Con ya tres semanas de confinamiento y varios frentes fríos recorriendo la península, la mayoría no vemos el momento en que el buen tiempo propio de la estación primaveral llegue a nuestras comunidades. En parte para que nos aporte un poco de calor, pero también para comprobar en el día a día si la tan repetida consigna de que el calor frenará al coronavirus es cierta. Es un mantra que hemos oído desde el inicio de la pandemia en China, pero que por el momento no concita ningún consenso científico.
Por un lado la OMS avisa de que el virus también se está extendiendo por zonas del planeta de clima cálido, tal como puede verse en el mapa interactivo de la Universidad Johns Hopkins. Baste con ver las cifras de países nada sospechosos de pasar frío, como Tailandia, Indonesia o Filipinas, donde el nivel de contagios super el millar y en algunos casos los 2.800 infectados, como es el caso de Malasia.
Por otro, la red de Centros de Control y Prevención contra Enfermedades de Estados Unidos, asegura en el apartado de preguntas frecuentes de su página web que no existen por el momento evidencias de que una subida de temperaturas pueda eliminar al virus o hacerlo menos agresivo. No obstante, diversos expertos aseguran que la llegada de las temperaturas primaverales favorecerá una menor velocidad de propagación del virus.
Causas más allá del calor
Así lo especifica Vicente Soriano, profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Internacional de La Rioja, en un artículo del pasado 4 de marzo publicado en The Conversation. Soriano recuerda que “los coronavirus, como otros virus respiratorios, suelen reducir su transmisión en las épocas estivales”. Es justo lo que pasó con la epidemia del SARS en 2002-2003, y lo que este experto supone que ocurrirá de nuevo.
Como motivos principales de la remisión de las epidemias causadas por virus respiratorios cuando llega el buen tiempo, Soriano cita la temperatura elevada, que reduce la estabilidad viral en superficies de contacto. “Se estima que en verano no va más allá de 4 horas”, escribe. Pero también los rayos ultravioleta solares, que inactivan el virus. A medida que se acerca el verano los días se hacen más largos y por tanto la radiación actúa como antiséptico.
Otra causa más allá de la tempera que cita es la ausencia de frío, que hace que pasemos más tiempo en espacios abiertos, donde mantenemos unas distancias mayores unos con otros; también la disminución del uso de calefacciones hace que las mucosas estén mejor hidratadas y constituyan una defensa más eficaz frente al virus. A este respecto un estudio de la Universidad de Yale postula que el aumento de la humedad relativa en las casas será una barrera contra la expansión del virus.
Diversidad de estudios
Aunque los diversos estudios existentes no terminan de confirmar, ni de desmentir la teoría de Soriano, sí que en rasgos generales se ponen de acuerdo en que el virus se presentará como un agente infeccioso menos eficaz a medida que la temperatura aumente. Así lo ve un artículo publicado en la revista de la Escuela de Salud Pública de Harvard bajo el título Will COVID-19 go away on its own in warmer weather? (Desaparecerá Covid-19 con el buen tiempo?).
En él, su autor opina que el virus ralentizará su expansión con la llegada del calor, pero no desaparecerá completamente y podría resurgir en otoño. “Tenemos razones para esperar que, al igual que otros betacoronavirus, se transmita de manera algo más eficiente en invierno que en verano, aunque no conocemos los mecanismos responsables”, escribe.
Finalmente, algunos estudios pronostican un óptimo vital para este nuevo coronavirus entre los 13ºC y los 24ºC en el que tendría su máximo de eficiencia infecciosa, de modo que por debajo de este intervalo y por encima del mismo la pandemia tendría unas evolución sensiblemente lenta y sería más fácil de controlar.
No obstante, en la página donde se publican los artículos que explican estos estudios, se aclara que ninguno de los dos ha sido revisado por pares científicos y por lo tanto no son concluyentes. Tampoco cifras como las de Noruega, con 4.600 casos o las de Canadá, con casi 8.000 casos (día 31 de marzo) parecen avalar esta tesis, al igual que los antes citados del sudeste asiático.
A este respecto, la revista The Lancet publicó ayer un estudio sobre el terreno de científicos españoles en el que se advierte de que el calor no está suponiendo un freno a la expansión del virus en África occidental; aunque su velocidad sea más lenta inicialmente, al final se llega a un punto donde la pandemia puede alcanzar valores similares a los de regiones menos templadas.
De este modo, sin certezas absolutas, la incógnita no es ahora tanto si la llegada del buen tiempo primaveral desacelerará la pandemia de Covid-19, sino en qué medida lo hará: ¿tendrá una menor incidencia pero sin desaparecer totalmente o frenará en seco el aumento de nuevos casos?
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