioÌn de un catalanismo del futuro que ha perdido el rubor, ¿queÌ expresioÌn poliÌtica debe tener el FC Barcelona a diÌa de hoy –si debe tenerla–, siendo consecuente con sus raiÌces y personalidad? “Visca el Barça, visca Catalunya”, exclamaban los campeones del Barça desde los balcones poliÌticos. “Puta Barça, puta CatalunÌa”, gritan las entranÌas del BernabeÌu. ¿Un club que es fiel espejo del paiÌs con el que se le asimila tan a la ligera, como si Catalunya fuera solo un club de fuÌtbol, ha de cenÌir mejor su periÌmetro competencial? A remolque de la contienda poliÌtica, el Barça refleja muy bien el triunfalismo ensimismado de los fundamentalistas. ¿DeberiÌa cobrar vida autoÌnoma y predicar con el ejemplo de que es posible ser igual de diferenciado siendo menos beligerante? ¿DeberiÌa ensenÌar que se puede ser buen culeÌ y buen catalaÌn sin ser nacional/soberanista intransigente? ¿El Barça que acaboÌ con el victimismo de los tiempos revueltos y con el aburguesamiento torvo y egoiÌsta del ladrillo, deberiÌa acabar hoy con alguna ocultacioÌn de los errores propios por medio de la incesante afirmacioÌn sentimental de los siÌmbolos y con la mala praxis, todaviÌa, de catalanes que se creen mejores que los otros pueblos, a los que miran por encima del hombro? ¿DeberiÌa desactivar resortes ideoloÌgicos que siguen neutralizando las criÌticas y tesis del rival, del enemigo, como odios a Catalunya imputables al maligno exterior? ¿DeberiÌa mostrarse refractario al mensaje nacionalista por vanidoso, superficial y generador de una peÌrdida de visioÌn generosa y universal? ¿O bien estos no son maÌs que toÌpicos trasnochados que nos esconden la desnudez intelectual de una EspanÌa/huranÌa engreiÌda e insensible al pluralismo que malvive en su mismo vientre, injusta, uniformadora y totalizadora, y por ello inviable y desahuciada como proyecto comuÌn? ¿Una EspanÌa que desde el anÌejo ComiteÌ de CompeticioÌn al suspiro profundo de muchos estadios vive asimismo en la fe ciega de una unidad de destino en lo futboliÌstico, de Madrid al cielo y por el baloÌn hacia Dios, Santiago y cierra la Liga, la verdadera espina dorsal del Estado de las AutonomiÌas? ¿DeberiÌa el Barça, para muchos sucedaÌneo eventual de la seleccioÌn catalana en torneos oficiales, ser del todo permeable a su sociedad, tan cloÌnica hoy del pueblo que sufre en sus libertades nacionales?
En un incierto periodofrontera de ambivalencias y contradicciones en la conformacioÌn de la identidad, la concienzuda reconstruccioÌn histoÌrica realizada en esta obra, sazonada con la opinioÌn de personas de peso y calidad en el relato barcelonista, aportan datos y argumentos que permitiraÌn al lector una idea fehaciente de la encarnizada batalla por el poder en uno de los clubes deportivos maÌs pujantes del planeta y adivinar en ella a opresores y oprimidos, aparentes verdugos y maÌrtires de conveniencia, candidatos a heÌroes y despojos humanos, brutos traidores y estoÌmagos acomodaticios, explotadores y desplazados del campo donde tambieÌn se muere de eÌxito, donde en calzoÌn corto se juega a la alta poliÌtica y en el que EspanÌa y el Barça se la juegan cada fin de semana.