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Tertulianos felices, tertulianos jodidos

Niños que preguntan. Niños que imitan al candidato, que lo piropean y que lo abrazan. Familias escogidas que preguntan desde sus casas. Familias que pasan a una especie de semifinal y entonces dejan sus sofás y se van a la tele para seguir preguntando. Periodistas en grupo que preguntan. Candidatas mujeres que aceptan un debate en la tele solo de chicas. Presentadores famosos que pasan un par de días con los candidatos intentando buscar el factor humano. Políticos que bailan coreografías supuestamente improvisadas en la tele. Políticos progresistas que tocan la guitarra en programas donde hay tertulianos pro Pinochet. Políticos que corren con presentadoras. Candidatos que van a los platós de los informativos para someterse a las preguntas del conductor del telediario. Debates airados en segundas vueltas en programas muy carismáticos. Equipos de los candidatos que acusan a algún presentador de apagar el aire acondicionado para molestar a su líder, para justificar que el líder tenía calor. Equipos que tienen ideas alucinantes como darle un ritmo de merengue a su himno histórico e inundan la tele con él. Otros equipos que hacen videos patéticos, horteras o las dos cosas a la vez. Candidatos que tuitean sin parar. Audiencias interesantes, omnipresencia en las televisiones, más en las privadas que en las públicas, dicho sea de paso.

Esto ha sido la campaña audiovisual, la campaña (eso que nos ha tenido en bucle desde después del verano del 2015) televisiva y mediática que ayer tenía su momento de gloria. La noche era crucial. Televisivamente hablando, también. El asunto merecía un final apoteósico como el que nos regalaron desde la tele. Gráficos a tutiplén, pizarras digitales, presentadores en ebullición, conexiones a morir, tertulianos con todos los temas en la cabeza, representantes de los partidos entregados a sus diferentes causas. Datos, datos y datos que fueron jodiéndoles la noche a algunos de los contertulios y arreglándosela a otros, que no podían disimular su alegría. Yo diría, por resumir, que La 1, de TVE era la más triste. Pero sus dos presentadores, María Casado y Sergio Martín, debieron ir alegrándose con los resultados (notarse no se les notaba, no me malinterpreten): el triunfo del PP les daba un respiro, podrían continuar en la cadena pública, con su cuota de pantalla, mirando para otro lado, haciendo como que ejercen el periodismo de servicio público. No fue el caso de una de las tertulianas, Edurne Uriarte, (habitual de Los Desayunos, y ex pareja del ex ministro Wert, por dar dos datos de su biografía) que no pudo disimilar su regocijo cuando los datos de los sondeos a pie de urna dieron paso a los datos de votos escrutados.

A la que también se le notó especialmente contenta fue a Cristina López Schlichting, la periodista de la Cope que imitó a Pablo Iglesias, tras su comparecencia y dijo que suponía que ahora iría en plan OVEJA (lo pongo en mayúsculas por que sonó así en su boca) a verse con Pedro Sánchez.

La Sexta, sabiéndose caballo ganador en las audiencias, se mostró resuelta y tan exuberante como siempre, desde que encontró en la política, en sus modos descarados y frescos de innovar en este tipo de información, un filón. García Ferreras y Ana Pastor, y un elenco de periodistas en la calle, contándolo todo en tiempo real, han peinado la campaña electoral, y anoche remataron perfectamente.

Cuatro, con Javier Ruiz (que yo tengo siempre la sensación de que emula a García Ferreras) cubría el hueco que había dejado Tele 5, la cadena madre de Mediaset, que solo emitió un especial elecciones durante un rato. Justo en el hueco entre futbol y la ultima entrega de Supervivientes.

Antena 3 también jugó anoche, con Susanna Griso, la mujer que más tiempo ha pasado con los candidatos en estas elecciones (nada menos que dos días enteros con cada uno de ellos) y Vicente Vallés, que a mi siempre me parece impecable.

El caso es que mientras seguía exhaustivamente este inmenso despliegue electoral, pensaba: mañana habrá más número de espectadores que votantes. Porque era imposible resistirse. Sobre todo conforme avanzaba la noche y las sorpresas eran morrocotudas. En cuanto se acabaron los datos de las encuestas y empezaron los otros, los del escrutinio, la cosa se vino arriba. Y fue una noche de verdad apasionante. A mi me gustó la madurez televisiva que se demostró en el despliegue, sobre todo en el técnico. Reconozcamos que hacen lo posible para que no nos aburramos con peroratas, que hay ritmo, infografía de relumbrón y algunos tertulianos con cabezas muy bien amuebladas que sirven para guiarnos entre la confusión.

También me gustó que todas las cadenas apuesten por estar ahí, da igual que lo hagan en beneficio propio. Me gusta que no ignoren la política. La política lo es todo.

Niños que preguntan. Niños que imitan al candidato, que lo piropean y que lo abrazan. Familias escogidas que preguntan desde sus casas. Familias que pasan a una especie de semifinal y entonces dejan sus sofás y se van a la tele para seguir preguntando. Periodistas en grupo que preguntan. Candidatas mujeres que aceptan un debate en la tele solo de chicas. Presentadores famosos que pasan un par de días con los candidatos intentando buscar el factor humano. Políticos que bailan coreografías supuestamente improvisadas en la tele. Políticos progresistas que tocan la guitarra en programas donde hay tertulianos pro Pinochet. Políticos que corren con presentadoras. Candidatos que van a los platós de los informativos para someterse a las preguntas del conductor del telediario. Debates airados en segundas vueltas en programas muy carismáticos. Equipos de los candidatos que acusan a algún presentador de apagar el aire acondicionado para molestar a su líder, para justificar que el líder tenía calor. Equipos que tienen ideas alucinantes como darle un ritmo de merengue a su himno histórico e inundan la tele con él. Otros equipos que hacen videos patéticos, horteras o las dos cosas a la vez. Candidatos que tuitean sin parar. Audiencias interesantes, omnipresencia en las televisiones, más en las privadas que en las públicas, dicho sea de paso.

Esto ha sido la campaña audiovisual, la campaña (eso que nos ha tenido en bucle desde después del verano del 2015) televisiva y mediática que ayer tenía su momento de gloria. La noche era crucial. Televisivamente hablando, también. El asunto merecía un final apoteósico como el que nos regalaron desde la tele. Gráficos a tutiplén, pizarras digitales, presentadores en ebullición, conexiones a morir, tertulianos con todos los temas en la cabeza, representantes de los partidos entregados a sus diferentes causas. Datos, datos y datos que fueron jodiéndoles la noche a algunos de los contertulios y arreglándosela a otros, que no podían disimular su alegría. Yo diría, por resumir, que La 1, de TVE era la más triste. Pero sus dos presentadores, María Casado y Sergio Martín, debieron ir alegrándose con los resultados (notarse no se les notaba, no me malinterpreten): el triunfo del PP les daba un respiro, podrían continuar en la cadena pública, con su cuota de pantalla, mirando para otro lado, haciendo como que ejercen el periodismo de servicio público. No fue el caso de una de las tertulianas, Edurne Uriarte, (habitual de Los Desayunos, y ex pareja del ex ministro Wert, por dar dos datos de su biografía) que no pudo disimilar su regocijo cuando los datos de los sondeos a pie de urna dieron paso a los datos de votos escrutados.