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En diversos momentos o situaciones específicas de la vida sucede que cuesta mucho -o directamente no es posible- experimentar placer. Es lo que ocurre ante circunstancias tristes o traumáticas, como la muerte de un ser querido.
Sin embargo, esta pérdida de la capacidad de disfrutar también puede darse sin causa aparente. Se produce una especie de anestesia emocional, que impide gozar de cosas que en general generan placer o que antes lo generaban y ahora -para esa persona- no.
Es en esos casos cuando se habla de anhedonia, un término acuñado a finales del siglo XIX que significa literalmente “sin placer”. De la palabra griega “hedoné”, que significa placer, también se deriva “hedonismo”, la actitud ante la vida que tiene como mayor objetivo y fundamento la búsqueda del placer.
Quienes padecen anhedonia son incapaces de gozar ante estímulos por lo general placenteros, desde los que generan la comida o el sexo hasta el compartir tiempo y actividades con los amigos o los seres queridos.
Un síntoma, no un trastorno
Pero hay que tener en cuenta un hecho importante: la anhedonia no es un trastorno, sino un síntoma. Es decir, la manifestación de un problema mayor que la está originando, a menudo depresión. Hasta el 70% de las personas con depresión experimentan anhedonia, según un ‘Manual’ sobre la cuestión publicado en 2014.
La razón fisiológica -según la hipótesis más aceptada en la actualidad- tiene que ver con la dopamina. Este neurotransmisor desempeña un papel central en el sistema de recompensas del cerebro. Al reducirse sus niveles o dejar de actuar como corresponde, el placer ante ciertos estímulos disminuye o desaparece.
En los peores casos, la anhedonia abarca todos los ámbitos de la vida: la persona es incapaz de experimentar cualquier clase de placer. Otras veces, en cambio, se trata de anhedonias parciales: se producen solo ante determinados estímulos y no ante otros.
Existen, sobre todo, dos grandes grupos de anhedonias parciales. Por un lado, las relacionadas con lo social. La persona no puede disfrutar del contacto con sus amigos, sus familiares y el resto de gente que la rodea. El resultado suele ser un desánimo ante la actividad social que termina en el aislamiento.
Las otras anhedonias son las físicas. Consisten en la dificultad o imposibilidad de gozar de los placeres relacionados con el cuerpo, tanto en lo referente a lo sexual, la comida, la actividad física, etc.
La anhedonia y algunas de sus formas curiosas
Un tipo particular de este último grupo es la llamada anhedonia eyaculatoria, también conocida como eyaculación insensible, pues consiste precisamente en eso: el hombre expulsa el semen pero esta acción no es acompañada de placer, y por lo tanto no hay orgasmo.
Otra forma extraña es la anhedonia musical. Científicos de Barcelona, junto con colegas de Canadá, han investigado sobre esta cuestión y hallado “evidencia directa” de que hay personas incapaces de disfrutar de la música (incluso personas que la componen y ejecutan), a causa de ciertos procesos cerebrales. En esas personas, tales procesos son diferentes que la mayoría de la gente, a la cual la música sí le genera placer.
Por otra parte, las anhedonias -tanto si abarcan todos los tipos de placer como si son parciales- presentan grados. Es decir, la capacidad de disfrutar puede anularse por completo, pero también reducirse en mayor o menor medida.
La forma más común de detectar y medir la anhedonia consiste en el uso de las llamadas Escalas de Chapman, diseñadas en la década de 1970 para valorar, por separado, la posibilidad de una anhedonia social y una física. En los últimos años se han desarrollado adaptaciones españolas de tales escalas para facilitar su utilización.
Hay que tener presente que los factores culturales ejercen una importante influencia en este sentido. Bailar, por ejemplo, está visto como una actividad divertida y una manifestación de alegría. Sin embargo, a algunas personas no les gusta hacerlo. Y que esas personas no encuentren placer en bailar no es señal de que sufran anhedonia. Es solo una cuestión de gusto personal.
Depresión y otros causantes de la anhedonia
Como ya se ha mencionado, la anhedonia no es un trastorno sino un síntoma. Por lo tanto, para tratarla es importante identificar cuál es el problema de fondo que la está originando y procurar solucionarlo.
La incapacidad para disfrutar de estímulos placenteros aparece, en mayor o menor grado, en siete de cada diez personas con depresión. Y según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la depresión afecta al 5,4% de la población española: 2,1 millones de personas, de los cuales 230.000 se consideran graves. Entre las mujeres, la incidencia de es el doble que entre los hombres.
Esas últimas cifras del INE están basadas en datos del periodo julio de 2019-julio de 2020. Muestran un descenso en los casos de depresión comparadas con el informe anterior, publicado en 2014.
Pero muestran también la incidencia de la pandemia: varios indicadores de salud mental empeoraron en el lapso marzo-julio de 2020 en relación con los meses incluidos en el análisis previos a la llegada de la COVID-19 (julio de 2019-febrero de 2020).
Entre esos indicadores que la pandemia empeoró se encuentran la “sensación de estar decaído o deprimido” y el “poco interés o alegría para hacer las cosas”. Factores, por supuesto, muy cercanos a la anhedonia.
Además de la depresión, otras posibles causas de anhedonia son la esquizofrenia u otros problemas psiquiátricos, los trastornos emocionales o de ansiedad y la ingesta de ciertos medicamentos. Las personas adictas al alcohol o las drogas también pueden perder la capacidad de disfrutar de estímulos no relacionados con esas sustancias.
Por eso, ante la sospecha de estar perdiendo la capacidad de gozar de los estímulos placenteros, lo cual podría ser síntoma de un cuadro depresivo o algún otro problema, los expertos recomiendan acudir en busca de ayuda profesional.
El riesgo de no hacerlo es entrar en un círculo vicioso: como no se siente placer ante el contacto con los demás o hacia las cosas que deberían generarlo, sobreviene un sentimiento de vacío que propicia la inactividad, el aislamiento y el abandono. Condiciones que, a su vez, aumentan el riesgo de caer en una depresión, la cual profundizará la anhedonia todavía más.
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