Cremas solares: ¿es aconsejable usar el mismo bote de un año para otro?

Estamos en agosto y seguramente casi todos habremos pasado o tenemos pensado pasar unos buenos ratos de ocio al aire libre, ya sea en la playa o en la piscina. Es importante cuando nos ponemos al sol embadurnarnos bien con crema protectora solar para evitar la sobre exposición a los rayos UVA y UVB y así disfrutar del verano sin problemas ni lesiones en la piel.

Precisamente con buena conciencia ecológica, y dado que los protectores resultan caros, tal vez tengamos la idea de aprovechar de un verano a otro el filtro solar que nos sobró del verano pasado. ¿Es recomendable hacerlo o bien hay que tirarlo y comprar otro? La mayoría de nosotros tenderemos a aprovechar el bote antiguo hasta que se gaste, confiados en que la crema sigue teniendo la misma validez doce meses después.

Sin embargo los dermatólogos desaconsejan esta práctica y aseguran que puede ser arriesgado usar la crema del verano anterior. Los fabricantes también lo entienden así, y por ello le dan fecha de caducidad a los botes. No obstante, las asociaciones de consumidores son escépticas a este respecto cuando se respetan las normas de conservación. ¿Quién tiene razón? Para descubrirlo veamos antes qué es un filtro solar. 

¿Qué es un filtro solar?

Un filtro solar es similar al resto de cremas cosméticas para la piel, puesto que es una emulsión de compuestos de tipo graso y humectante, que suele incorporar también agua para mantener su estructura cremosa, ligera y fresca. Pero a diferencia de las otras lociones dérmicas, el protector añade unos filtros solares, que son sustancias que reflejan o reducen el efecto de los rayos solares sobre la piel.

Estos filtros son de dos naturalezas distintas físicos y químicos. Los filtros físicos son partículas incorporadas a la crema, formadas por compuestos con metales que se encargan de reflejar físicamente el rayo de sol, como si fueran espejitos. El metal de uso más frecuente es el dióxido de titanio, pero también pueden usarse óxidos de hierro o de zinc. Las partículas son microscópicas, pues se trata de polvo triturado hasta la miniatura que se diluye en la emulsión cremosa del protector solar.

Son unos filtros que protegen completamente, ya que no permiten que la acción del sol llegue a la piel. Es decir que resultan muy eficaces, pero si los usamos no nos pondremos morenas ni morenos. Además, por su estructura pastosa tienen una aplicación poco cómoda. Por ello se reservan para pieles extremadamente delicadas y para las zonas más sensibles en las cremas con los factores de protección más altos.

Los filtros químicos, en cambio, suelen ser ciclos aromáticos de la familia del benzeno de una alta reactividad al sol. Es decir: compuestos orgánicos que reaccionan con los rayos solares y se oxidan, de modo que roban la energía que llevan estos para evitar que dañen a la piel. Presentan la ventaja de que nos permiten estar protegidos pero a la vez ponernos morenos. Además, no interfieren en la estructura de la crema, en la que están distribuidos también uniformemente.

Como contrapartida, no es aconsejable que estos compuestos estén en cantidades masivas, pues pueden presentar problemas de alergias sobre la piel, por lo que su acción se ve limitada. Además, al ser ciclos aromáticos altamente reactivos, son más sensibles al paso del tiempo, sobre todo en condiciones de luminosidad. Es decir que es más probable que se deteriore su efecto de un año para el otro. Se usan en cremas de factores de protección medios y de aplicación general por el cuerpo. 

¿Caducan los protectores o no?

Podría suceder que, como les sucede a las mayonesas, la emulsión se cortará y sus componentes quedarán disgregados en una sopa de agua con grumos, con lo que no serían aplicables. El protector tendría entonces consistencia acuosa en lugar de cremosa y habría perdido sus propiedades humectantes. Otro supuesto es que presentara malos olores, o al menos extraños, debido a una posible actividad microbiana. En ambos supuestos no deberemos dudar en que el protector ha caducado y lo tiraremos para comprar uno nuevo.

Ahora bien, lo más frecuente es que la crema mantenga su estructura emulsionada de siempre y no tenga mal color ni olor. ¿Podemos entender entonces que todavía es eficaz? Si contaba con filtros físicos, la probabilidad de que se mantenga válida de un año para el otro, es mayor, pues los óxidos metálicos son muy estables. Si además tenía una baja proporción acuosa se reduce todavía más el riesgo de contaminaciones bacterianas o fúngicas.

Pero si se trata de un protector en base a filtros químicos su validez anual es más cuestionable, pues puede variar en función de diversos factores. Dependerá del trato que le hayamos dispensado durante el verano anterior, así como de dónde lo guardamos en los meses en que no lo usamos. A este respecto es importante que el bote de filtros químicos esté siempre escondido del sol y a resguardo de temperaturas extremas. Ni la guantera del coche ni tirado en la arena a pleno sol son dos sitios para guardarlo que aseguren que al año siguiente será eficaz, por citar dos ejemplos.

Adicionalmente, aplicar correctamente el tapón y limpiar la obertura después de usar los filtros en verano es fundamental para su conservación. El motivo es que a ninguna crema le va bien la humedad, puesto que puede hacerla proclive a contaminaciones bacterianas y de hongos, sobre todo si presenta una proporción acuosa significativa y si no está bien tapada.

En los meses en que no usemos los filtros, deberemos guardarlos en un lugar oscuro y fresco pero estable. Lo ideal serían 22ºC, ya que las bajas temperaturas extremas tampoco les favorecen. Si seguimos estas normas, según las pruebas realizadas por la OCU, las cremas aguantarán perfectamente de un año para el otro, diga lo que diga el fabricante. Y no pierden ni su textura ni su eficacia filtradora.

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