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Con la recién estrenada primavera llegan los días más largos y las temperaturas un poco más cálidas, todo florece y parece que se juntan los factores perfectos para que nos sintamos más animados y con ganas de hacer cosas.
Sin embargo, a muchas personas la llegada de la nueva estación les supone justo todo lo contrario: cansancio, apatía o problemas para dormir. Esta situación, que engloba síntomas muy diversos, es lo que se conoce como astenia primaveral, que suele aparecer cada año por estas fechas.
Aunque no está considerada como una enfermedad ni entra dentro del Catálogo de Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se define como una sensación pasajera y subjetiva de cansancio, tanto físico como mental, que no tiene una causa orgánica concreta y que, por suerte, es pasajera y temporal.
Por qué aparece la astenia primaveral
Según la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), la primavera aglutina factores como el cambio de horario, el aumento de la temperatura, cambios de presión atmosférica y humedad o alergia al polen, que obligan al organismo a tener que adaptarse a este nuevo horario y al aumento de las horas de luz.
El adelanto, el último fin de semana de marzo, de una hora en los relojes altera nuestros ritmos circadianos, que son los que se encargan de generar cambios en la producción de endorfinas, serotonina, melatonina y otras sustancias del sistema nervioso. Cuando el organismo es capaz de autorregularse, el cansancio va desapareciendo con los días.
La astenia primaveral, por tanto, no deja de ser el proceso de adaptación que tiene que hacer el organismo a los nuevos cambios, no solo de horario y luz, también de temperatura y del ambiente.
De da porque se producen desajustes en los ciclos hormonales dirigidos por el hipotálamo, una glándula del cerebro que se encarga de regular la temperatura corporal, la sed, el hambre, el sueño y la vigilia, entre otras funciones. Durante estas primeras semanas de adaptación, los neurotransmisores que controlan todo esto pueden verse alterados.
Por tanto, cuando no hay una enfermedad orgánica que explique esta sensación de cansancio o enfermedades previas que puedan agravarse, la astenia primaveral no tiene más importancia desde el punto de vista médico, excepto si se alarga más de 15-20 días.
Cuáles son los síntomas de la astenia primaveral
La adaptación a la estación primaveral y a los cambios ambientales que llegan con ella puede provocar síntomas como:
- Fatiga y cansancio.
- Somnolencia diurna y alteraciones del sueño, sobre todo dificultad para conciliarlo.
- Problemas para concentrarse.
- Falta de apetito.
- Ansiedad e irritabilidad.
- Falta de motivación.
- Disminución del deseo sexual.
- Dolor de cabeza.
En algunos casos, además de estos síntomas, también pueden aparecer picores generalizados, herpes labial, caída del cabello y uñas frágiles. Estos signos se acostumbran a relacionar con el descenso de endorfinas y con los niveles de melatonina, la hormona que regula el ciclo vigilia-sueño.
Algunas personas se ven más afectadas que otras, como las que sufren estrés o las personas alérgicas, así como ancianos y niños pequeños, que son los acusan más los cambios ambientales.
Cómo sobrellevar mejor estos días primaverales
Aunque la astenia primaveral es difícil de prevenir y no existe un tratamiento médico para combatirla, sobre todo porque no sabemos cuándo empezarán los síntomas, sí es posible mitigar estos signos y sobrellevar este estado adoptando una serie de hábitos saludables como:
- Seguir un orden en los horarios de vigilia-sueño: acostarnos y levantarnos cada día a la misma hora y evitar el uso de dispositivos tecnológicos antes de ir a dormir.
- Cuidar la alimentación: esta nos debe aportar la energía suficiente, priorizando alimentos como frutos secos o plátanos y ricos en fibra. Frutas y verduras nos ayudarán a reponer las sales minerales que el cuerpo pierde más durante los días en los que aumentan las temperaturas. Estos alimentos se pueden combinar con arroz, pasta, legumbres y patatas o con platos con carne, pescado y huevos. Las grasas y azúcares refinados los dejaremos en el armario porque aportan una energía de mala calidad.
- Una buena hidratación: consumir una cantidad suficiente de agua al día favorece la función renal e intestinal. El agua puede sustituirse o completar con infusiones, zumos y caldos.
- Realizar ejercicio moderado: de media a una hora de ejercicio diario, preferiblemente de tres a seis horas antes de acostarse porque, de lo contrario, el organismo puede activarse y, por tanto, tener dificultad para dormir. Pasear, nadar, bailar o ir en bici son actividades recomendables, aunque en el caso de que el cansancio sea acusado pueden realizarse actividades que no requieran mucho esfuerzo, como yoga.
- Evitar el consumo de sustancias excitantes: es importante evitar sustancias estimulantes como el café o el alcohol. El primero es un diurético, lo que significa que hace que el agua abandone el cuerpo, deshidratándolo y provocando aún más cansancio.
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