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Párkinson: factores de riesgo y cómo prevenirlo

Muhammad Alí, el boxeador más popular de todos los tiempos, murió de Parkinson el 3 de junio de 2016. Alí se retiró del boxeo en 1980 y para entonces, ya habían aparecido los primeros síntomas. Esta foto es de 2010.

Cristian Vázquez

10 de abril de 2022 22:01 h

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El mal de Párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, después del Alzheimer. Afecta a unas 160.000 personas en España y a más de 6,5 millones en todo el mundo. Cada 11 de abril se celebra el día de esta enfermedad, en homenaje a James Párkinson, quien nació en esa fecha de 1755 y fue el primero en describir la enfermedad que ahora lleva su nombre.

Lo más conocido del mal es su efecto más visible: la agitación y los temblores que provoca en las manos, los brazos y otras partes del cuerpo. De sus posibles causas, sus factores de riesgo y las señales tempranas de la enfermedad, en cambio, se sabe -en general- bastante menos.

Una sustancia muy relacionada con el Párkinson es la dopamina. Este neurotransmisor suele ser llamado la “hormona del placer”, pues el cerebro la segrega cuando la persona realiza acciones que la hacen sentir bien. Se vincula con el sistema de recompensas, y se activa ante el consumo de drogas, los juegos de azar, y también ante el amor.

Pero la dopamina también desempeña un rol muy importante para la función motora del organismo. De hecho, la muerte o degeneración de las neuronas que producen dopamina es la razón fisiológica por la cual aparece el mal. Por desgracia, la ciencia hasta ahora no ha podido determinar por qué esas neuronas se desgastan o mueren.

“Sin la dopamina, las células que controlan el movimiento no pueden enviar mensajes apropiados a los músculos -explica un documento de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos-. Esto hace que sea difícil controlarlos. Este daño empeora lentamente con el tiempo”.

Factores de riesgo

Lo más aceptado en la actualidad es que la enfermedad “podría deberse a una combinación de factores genéticos, medioambientales y los derivados del propio envejecimiento del organismo”, apunta la Fundación Española de Párkinson (FEP). Es por ello que los factores de riesgo se agrupan de acuerdo con esos tres aspectos:

  • Factores genéticos. Entre un 15% y un 25% de las personas con Párkinson tienen algún antecedente de la enfermedad en su familia. Sin embargo, la FEP asegura que en nueve de cada diez casos se trata de “formas esporádicas, es decir, no se deben a una alteración genética concreta”.
  • Factores medioambientales. Según la FEP, existen estudios que “citan como factor de riesgo el consumo continuado a lo largo de los años de agua de pozo o haber estado expuesto a pesticidas y herbicidas”. Es por ello que la vida en un entorno rural podría aumentar el riesgo de padecer este mal.
  • Envejecimiento. En la mayoría de los casos -alrededor del 70% del total- el Párkinson se manifiesta a los sesenta o más años de edad. No obstante, no es una enfermedad exclusiva de los adultos mayores: el 15% de los pacientes tiene entre 45 y 65, y el otro 15% es menor de 45.

Señales tempranas de la enfermedad

El Párkinson no tiene todavía una cura, aunque sí distintos tratamientos que aumentan la calidad de vida de las personas afectadas. Estos tratamientos son más eficaces cuanto antes se logra diagnosticar el problema. Por lo tanto, resulta clave poner atención a los posibles signos precoces de la existencia de la enfermedad.

La Fundación de Párkinson, con sede en Estados Unidos, enumera diez signos de alerta temprana. Son los siguientes:

1. Temblor. Como se ha señalado, es el efecto más visible y más conocido. Y aunque suele ser más notorio en las manos y los brazos, también se manifiesta en el mentón, los labios, las piernas u otras partes del cuerpo. Y además de esas formas de agitación, pueden producirse contracciones en las extremidades.

2. Letra pequeña. Cambios repentinos en la escritura manual, como una caligrafía mucho más pequeña o una tendencia a juntar más las palabras, también pueden ser señales tempranas de la enfermedad. Es cierto que la escritura manuscrita es cada vez menos frecuente, pero puede ser importante mantenerla y poner atención en ella.

