Unos 1.100 millones de jóvenes –de entre 12 y 35 años– en todo el mundo están en riesgo de padecer pérdida de audición, debido a la exposición a mucho ruido “en contextos recreativos”. Así lo estima la Organización Mundial de la Salud(OMS), según un informe publicado en marzo de este año. La realidad española en absoluto es ajena a esta situación: según la Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL), cerca de la mitad de los jóvenes en nuestro país se exponen “de manera continua a niveles de ruido dañinos para la salud del oído y la audición”.
Una de las principales fuentes de ruido causantes de ese riesgo son los auriculares de los reproductores musicales, junto con el volumen de la música en bares, discotecas, conciertos y el tráfico rodado en las grandes ciudades. Existe una normativa de la Unión Europea para los reproductores de música de uso personal, los cuales –explica la SEORL– “deberían tener un límite estándar de salida del sonido, con el encendido, de 85 decibelios (dB) y la posibilidad de aumentarlo solo hasta un máximo de 100 dB, e incorporar medidas de aviso cada veinte horas de uso si se opta por este incremento”.
Volúmenes recomendados para música con cascos
No obstante, el límite seguro recomendado por la OMS es de 65 dB. Para tener una idea de cuánto representan, los expertos del organismo español han realizado un listado de ruidos y la intensidad de cada uno medida en decibelios. Mientras el trino de unos pájaros ronda los 10 y el murmullo del oleaje suave en una playa unos 30, electrodomésticos como un lavavajillas y una aspiradora están en el orden de lo sugerido para la música: entre 60 y 65.
Una discusión acalorada en una oficina puede alcanzar los 80 y el claxon de un coche 90, lo mismo que el ruido de una moto. La exposición continua a ruidos por encima de esa magnitud ya implica el peligro de que se registren lesiones auditivas. Una sierra eléctrica produce 95 dB, una discoteca 110, un concierto de rock y un taladro 120, un martillo neumático 130 y un avión despegando 140.
Científicos alemanes publicaron en 2017 los resultados de un estudio sobre el uso de auriculares entre los adolescentes. De los 2.143 estudiantes de noveno grado (alrededor de 15 años de edad) que formaron parte de la muestra analizada, el 85% del total escuchaba música con cascos. Del total de los que tenían ese hábito, uno de cada tres lo hacía a un volumen superior a los 80 dB y uno de cada cuatro, por encima de los 85 dB. Unas cifras que justifican las advertencias que la OMS incluye en sus comunicaciones al respecto.
Consecuencias del volumen demasiado alto
El daño que los ruidos provocan en el oído puede ser irreversible. Por eso, la prevención es imprescindible: la capacidad auditiva que se pierde no se puede recuperar. “Una exposición a un sonido superior a 85 dB supone un riesgo de pérdida auditiva si se repite en el tiempo”, explica la SEORL. Tal es la razón de que alguien que trabaja durante al menos ocho horas al día en un entorno que lo expone a 80 dB (o más) debe usar protección de forma obligatoria para no sufrir lesiones de esta clase.
Por supuesto, cuanto más alto es el volumen, más rápido se generan los perjuicios. Para evitar daños, nadie debería exponerse durante más de un cuarto de hora diario a un ruido de 100 dB, y en caso de que el ruido sea de 110 dB, no se debería permanecer más de un minuto. “El ruido llega al umbral del dolor cuando se sobrepasan los 125 dB –detalla la SEORL– y puede ser insoportable a los 140 dB”.
Hay un problema: los reproductores de música no informan del nivel de decibelios en el cual emiten el sonido. ¿Cómo saber entonces si se está escuchando al volumen apropiado o si está demasiado alto? Ante esto, los expertos proponen un recurso simple y de fácil aplicación, la “regla del 60–60”, que consiste en utilizar los auriculares no más de 60 minutos por día y no superar el 60% del volumen permitido por los propios dispositivos. Este resulta un método efectivo para prevenir lesiones en los oídos.
Adelantar la pérdida auditiva asociada a la edad
Estos cuidados también constituyen una forma de no adelantar la pérdida auditiva asociada a la edad. Esta pérdida, llamada también presbiacusia, es inevitable en la mayoría de los casos, y afecta –según datos de la Comisión de Audiología de la SEORL– a dos de cada diez personas de entre 60 y 65 años, a tres de cada diez de entre 65 y 70 años, y a siete de cada diez entre quienes superan los 70 años de edad.
Pero el organismo enfatiza el riesgo en que, en este sentido, se encuentran los jóvenes de la actualidad. “Se estima que nuestros jóvenes pueden estar adelantando en veinte años la aparición de problemas auditivos, debido sobre todo a la exposición al ruido con auriculares, y es algo que nos preocupa mucho”, declaró María José Lavilla, presidenta de la Comisión de Audiología de la SEORL. Si esto se cumple, los problemas auditivos propios de la edad, que hasta ahora en general comenzaban a manifestarse en torno a los 60 años, podrían comenzar a aparecer alrededor de los 40.
Por lo demás, los expertos también destacan que los auriculares tipo cascos –es decir, los que cubren las orejas por fuera– son más recomendables que los intracanal, los que van dentro del pabellón auricular. Estos últimos ejercen una mayor presión sobre la parte interna del oído y puede favorecer el surgimiento de otitis.
Y tampoco se debe dejar de mencionar otra forma en que los auriculares pueden afectar la salud, aunque de una manera muy distinta: al transitar por la vía pública, tanto a pie (andando o corriendo) como en bicicleta u otros vehículos. El volumen muy alto de la música o un tipo de cascos que aísle demasiado del entorno pueden propiciar choques, caídas u otros accidentes de graves consecuencias para las personas implicadas.
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