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Duchas de agua fría: ¿qué beneficios son ciertos y cuáles no?

Jordi Sabaté

25 de octubre de 2021 16:51 h

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Maria Eugenia, lectora y socia de eldiario.es, nos hace el siguiente comentario en un correo electrónico: “hay mucha gente que defiende las bondades de los baños de agua fría (cuanto más fría mejor), incluso para adelgazar.

Los nórdicos son muy defensores, aunque los combinan con las saunas; Katherine Hepburn era conocida por su obsesión por esos baños, que tomaba todos los días al levantarse, buscaba incluso en los rodajes tener cerca un lago o un río en el que poder bañarse. Supongo que deben activar la circulación. Pero no sé si serán tan sanos para hacerlo frecuentemente. Y desde luego no sé si sirven para adelgazar“.

Los baños de agua fría se conocen desde la antigüedad y ya Hipócrates, el primer médico que apareció en los medios escritos con su célebre juramento, los aplicaba como remedio a numerosos tipos de enfermedades.

Después, con el transcurso de los siglos los baños y duchas de agua fría han sido utilizados con numerosos fines, e incluso hay una cierta tradición en ciertos países de rematar una ducha bien caliente con agua opuestamente fría. Un ejemplo es la ducha escocesa.

Un estimulante matinal

Se conoce poco sobre los mecanismos que activa el agua fría sobre nuestro cuerpo, pero sí se sabe que el contacto de nuestros receptores superficiales, en la piel, con el frío, activan numerosas señales dirigidas al cerebro a la vez y que este responde activando el sistema de alerta, el mismo que usa delante de un peligro inminente: secreción de noradrenalina y dopamina a espuertas.

Es decir que el remate del agua fría, sobre todo tras el contraste con el agua caliente que previamente puede haber relajado nuestros músculos, hace que nuestro sistema endocrino genere las hormonas del estrés pero sin la causa psicológica que lo provoca: el resultado es que nos mantendrán más activos y despiertos tanto física como cerebralmente, como si nos hubiéramos tomado un par de tazas de café.

Adicionalmente, es aconsejable tomar la ducha fría tras pasar por el agua caliente para relajar primero el músculo y evitar así contracturas y posibles lesiones al estar los tendones en frío si hacemos algún movimiento brusco o un esfuerzo. En cuanto al tiempo, basta con un paso breve con el agua (30 segundos) a una temperatura alrededor de los 15ºC

¿Adelgaza?

Por otro lado, un beneficio adicional, si usamos el sistema adecuadamente, es que forzamos el cuerpo a generar calor para contrarrestar el frío superficial, de modo que el metabolismo se acelera bastante, con lo que aumenta el consumo energético.

También la circulación se acelera para llevar la sangre caliente a los músculos y órganos que se hayan enfriado y cuyos receptores nerviosos así lo piden. Este aumento del metabolismo para generar calor se hace quemando la llamada grasa parda, que precisamente almacenamos para poder regular nuestra temperatura.

Por lo tanto, las duchas frías sí inciden en la quema de dicha grasa y en consecuencia ayudan de alguna manera a adelgazarnos. Otra cosa es que aumenten la proporción de grasa parda de nuestras reservas, es decir que fuercen la grasa blanca a convertirse en parda para ser quemada, aumentando así la eficiencia del método como adelgazante.

Al parecer, por el momento no hay evidencias de ello, aunque tampoco en el sentido contrario.Lo que sí parece estar demostrado es que el contraste entre agua fría y caliente ayuda a recuperar el músculo tras el ejercicio intenso, en especial si se han producido roturas o lesiones,.

Esto se debe a que al acelerar la circulación sanguínea para llevarle calor también acelera el suministro de aminoácidos. No obstante, no se ha podido demostrar que mejore el desarrollo del músculo respecto a la ausencia de tratamiento. Es decir que aunque recupera mejor el músculo lesionado o cansado, no lo hace crecer.

Mejora en el sistema inmunitario

Lo que sí parece demostrado, al menos así lo apoya un estudio realizado por un equipo de científicos holandeses y publicado en 2016 en la revista científica Plos One, es que aplicarse una ducha fría, o rematar con una ducha fría durante un mínimo de 30 segundos, mejora nuestro sistema inmunitario, al menos de modo preventivo.

Los científicos sometieron a un grupo de 3.018 individuos de entre 18 y 65 años de ambos sexos a diversos tratamientos: un grupo tomó cada mañana a lo largo de 2015 una ducha de 30 segundos; un segundo grupo otra de 60 segundos, un tercero de 90 segundos y finalmente el resto de personas no tomaron duchas frías.

La primera conclusión del estudio, en el que se siguió la evolución de la cohorte estudiada durante ese año, es que aquellas y aquellos que tomaron ducha fría redujeron en un 29% su absentismo laboral por causa de enfermedades, frente al grupo que no tomó duchas.

La otra conclusión fue que no había diferencias entre tomar duchas de 30, 60 o 90 segundos, con lo que no hace falta que nos mortifiquemos: con 30 segundos hay de sobra.

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