Blanca, lectora y socia de eldiario.es, nos hace la siguiente petición en el texto de un correo electrónico: “me gustaría que hablaseis de la depresión navideña y de cómo combatirla. Este año hemos perdido a un familiar muy querido y me temo que, siendo yo ya de por sí muy tendente a deprimirme por Navidad, lo voy a pasar especialmente mal, por lo que me vendrían bien algunos consejos que me ayudaran a aguantar hasta reyes”.
Depresión navideña, depresión blanca, blues de la Navidad, etc. La tristeza que afecta a muchas personas por las fiestas navideñas tiene muchos nombres y una larga literatura detrás. Es un trastorno frecuente que todos sentimos un año u otro, y algunos con asiduidad. Sin embargo, no todos los expertos lo ven como una patología clínica.
Para la psicóloga clínica sanitaria Araceli de Marcos “la depresión navideña sí puede considerarse en algunas personas un tipo de depresión endógena, sin otra causa aparente que la época del año, aunque con sus condicionantes, y en ese caso podemos hablar de trastorno con rasgos clínicos, pues es estacional y se repite casi todos los años”. Avisa de que en algunos casos puede llegar a ser grave y explica que las emergencias sanitarias por trastornos de angustia y ansiedad crecen durante las fiestas.
De Marcos matiza que “esto no significa que venga de dentro nuestro sin motivo aparente, sino que hay unas causas objetivas que la propician y a las que son sensibles determinados perfiles psicológicos”. La psicóloga incluye entre estos, “a grandes rasgos”, a personas que tienen descompensadas las distintas facetas de su vida, por ejemplo con una gran actividad laboral y una vida afectiva o familiar pobre o limitada. También habla de perfiles inseguros, que se apoyan mucho en su vida social pero que llevan mal estar solos.
Causas de la depresión navideña
Entre los factores que pueden propiciar la depresión navideña de Marcos destaca algunos ambientales y otros coyunturales. Entre los ambientales señala “la menor duración del día, la falta de intensidad de luz diurna y el clima adverso, que impide realizar actividades al aire libre y nos obliga a estar encerrados; estas circunstancias relajan a algunas personas, pero a otras las predisponen a una cierta melancolía que no les ayuda a enfrentar los retos de la Navidad”.
De Marcos entiende como “retos” los factores coyunturales que nos empujarían a la depresión: “el parón de actividad que además nos tiene encerrados por mor del clima, una supuesta obligación de ser felices que nos autoimponemos y que en la infancia tenía sentido pero que con la edad se pierde, un cierto balance inconsciente del año que termina y el peso de las ausencias en el caso de haberlas, que pueden agravar la depresión en individuos sensibles”.
Tristeza sí, depresión no
En cambio el psiquiatra y psicoanalista Javier Árbol no considera que exista una patología clínica de depresión relacionada con la Navidad. Está de acuerdo con de Marcos en que la Navidad es una época de riesgo alto en cuanto al agravamiento de trastornos y malestares psicológicos, pero cree que los mismos se dan en personas que ya arrastran problemas el resto del año.
Él prefiere hablar de “valle navideño” para aquellas personas con problemas o desequilibrios, y sí bien reconoce que dichos problemas corren el riesgo de agravarse precisamente por las causas que describe de Marcos, no cree en una estacionalidad de tipo clínico sin motivos previos: “se habla mucho de la ausencia de seres queridos, por ejemplo, pero es completamente normal que les echemos de menos en fechas de reunión; no es que estemos deprimidos, es que los añoramos”.
Del mismo modo, Árbol descalifica como “depresión” la melancolía en la que caen muchas personas durante las fiestas por el mero hecho de estar encerrados con la familia y sin mayor posibilidad de realizar actividades. “Lo que sucede es que no saben distraerse; no toleran ni el aburrimiento ni la ociosidad, y en muchos casos tienen una pobre calidad relacional familiar, lo que se pone en evidencia en Navidad, cuando la monotonía que nos aparta del hogar se rompe”.
Pero aquí el analista ve “más problemas de comunicación y de pareja que otra cosa”, así como “una cierta incapacidad para saber llenar el tiempo que nos lleva a pensar en nuestros problemas e incertidumbres y, por lo tanto, a entrar en un ciclo obsesivo angustioso”, pero no depresión. “En muchos casos el problema no es la psique sino la incapacidad de buscar compensaciones a las incertidumbres, por otro lado normales con la edad”.
El riesgo existe
De todos modos, ambos expertos en salud mental alertan que no es bueno dejarse llevar por esta melancolía y que la estación es propicia para que se agrave e incluso se agudice peligrosamente. Recomiendan estar atentos aquellos familiares que puedan padecerla, o bien si somos nosotros mismos, comentar nuestro estado con otras personas y buscar ayuda.
Por otro lado, tanto de Marcos -cuando habla de “personas sensibles” a esta tristeza- como Árbol -en el caso de tener problemas que puedan agravarse- sí creen que la depresión navideña puede esquivarse o al menos aminorarse. Árbol recomienda realizar actividades comunes en pareja o familia fuera de casa: “desde organizar un viaje a ir a museos o maratones de cine, o bien excursiones cortas, tomar el aperitivo, ir de compras, etc”.
De Marcos incide en que tampoco en casa debemos permanecer ociosos: “hay numerosas series para ver, podemos cocinar recetas complejas, hacer catas de vinos o incluso aprovechar para pintar una habitación o restaurar un mueble; es importante planificar actividades que impliquen coordinación motriz y ejercicio físico”. Precisamente Árbol también recomienda ejercicio físico de moderado a intenso para estimular la secreción de endorfinas.
Respecto a los días señalados como Nochebuena, Navidad o fin de año, ambos especialistas coinciden en que, si no se pueden esquivar las reuniones familiares, lo mejor es implicarse en las tareas de organizar las comidas y las cenas, -“buscando nuestro lugar en el equipo familiar”, dice de Marcos- de modo que la jornada pase entretenida y activa y evitemos permanecer al margen dando vueltas a pensamientos negativos.
Por otro lado, si somos personas que vivimos solas, debemos planificar viajes, citas, actividades, cursos, conferencias, etc., para mantenernos rodeados de gente en los momentos que pueden ser más críticos; “tal vez no nos sintamos más felices, pero si consiguen distraernos ya es un tanto que ganamos a la melancolía”, termina Javier Árbol.
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