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Esta es la principal razón por la que ya no tomamos aspirinas

Las aspirinas no resistieron el cambio de siglo y han desaparecido de nuestro botiquín sin que sepamos muy bien cómo. Un día, no recordamos cuándo, dejamos de comprarlas y, en cambio, aparecieron en la farmacopea otros medicamentos de nombre paracetamol e ibuprofeno, que en teoría tenían los mismos usos y virtudes. Al igual que las aspirinas, ambos son analgésicos y antipiréticos -bajan la fiebre-, aunque el paracetamol no actúa apenas como antiinflamatorio.

Riesgos médicos y abuso

¿Quién, cómo y por qué es el responsable de este cambio de hábitos? Se ha aducido que se produjo a principios de siglo debido al descubrimiento de las contraindicaciones y peligros del ácido acetilsalicílico, la base química de las aspirinas. En concreto, su incidencia sobre el riesgo de hemorragias internas, sobre todo estomacales pero no solo, debido a su efecto vasodilatador y anticoagulante. También se ha hablado de su efecto como ácido sobre el estómago en un uso continuado, que puede provocar úlceras.

Así mismo es cierto que se ha pasado a desaconsejar su empleo en menores de 16 años debido al peligro de padecer el Síndrome de Reye, una rara acumulación de grasa en distintos órganos que se producía en algunos niños y adolescentes tras padecer gripe, varicela y otras afecciones. Se ha descubierto que con el cambio de hábito en la medicación, al dejar de tomar aspirina los casos de este síndrome han descendido, pero no se ha podido establecer una relación clara de momento.

Pero lo cierto es que los riesgos del abuso de aspirina eran ya de sobra conocidos, y más si tenemos en cuenta que se trata de uno de los medicamentos más antiguos de la humanidad, puesto que Hipócrates en el siglo IV antes de Cristo ya describió las virtudes de las corteza y las hojas de sauce, que es de donde se extrae el ácido acetilsalicílico. Sin embargo su comercialización no comenzó hasta 1899 gracias a Bayer, que logró industrializar el compuesto.

Pero durante su vida comercial, Bayer nunca ha escondido las contraindicaciones del abuso de la aspirina, que por otro lado comparte también con el ibuprofeno -también responsable de úlceras y hemorragias- y el paracetamol, cuyo exceso presenta serios riesgos para los sistemas hepático y renal. Los tres medicamentos tienen límites claros a su uso y si bien en el pasado se detectó que la prescripción sistemática de aspirinas para la prevención de enfermedades cardiovasculares era un error en pacientes con bajo o nulo riesgo, hoy también se habla de los efectos del abuso de ibuprofeno.

Un medicamento caro

Así que la razón no parece ser en principio de índole médico, puesto que los tres medicamentos son eficaces si se mesuran, pero son peligrosos si se abusa de ellos. De hecho, en realidad el ácido acetilsalicílico sigue estando presente en medicamentos como la Couldina, para la gripe en adultos, o claramente en el Adiro, que no es otra cosa que el nombre que Bayer le daba antes a la aspirina para niños y que ahora centra en el mercado de los mayores con leves problemas cardiovasculares, donde sigue estando tan presente como siempre. 

En cambio si hay una razón de índole económico clara en el abandono de las aspirinas como analgésico y antiinflamatorio de cabecera: su precio. Lo cierto es que la aspirina es un medicamento comparativamente caro, al menos para tenerlo en el cajón de la mesilla de noche. Mientras una caja de ibuprofeno cuesta actualmente, una vez liberado el mercado a los genéricos, 1,97 euros y una de paracetamol 1,9 euros, la caja de aspirinas se eleva hasta casi los cinco euros.

Esta diferencia de precios provocó que durante la pasada crisis económica el consumo de aspirinas se resintiera seriamente. Pero el remate le llegó con la noticia en 2012 de que el Gobierno dejaba de subvencionar este medicamento, con lo que desapareció definitivamente de las recetas de los médicos, que ya llevaban tiempo prescribiendo los más económicos paracetamol e ibuprofeno. Finalmente, como efecto de la caída de la demanda, el producto se ha encarecido, ya que su producción ha disminuido sensiblemente, con lo que ha dejado de ser asequible para el bolsillo medio.

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