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Miopía infantil: ¿culpa de las pantallas o de pocas horas al aire libre?

Cristian Vázquez

18 de diciembre de 2022 22:39 h

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La miopía es un problema global que en las últimas décadas no ha dejado de crecer. Las estimaciones señalan que una de cada cuatro personas en todo el mundo es miope.

Y no parece que la tendencia vaya a revertirse: un estudio realizado en 2016 por científicos de Australia preveía que, para 2050, la mitad de los seres humanos sufrirá de esta afección.

En este sentido, los expertos destacan la importancia de poner atención en la miopía infantil. Sobre todo porque a menudo este problema se inicia en la etapa escolar, e incluso antes, según el tipo de miopía del que se trate, y su detección y tratamiento precoces son fundamentales para impedir que la miopía avance.

Pero la cuestión también es relevante porque en los últimos años el aumento de los casos de miopía infantil ha sido muy pronunciado. Desde 2016 hasta la actualidad la incidencia de la miopía en los niños ha aumentado en un 17%, de acuerdo con el último según un estudio demoscópico, publicado en septiembre por la Universidad Europea de Madrid y la Fundación Alain Affleou.

Señales de miopía en la infancia

La miopía es un problema que se produce cuando la distancia entre la parte anterior y la posterior del globo ocular es mayor de lo normal. En consecuencia, las imágenes lejanas no convergen sobre la retina (como deberían) sino delante de ella, y por eso se ven borrosas.

Las imágenes cercanas, en cambio, se ven de forma correcta. Por otro lado, existen dos tipos de miopía: la simple y la patológica o magna.

La simple aparece por lo general en la edad escolar, al principio como una alteración pequeña, que se va acentuando con los niños y en general se estabiliza al final del desarrollo.

La patológica, en tanto, comienza antes; a menudo se detecta alrededor de los cuatro años de edad. Es muy pronunciada desde el primer momento, y se relaciona con lesiones oculares más importantes, que suelen manifestarse a partir de los cincuenta años y pueden derivar en glaucoma, cataratas y la pérdida de la visión.

Es por eso que son fundamentales los controles oftalmológicos en los niños desde pequeños. En general, a partir de los tres o cuatro años de edad ya son capaces de responder en la consulta y colaborar con el especialista para poder determinar su agudeza visual.

Tales controles son fundamentales sobre todo cuando se advierten señales de que el niño tiene dificultades para ver bien de lejos. Por ejemplo, si frunce el ceño o guiña los ojos cuando tiene que observar y enfocar objetos lejanos.

Los niños con miopía también “pueden ser más despistados y mostrar un menor interés por actividades que exijan una buena visión de lejos”, como cierto deportes o juegos, explican los expertos del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.

Por las mismas razones, en ocasiones esos niños tienen un carácter más retraído y son más aficionados a la lectura u otras actividades que no requieren ver bien a la distancia, y además expresan con frecuencia que están cansados o les duele la cabeza.

Pantallas y otras posibles causas

Entre las causas de la miopía es innegable que hay un componente genético. De hecho, según cita otro estudio demoscópico, Radiografía Infantil de la Miopía en España (2016-2020), en la mitad de los casos de niños con miopía, uno de los progenitores sufría la misma dolencia. Y en el 30,9% de los casos la padecían ambos: el padre y la madre.

Pero la herencia genética no explica el aumento en el número de niños con miopía. Entonces, ¿a qué se debe? Las razones no están claras. Se sabe, no obstante, que existen algunos hechos relacionados con ese incremento.

Tradicionalmente, se ha señalado como responsables de la miopía a las actividades que implican enfocar la vista de cerca durante lapsos prolongados: la lectura y, en los últimos tiempos, el uso de dispositivos electrónicos con pantallas, como los ordenadores, los teléfonos y las tabletas.

Diferentes estudios -uno de los últimos, de 2018, realizado por científicos del Reino Unido y basado en datos de casi 68.000 hombres y mujeres- comprobaron que las personas con mayor nivel educativo tienen muchas más probabilidades de sufrir miopía. Esto podría deberse a pasar más tiempo leyendo, tanto en papel como en pantallas.

Un trabajo anterior, de 2015, también afirmaba que las tareas que implican ver de cerca durante lapsos prolongados aumentan el riesgo de miopía, algo que se pudo ver durante la pandemia de COVID-19. Por eso, recomendaba “desarrollar estrategias para reducir el impacto” de esa clase de tareas en los niños.

La importancia de la luz solar

Sin embargo, otras revisiones, como esta que utiliza archivos de la Cochrane Library, sostienen que se precisa de más estudios para asentar las evidencias de esta asociación con las pantallas.

Incluso otros trabajos sostienen desde hace ya varios años una hipótesis que apunta en otra dirección: la principal causa del aumento de la miopía infantil sería el poco tiempo que los niños pasan al aire libre.

¿Por qué las actividades al aire libre reducirían la incidencia de la miopía? Pues porque la luz solar podría propiciar un desarrollo del ojo que la luz artificial -muy distinta de la natural, aunque a simple vista no lo notemos con claridad- no lograría. Así lo explica el oftalmólogo Rubén Pascual en el blog de su Proyecto Ocultaris.

Además, añade el especialista, “podría haber una variable indirecta, como que el sedentarismo produzca miopía y la actividad física la prevenga”. En este caso, la lectura o las pantallas no serían causas de la miopía, sino actividades asociadas con ella por el hecho de que, en general, se realizan en interiores y no al aire libre.

Según Radiografía Infantil de la Miopía en España (2016.2020), el 38% de los niños pasa menos de 1,6 horas por día expuesto a la luz solar; el 44% lo hace entre 1,6 y 2,7 horas diarias, y solo un 18% realiza actividades al aire libre durante más de 2,7 horas cada jornada.

Por supuesto, el confinamiento y otras restricciones durante la pandemia de COVID tuvieron un impacto negativo en las posibilidades de realizar tareas al aire libre.

Pero este posible beneficio -prevenir la miopía- es un aliciente para que los niños pasen más tiempo fuera de casa, si es posible realizando actividad física, la cual también es fundamental para su desarrollo.

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