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¿Olemos distinto según la edad?

Xerardo, lector y socio de eldiario.es, nos escribe un correo electrónico con la siguiente petición: “Acabo de tener mi primer hijo y estoy vivamente sorprendido por el hecho de que huela especialmente bien. Me han dicho que es normal que los bebés huelan tan bien, pero no sé cuál es la explicación. El caso es que este hecho me ha llevado a reflexionar sobre si las personas olemos diferente en las distintas etapas de la vida y en caso de ser, quiero saber a qué se debe. ¿Por qué perdemos el buen olor de cuando somos bebés? ¿Olemos mejor o peor a medida que crecemos y envejecemos?”.

En efecto, olemos distinto según la etapa de la vida en la que nos encontremos, y dicho olor, u olores, puesto que se van sucediendo, se deben a patrones químicos muy concretos siempre que no medie una enfermedad que nos dé mal olor corporal. Para poder explicar el olor concreto de cada edad, lo mejor es repasarlas una a una.

El olor de bebé

Muchas personas sienten que los bebés huelen especialmente bien, con una fragancia dulzona que gusta particularmente a sus padres, pero también a otras personas, especialmente mujeres jóvenes. No se conoce exactamente cuál es el compuesto que crea este olor, pero se cree que su función concreta es enganchar a los progenitores al hijo, de modo que aumente el afecto y la protección. Así lo asegura un estudio de la Universidad de Quebec, que testeó a 30 mujeres, 15 madres recientes y 15 sin hijos.

En este sentido el olor a bebé sería un avance evolutivo para crearnos vínculos con nuestros propios padres. De hecho, algunas mujeres sienten un rechazo por el olor de los bebés de otras mujeres, no por desagradable sino porque es muy intenso, lo cual podría indicar que dicho olor serviría a las madres para identificar a su hijo entre un grupo de recién nacidos.

Aunque otras teorías apuntan a que el buen olor de los bebés se debe a que todavía no transpiran con eficiencia y por tanto no sudan, con lo que no se producen fermentaciones ni enranciamientos en su epidermis. Sería, para entendernos, un olor a humano puro. O sea que el olor de los recién nacidos lo podemos identificar como dulzón. 

El olor de niños y adolescentes

Aquí el olor puede ser intenso por varios motivos, relacionados con un exceso de sudoración y los cambios hormonales de la pubertad. Los niños se mueven mucho y sudan, de modo que el sudor se pega a su ropa, en especial el de las glándulas apocrinas de sus axilas. Este sudor tiende a enranciarse y dar aromas molestos. Si bien es más evidente en los adolescentes.

Estos pueden padecer bromhidrosis no solo por exceso de sudoración, sino porque el sudor de las glándulas apocrinas de las axilas, los pies y los genitales esté demasiado cargado de lípidos. Estos lípidos son oxidados por diferentes bacterias, dando lugar a olores a mantequilla pasada y quesos de torta, que pueden resultar muy fuertes cuando la sudoración ha sido abundante, lo cual sucede en la época de la diferenciación y el despertar sexual, pues se secretan hormonas conocidas como feromonas. Así que el olor de los niños y adolescentes es más bien a queso y leche agria debido al gran número de aldehídos que se forman al enranciarse el sudor.

Olor de los adultos y ancianos

Hay mucha gente que asegura que las personas mayores huelen de un modo diferente también, aunque otras personas no distinguen tal olor. Es más, cuanto más joven es la persona que huele, mayor es la sensibilidad al “olor de anciano”, que los japoneses han bautizado como kareishukareishu. Las personas que superan la treintena dejan de percibir progresivamente este olor por dos razones.

La primera es que el kareishu comienza a los 30 y va en aumento por lo que nos acostumbramos a este olor en nuestro propio cuerpo. La segunda es que también a esta edad empezamos a perder sentido del olfato. Así, el olor a anciano lo notan más los niños y jóvenes. Es un olor al parecer determinado por un aldehído llamado 2-nonenal, de fragancia fuerte y desagradable cuando está concentrado.

Se debe a que con la edad las glándulas sudoríparas, tanto las ecrinas como las apocrinas, excretan más grasa. A la par, en la superficie de nuestra dermis cada año que pasa hay menos sustancias antioxidantes respecto a cuando éramos jóvenes. Esta grasa es oxidada profusamente por un determinado grupo de bacterias que convierten los ácidos grasos en aldehídos de olor penetrante.

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