3. Pérdida del olfato. Este síntoma ha quedado muy asociado con la pandemia de COVID-19, pero también puede deberse a otros problemas. Algunos, temporales y sin mayor gravedad, como un resfriado o una gripe; otros, cuestiones más complejas, entre ellas enfermedades neurodegenerativas como el Párkinson.

4. Movimientos al dormir. Existen muchas patologías relacionadas con el sueño. Entre ellas, el trastorno de movimiento de las extremidades, que consiste en mover de forma repetitiva los brazos y las piernas al dormir. Algo que incluso puede relacionarse con el síndrome de las piernas inquietas. Pero hay que poner atención, porque también podría ser una señal de Párkinson.

5. Dificultades al moverse o caminar. Es posible que ciertos problemas en los movimientos o desplazamientos se deban a enfermedades como la artritis o a alguna lesión concreta. Pero si no existen esas posibles causas, la rigidez muscular, la falta de movimiento de los brazos al caminar o los dolores a menudo son síntoma de algo mayor.

6. Estreñimiento. Este es un problema bastante común y puede deberse a una amplia variedad de factores. Pero conviene estar atento a si aparece en combinación con otros elementos de esta lista.

7. Voz baja o ronca. Ciertos cambios en la voz pueden deberse también al Párkinson. Hay casos en los que la persona tiene la sensación de que todos a su alrededor se están volviendo sordos, pero lo que ha cambiado es su voz, que resulta menos audible.

8. Falta de expresión facial. Esta característica -también llamada “aspecto de máscara”- hace que la persona parezca todo el tiempo seria, triste o de mal humor. Casi siempre son los demás quienes advierten y señalan este hecho.

9. Mareos o desmayos. El Párkinson está asociado con una baja tensión sanguínea. Esto, a su vez, puede generar mareos (por ejemplo, al levantarse de una silla o de la cama) e incluso pérdida del conocimiento.

10. Encorvamiento. La postura corporal puede dar una alerta de un incipiente Párkinson: una espalda encorvada o el encogimiento de los hombros también son signos que se deben tener en cuenta.

En general, ninguno de estos hechos aislados representan un riesgo concreto de Párkinson. Pero sí conviene estar atentos a si dos o más de ellos se presentan a la vez.

Otras consecuencias y posible prevención

Además de los síntomas ya señalados, el Párkinson puede afectar de otras maneras la vida cotidiana de las personas afectadas. Sus posibles complicaciones van desde depresión y otros cambios emocionales hasta fatiga, disfunciones sexuales, dificultades para masticar y comer y problemas cognitivos.

Los tratamientos -que han tenido un desarrollo notable en las últimas décadas- se centran en tres objetivos principales. En primer lugar, restaurar los niveles de actividad dopaminérgica cerebral, lo cual permite atenuar los síntomas tanto motores como no motores.

Por otro lado, se procura retrasar todo lo posible la evolución del deterioro cognitivo. En definitiva -y este es el tercero de los objetivos- se busca “salvaguardar la autonomía y potenciar el bienestar social y psicológico del paciente”. Así lo indica en un artículo el neurológo Eric Freire, del Hospital General Universitario de Elche.

¿Se puede prevenir el Párkinson? Como se desconocen las causas precisas de la enfermedad, los expertos tampoco pueden señalar medidas específicas para su prevención. Ciertos estudios señalan que el mate y otros productos con cafeína podrían reducir el riesgo de sufrir este mal.

Más allá de esos indicios, lo más recomendable para prevenir el deterioro motor y cognitivo asociado a enfermedades neurodegenerativas, según ha explicado el experto en neurología Tomás González Hernández en una entrevista con elDiario.es, es “mantener una vida sana en sus diferentes aspectos”.

Esto es: tener una dieta equilibrada, hacer ejercicio físico, dormir bien, evitar el contacto con toxinas (como las de herbicidas y pesticidas) y tener la mente activa, sobre todo a través de relaciones sociales y de actividades como la lectura, la música o los juegos de mesa.

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