Ropa nueva, ¿ropa limpia?
La ropa, antes de llegar a nuestro armario, ha seguido un largo camino y ha pasado por innumerables procesos y manos, desde que se fabrica hasta que se transporta y, al final, se comercializa. La tecnología textil ha realizado un largo camino en la búsqueda de un amplio rango de formas, colores y tipos de fibras, desde las naturales como el algodón, la seda o la lana, a las sintéticas como nylon, poliéster, acrílico o rayón.
Los tejidos que se usan para confeccionar prendas de ropa se acaban, en ocasiones, a través de procesos químicos para potenciar sus características, como agentes para reforzar los tejidos y hacer que no se arruguen, según la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA). La misma reconoce que, durante el proceso de fabricación, un tejido puede pasar por una gran variedad de tratamientos químicos y no químicos, que incluyen la preparación, el tinte, la estampación y el perfeccionamiento de los tejidos.
Algunas de estas sustancias son los biocidas, los retardantes de la llama, los hidrófugos y los encoladores. La Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA) las admite y añade almidón, aceites sulfatados o ceras en el grupo. Uno de los objetivos en la fabricación de telas es conseguir que estas sean más resistentes al agua, a las manchas, a las arrugas, a las bacterias y al moho.
Según un estudio realizado en 2015 por la Universidad de Estocolmo, Suecia, algunas de las sustancias utilizadas pueden aumentar el riesgo de dermatitis alérgica. Estas sustancias que se usan para dar color y forma a la ropa pueden, en algunos casos, quedar como residuos. Para la investigación, los expertos analizaron la cantidad, toxicidad y facilidad con la que ciertas sustancias pueden penetrar en la piel, y detectaron que las mayores concentraciones de quinolinas y aminas aromáticas se encontraron en tejidos de poliéster.
Tras lavar la ropa, los expertos determinaron que algunas de las sustancias se eliminaron, aunque otras permanecieron en ciertas cantidades. Aunque la mayoría de las personas no sufrirá ningún daño, las personas alérgicas, con piel sensible o la piel atópica, pueden sufrir irritaciones y eccemas. Los expertos admitían entonces que, pese a los resultados, es muy difícil saber si los niveles de ciertas sustancias químicas son peligrosos y qué efectos pueden tener a largo plazo en la ropa.
También es evidente que una prenda de ropa de una estantería de una tienda está expuesta a numerosas manos de los clientes que, además, suelen probársela tantas veces como hace falta. En mayor o menor medida, cualquier pieza de ropa puede tener cierto grado de parasitación, procedente de las manos que la manipulan.
Por tanto, la presencia de gérmenes está garantizada. Algo que no ocasionará problemas en condiciones normales y en personas sin enfermedades, pero que debe tenerse en cuenta si se sufre algún tipo de alteración en la piel o si hablamos de los recién nacidos.
Lavar antes de estrenar
Como se ha visto, ropa nueva no es sinónimo de ropa limpia. Hongos, humedad, suciedad y polvo son algunas de las sustancias ambientales que puede absorber la ropa almacenada antes de que se comercializa, además de las químicas que se usan en la fabricación de algunas de ellas. Algunas prendas textiles obtienen sus particulares colores y matices a partir de ciertos colorantes.
Estos pueden causar una reacción cutánea severa si se sufre alergia o una reacción menos intensa como picor o irritación, sobre todo en ciertas zonas del cuerpo donde se producen fricciones. Otro irritante es la resina de folmadehído, que puede causar eccemas y erupciones cutáneas.
La recomendación general, por tanto, es lavar la ropa al menos una vez antes de estrenarla siguiendo las normas del fabricante, que nos ayudarán a decidir a qué temperatura debemos lavarla. Por ejemplo, las prendas de color es mejor no someterlas a altas temperaturas porque los tejidos sufren más desgaste. Algo que no pasa con la ropa blanca, que sí admite temperaturas más elevadas.
También deberá tenerse en cuenta el tejido; las prendas blancas pero 100% algodón pueden encogerse con el agua caliente. A una temperatura de 30ºC pueden conseguirse resultados muy buenos. Esta medida es especialmente importante si la pieza en cuestión va a entrar en contacto directo con la piel, como la ropa interior, bañadores y biquinis, camisetas o pantalones.
Con el lavado se eliminan los restos de fabricación que pueden causar reacciones indeseables, sobre todo las de colores intensos y estampados. También es aconsejable, cuando nos vayamos a probar ropa que queramos comprar, hacerlo llevando otra prenda debajo de manera para evitar el contacto directo con la piel.
En el caso de la ropa de bebés siempre debe lavarse la ropa antes de estrenarla para que se eliminen los productos usados en su fabricación y los posibles microorganismos. Para tal fin deben usarse detergentes específicos o que no contengan sustancias potencialmente nocivas. Debe tenerse en cuenta que, aunque la ropa venga empaquetada, esto no significa que sea más inocua.
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