El reflujo gastroesofágico o acidez de estómago, afecta a un 30% de la población al menos una vez a la semana, según aseguraron en 2015 los responsables de la Fundación Española de Aparato Digestivo. Se trata de un fenómeno relacionado con la incapacidad de la persona para cerrar el cauce digestivo a nivel del esófago, de modo que este actúa como una chimenea que deja subir los gases que forman los ácidos gástricos, altamente corrosivos.
Esta incapacidad puede venir dada porque el conducto llamado cardias, que actúa como un esfínter que cierra el paso a los ácidos a nivel esofágico, se vuelve incompetente; es decir que no responde de manera adecuada ni controlada y queda abierto, permitiendo el reflujo de estos. Otra causa más seria puede ser la hernia de hiato, que ocurre cuando parte del estómago se cuela por la parte superior del diafragma y que allí formando un sifón donde se estancan los ácidos.
En ambos trastornos no existe solución salvo intervención quirúrgica en los casos más serios, por lo que se procede a tratamientos preventivos para evitar que los ácidos puedan subir al esófago y dañarlo con úlceras que puedan encallecerse y estrechar el conducto dificultando la deglución. También pueden afectar a la glotis, con peligro de fomentar la muerte por obstrucción respiratoria si se producen atragantamientos, así como a las piezas bucales, ya que el esmalte corre tiende a corroerse.
Aunque para la mayoría de personas la principal repercusión son las molestias y el dolor abdominal, que por la noche se traduce en un empeoramiento del sueño y el descanso, rugosidad de garganta debido a la irritación por los ácidos y eventualmente ataques agudos de dolor a la altura del pecho, así como mal aliento al despertar.
Las principales medidas preventivas refieren a cenar pronto para evitar la digestión en posición horizontal -en la cama-, dormir con las patas delanteras de la cama levantadas o desabrocharse el cinturón o los botones de la falda o pantalón tras las comidas y cenas para facilitar la digestión y la circulación. La razón es que cuanto más ligera sea la digestión, menor cantidad de ácidos se producirán y por tanto menos molesto y lesivo será el reflujo.
Esto es especialmente válido a la hora de la cena, ya que es fundamental evitar ir a la cama antes de que haya terminado la digestión, y por tanto mientras exista secreción de jugos gástricos. Así que la norma vendría a ser cenar pronto y hacerlo de manera frugal e ingiriendo alimentos de alta digestibilidad, que además no contribuyan a una mayor acidez estomacal. Los diez siguientes alimentos se salen de esta norma por distintas razones, al igual que las dos bebidas que añadimos al final.
1. Pan
El pan no es un inductor del reflujo, ya que es rápidamente digerido, pero contribuye con sus hidratos de carbono a subir el índice glucémico y por tanto nos hace tender al sobrepeso y la obesidad, muy relacionadas con las patologías arriba descritas. Por lo tanto, ya que vamos a descansar, es mejor no contribuir con calorías extra que seguramente irán a parar a las reservas grasas.
2. Pizza
Para la pizza se pueden alegar los mismos motivos que el pan y además añadir que el queso fundido, los picantes y otros ingredientes grasos se hacen pesados por la noche. Las grasas animales deben evitarse por la noche si se padece reflujo. La excepción serán los lípidos de la yema del huevo.
3. Arroz
Se argumenta lo mismo que en el caso del pan; es una contribución a subir el índice glucémico y por tanto un indicador de tendencia al sobrepeso. En el caso de que se venga de practicar deporte o se haya tenido durante el día un aporte calórico insuficiente que se quiera compensar, se puede ingerir una cantidad limitada de arroz integral, o bien optar por legumbres, evitando las más pesadas, como garbanzos o habas.
4. Verdura de hoja
la verdura de hoja, especialmente la lechuga, es indigesta debido a su elevado porcentaje de fibra insoluble. Si nos hacemos una ensalada que sea con poca lechuga y más pepino, zanahoria o rábano, aunque en general no se recomiendan las crudites. Mejor a medio día.
5. Tomates y pimientos
La llamada verdura roja tiene el problema de que incita una mayor secreción de ácidos gástricos y como alimento crudo tampoco es fácilmente digerible. El pimiento mejor evitarlo en su forma cruda y el tomate lo consumiremos con moderación.
6. Frutas cítricas
Por su riqueza en ácidos, tanto la naranja como la mandarina o el pomelo no se recomiendan por la noche. Además contiene un elevado índice de fibra insoluble y alto porcentaje de azúcares. Una solución puede ser una manzana o una pera sin piel.
7. Frituras
Las frituras tienen el problema del rebozado rico en hidratos y del aceite hervido, que se hace indigesto a diferencia del aceite natural, pues pierde la mayor parte de sus ácidos grasos insaturados por polimerización debida al calor. Suelen ser excitantes de la secreción gástrica.
8. Lácteos
Los lácteos enteros, como por ejemplo los quesos, contienen demasiada materia grasa, que por la noche complica la digestión. Si tomamos queso que sea fresco, tipo Burgos o similares.
9. Pescados grasos
El pescado azul y el salmón tienen un índice de grasa demasiado alto para la cena e implican digestiones pesadas que acaban en reflujo. La recomendación se extiende al salmón ahumado y en cambio no se hace extensiva al atún.
10. Guisos
El motivo es obvio, ya que son pesados e indigestos y suponen secretar más jugos gástricos.
11. Bebidas con gas
En cuanto a la bebidas, el gas asciende por el canal del cardias impidiendo su cierre e incluso ampliándolo, con lo que facilita el reflujo. Nada de gas, ni siquiera agua con gas.
12. Alcohol
No se recomiendan alcoholes fuertes, ya que producen una enorme acidez, pero tampoco otros ligeros como el vino. Lo menos recomendable sin duda es la cerveza, pero más por su condición de bebida gaseosa.
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