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Antes el pan que la última caña

Cuidarse para seguir funcionando: a cuánto ocio y disfrute renunciamos para mantenernos al 100% en el trabajo

‎Cuidarse para seguir funcionando.

Carmen López

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Entre los amigos de Omar, la frase “comprar el pan” es una broma recurrente de esas que solo entienden los que pertenecen al grupo. Cuando quedan entre semana para tomar algo después del trabajo, él siempre se retira antes que los demás porque tiene que, precisamente, comprar el pan. Y eso es más importante que cualquier otra cosa que pueda suceder, quién esté en la reunión o la propia diversión. Sus colegas asocian esa costumbre a una persona de la tercera edad y no a un treintañero, así que cuando menciona que si no se da prisa se va a encontrar la panadería cerrada el cachondeo está asegurado. Sin hacer demasiado esfuerzo, cualquiera que haya visto la serie Seinfeld se puede imaginar la escena.

Pero el empeño del protagonista de esta pequeña historia por recoger la barra –que siempre deja encargada– no responde a una obsesión gastronómica. Necesita ese elemento porque el sábado se mete en la cocina y prepara los bocadillos que después congela y consume durante la semana. “Empecé a hacerlo porque me lo comentó un compañero. Ahorro más que nada tiempo pero también dinero porque teniéndolo hecho evito comprarlo”, dice a elDiario.es. Él trabaja en el sector del mantenimiento y es muy habitual. “Entre los de la obra o mantenimiento se hace bastante porque la mayoría desayunamos bocata”, sostiene.

Esa renuncia a un tiempo de ocio compartido con sus amigos para aligerar la carga semanal es nimia en comparación al puzle horario de Candela, que trabaja en una entidad sin ánimo de lucro. “Yo ahora entro a las siete para trabajar unas horas e ir a la piscina a las once porque si no, no tengo sitio. Y por la tarde, hago las mismas horas o más”, explica. Además, prepara los táperes el fin de semana, hace la compra a la vez que el pedido de la organización y aprovecha parte de sus vacaciones para hacer cursos de formación. “Es cierto que ahora tengo un puesto de gerente, pero me ha pasado lo mismo o más en otros trabajos. Los horarios laborales no son compatibles con la vida y el cuidado personal”, sostiene. Su esperanza, cuenta, es que se implante la jornada laboral de cuatro días a la semana y poder liberarse un poco.

Los horarios laborales no son compatibles con la vida y el cuidado personal

Candela gerente en una entidad sin ánimo de lucro

Marta tiene un puesto de coordinadora en una empresa internacional. Vive fuera de España, en una ciudad del norte de Europa y los horarios son un poco diferentes, pero su dinámica va en la línea de la de Candela. “Tengo curso de pilates al mediodía y luego como algo en la oficina para no perder más tiempo. En los meses de otoño e invierno aquí se hace de noche muy pronto y me da pereza ir después de currar”, indica. Puede teletrabajar una vez a la semana, así que aprovecha esa jornada para hacer lavadoras y va al supermercado los jueves al salir de la oficina porque es el día que cierra más tarde. “Así no tengo que ir el sábado, que está llenísimo de peña y me dan ganas de atropellarlos a todos con el carrito”, comenta medio en broma, medio en serio. Para poder disfrutar del ocio en el fin de semana, resta minutos a sus momentos de descanso de lunes a viernes.

Sostiene que no es un ejemplo de constancia, pero Blanca intenta ir a la piscina a hacer aquagym cada vez que puede para combatir el sedentarismo. “Intento hacer algo para que mi cuerpo no se resienta por estar muchas horas sentada”, declara. Si tiene algún problema de salud derivado de su profesión, no podrá seguir con su trabajo. Precisamente por eso, Joana ha decidido, a medio-largo plazo, buscar un puesto que no implique estar en una oficina. “Dejé la danza hace dos años porque me peté las cervicales delante del ordenador. Por cierto, es una enfermedad supersilenciada”, indica. Ahora hace yoga, pilates y sale a caminar “como las abuelas para seguir siendo una mujer erectus”, comenta. Su conclusión es similar a la de Candela: “Mi yo de entre semana no trabajaría y así no tendría la espalda rota. Es solo y nada más que turbocapitalismo”.

