Síntomas de la depresión silenciosa: cuando es el cuerpo el que llora
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calificó la depresión como “el mayor desafío de la Europa del siglo XXI”, una definición alentada por las cifras, que nos dicen que un 3,8% de la población mundial la sufre.
En España, casi tres millones de personas tienen un diagnóstico de depresión, lo que la convierte en la enfermedad mental más prevalente en nuestro país, según un informe de Fundamed.
La depresión está catalogada como enfermedad en el “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM V), que la considera un estado de ánimo depresivo en la mayor parte del día, con disminución considerable del placer o interés por las actividades de las que antes se disfrutaba.
Las cifras de prevalencia solo representan a las personas diagnosticadas. Pero podrían ser más porque en muchos casos esta enfermedad no se manifiesta de forma directa solo a través de los sentimientos de tristeza y muchos no están diagnosticados. La depresión tiene muchas caras.
En algunas situaciones el cuadro depresivo se expresa a través de síntomas físicos más que psíquicos. Es una condición que se conoce con el nombre de depresión silenciosa, enmascarada u oculta, y esta no está reconocida en las clasificaciones de trastornos mentales a nivel internacional.
Qué es la depresión silenciosa
Muchas personas sufren depresión pero no lo parece: van a trabajar, participan en compromisos sociales o realizan las actividades cotidianas sin problema aparente. Pero, en el fondo, se sienten exhaustas porque todo les supone una lucha.
La Asociación Americana de Psicología (APA) define la depresión enmascarada como un “episodio depresivo mayor en el que el paciente se queja de síntomas físicos en lugar de alteración del estado de ánimo y no se puede encontrar una causa biológica de los síntomas físicos”.
Los pacientes que la cargan suelen acudir al médico con quejas sobre distintos dolores y molestias orgánicas que viven cada día. Pero el origen del mal es psicológico, que acaba afectando al cuerpo de forma física.
De hecho, se cree que hasta un 10% de las personas que acuden a los servicios de atención primaria tienen síntomas de depresión, pero pasan desapercibidos hasta un 50% de los casos.
Unas cifras que dan sentido a iniciativas como la del manifiesto “La necesidad de la Psicología en Atención Primaria”, que exponen la Asociación Empresarial Madrid Foro Empresarial, la Fundación Personas y Empresas y el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid y con el que demandan más recursos en salud mental.
En concreto piden un cambio del modelo de atención en salud mental debido a la gran incidencia de trastornos mentales y la “necesidad de cambiar de estrategia y apostar por un servicio psicológico estable en Atención Primaria”.
Síntomas de la depresión enmascarada, más allá de la tristeza y melancolía
Lejos de lo que pueda pensarse, los principales síntomas de la depresión enmascarada no son ni la tristeza ni la melancolía, que quedan en un segundo plano. Se calcula que la depresión en atención primaria se presenta con quejas físicas entre el 45% y el 95% de los casos, según la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
El paciente suele hablar de molestias somáticas y conductuales, alteraciones somáticas y trastornos físicos que suelen enmascarar la presencia de una depresión:
- Trastornos neurológicos: dolor de cabeza, cefaleas o parestesias son uno de los síntomas más frecuentes. Suelen ser de carácter tensional y de una intensidad leve-moderada.
- Trastornos neurovegetativos: astenia, lipotimias o hiperhidrosis
- Trastornos sensoriales: vértigos o acúfenos
- Trastornos digestivos: náuseas o alteración del ritmo intestinal
- Trastornos cardio-circulatorios, del ritmo cardiaco
- Otros trastornos como fatiga, problemas de sueño, pérdida de peso, impotencia, alopecia, disnea, picor en la piel o eccema, entre otros.
Estos síntomas somáticos son más comunes sobre todo en mujeres, especialmente embarazadas, ancianos, niños o pacientes con enfermedades orgánicas asociadas. La sintomatología descrita dificulta este diagnóstico ya que suele enmascarar el verdadero trastorno.
La mayoría de las veces esto supone un largo camino de especialista en especialista que retrasa el diagnóstico. Porque, casi siempre, ni el propio paciente entiende lo que le está sucediendo porque la depresión se esconde en un cansancio difuso o dolores indefinidos.
Pero el trastorno subyacente es un trastorno depresivo que incluye síntomas típicos como bajo estado de ánimo, pérdida de interés hacia ciertas actividades, sentimiento de culpabilidad inapropiada, disminución de la capacidad de concentrarse y, en los casos más graves, ideas suicidas.
Un tratamiento necesario lo más pronto posible
Cuando la depresión reúne los criterios de trastorno depresivo mayor, como tristeza o bajo estado de ánimo, el diagnóstico llega más pronto que cuando es una depresión somatizada.
Este retraso aumenta la posibilidad de que se cronifique el cuadro psicológico y se deteriora la calidad de vida de la persona porque pueden aparecer otras complicaciones médicas y psiquiátricas. Un tratamiento lo más precoz posible evita esta cronificación y, de forma especial, el dolor.
El tratamiento suele iniciarse, como en cualquier otro tipo de depresión, con medicación antidepresiva o una intervención psicológica, o ambas a la vez si el médico lo considera necesario.
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