La pescadilla que se muerde la cola

Ir al gimnasio para estar en buena forma y aguantar el ritmo. Destinar parte del fin de semana a preparar la comida que se consumirá de lunes a viernes. Ir a terapia para conseguir herramientas que permitan controlar la ansiedad. Pasar las tardes de domingo en casa para empezar el lunes 'con las pilas cargadas'. Todo está destinado a mejorar la productividad y no solo es una cuestión de tiempo sino también de dinero, porque el gimnasio, la terapia y la comida saludable no suelen ser gratuitas. Trabajar para ganar dinero y gastarlo en remedios para poder seguir produciendo: ¿es una solución sostenible en el tiempo o es el camino directo al diván del terapeuta?

La psicóloga sanitaria Denisa Praje considera que, sin duda, en un sistema orientado a que las personas vivan para trabajar y no al contrario, cabe plantearse cuáles son las cosas importantes y si chocan frontalmente con esa organización vital centrada en la producción. “Creo que lo importante es alcanzar un punto medio en el que nos hagamos las cosas más fáciles para llegar mejor a los objetivos sin que nos impidan atender otros asuntos que nos importan y que tienen que ver con vivir una vida significativa”, comenta. “Supongo que habrá que ceder por algún lado y muchas personas lo hacen con el ocio, las otras personas y el descanso más que ceder en asuntos que tienen que ver con el trabajo”, afirma.

Creo que lo importante es alcanzar un punto medio en el que nos hagamos las cosas más fáciles para llegar mejor a los objetivos sin que nos impidan atender otros asuntos que nos importan y que tienen que ver con vivir una vida significativa

Denisa Praje psicóloga sanitaria

Patricia Maguet también es psicóloga y coincide con Praje en la importancia de sentarse a reflexionar sobre cuáles son las prioridades vitales y cuánto tiempo y energía se destina a ellas. “Ahí será dónde realmente verás si son las que te gustaría que fueran o si el tiempo se te está escurriendo entre las manos como la arena de la playa cuando la intentas agarrar”, comenta. Para ella, todos los trucos organizativos y las pequeñas renuncias que tienen como finalidad mejorar la semana laborable solo tienen sentido si de verdad sirven para aligerar la mochila de ansiedad y mitigar la sensación de no llegar a todo. “Si no, será una señal de que tu prioridad está puesta en tu desarrollo laboral. Si crees que encaja con este momento de tu vida, estupendo, adelante. Pero si tus prioridades van por otro lugar, será un buen indicador de que necesitas ajustar tus ritmos y tus tiempos”, reflexiona.

Para Cristina Vidal Marsol, psicóloga y directora del Centre PsiCo, se trata más bien de una cuestión de perspectiva. “Vivimos en una sociedad cortoplacista y esas actividades como cuidar la alimentación, hacer ejercicio y salir menos para descansar mejor son una inversión a medio o largo plazo –sostiene– porque pasada la semana nos sentimos mejor, pero en el momento de hacerlas dan pereza”. Su solución es contemplar la cocina o la sesión de gimnasio como una parte más del ocio porque “nos guste o no, un tercio de nuestra vida diaria la pasamos trabajando así que mejor sin prisas, bien alimentados y con buena salud física. Inviertes en ti, no en tu trabajo”, comenta.

Pero resignarse a cuidarse para trabajar mejor porque no hay otra opción, además de tener un cierto regusto a derrota, también puede conllevar problemas psicológicos. Praje señala que tener una identidad marcada por el rol que se tiene en el ámbito laboral posiblemente acabe afectando a la psicología de esa persona. “Cuantos menos reforzadores tenemos [la familia, la amistad, las aficiones], más pobre es nuestro comportamiento y estado anímico. Y también tiene efectos en la ansiedad al tener siempre una lista de tareas alrededor del trabajo a las que ir haciendo check. No podemos dedicarle toda nuestra energía, atención y obligaciones”, afirma.

Encontrar un hueco en su agenda diaria frenética y organizada para prestar su testimonio no fue fácil para Candela, pero no solo compartió su experiencia con este medio, también incluyó una sugerencia contundente: “Puedes titular: el trabajo es incompatible con la vida saludable”.

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