¿Sales de viaje? Ocho consejos para esquivar el síndrome de la clase turista

Seguramente muchos de nosotros estamos en este momento en ruta hacia destinos alejados de nuestro hogar para disfrutar de las vacaciones de agosto. Para ello, nos desplazamos en avión, coche o autobús durante largas horas, seguramente sentados en un incómodo asiento. Somos entonces propensos a padecer el síndrome de la clase turista, así que si queremos evitarlo, mejor leemos este artículo y los consejos que lo acompañan.

¿Qué es el síndrome de la clase turista?

El síndrome de la clase turista, o “trombosis venosa profunda” en su nombre técnico, es la propensión a sufrir una enfermedad cardiovascular, en especial la formación de coágulos o trombos, tras realizar un viaje de más de cuatro horas, ya sea en avión, en coche o en autobús. Su nombre se debe, de todos modos, a que se estableció por primera vez la correlación en un paciente que procedía de un vuelo de larga distancia y había viajado en clase turista.

Los factores que pueden provocarlo son:

La inmovilidad prolongada, que eleva el riesgo de que la sangre forme cuágulos al estancarse y disminuir su velocidad de circulación.

El hacinamiento en asientos estrechos e inmovilizantes, que nos obligan a mantener una posición que dificulta la circulación sanguínea.

La deshidratación, puesto que, tanto ya sea por sudor o por aires acondicionados muy secos, la sangre se coagula con más facilidad cuando el nivel de hidratación corporal es bajo.

Los cambios en la presión atmosférica, que pueden favorecer una leve descompensación en la presión sanguínea.

Se calcula que uno de cada 6.000 viajeros puede sufrir este síndrome y si hablamos de pasajeros con riesgo cardiovascular, el porcentaje sube a uno de cada 30. Entre las personas con riesgo se cuentan quienes tengan problemas de obesidad, las embarazadas, las personas que miden más de 190 centímetros o menos de 160 centímetros; las mujeres que toman anticonceptivos orales; personas con varices o alteraciones en la coagulación o personas con problemas tumorales.

Aunque el problema tiene fácil tratamiento una vez detectado, suministrando heparina intradérmica, la dificultad radica en su diagnóstico, porque muchas veces el coágulo aparece días después del viaje y normalmente el viajero no suele relacionarlo con este. A este respecto, uno de los síntomas indicativos de que se ha formado un coágulo, aunque no definitivo, es un hormigueo incómodo en las piernas los días siguientes al viaje.

A partir de la formación del coágulo, generalmente en las piernas, se pueden dar dos supuestos según los coágulos sean pequeños o grandes. Si son pequeños, se disuelven y el paciente puede superarlos sin darse cuenta. Si son grandes, provocarán hinchazón y dolor en el muslo, además de dejar la pierna caliente y azulada. En caso de tener estos síntomas debemos acudir sin demora a un médico para que nos suministre anticoagulante.

En los casos más graves, el coágulo se suelta y viaja por las venas, pudiendo llegar al corazón y después al pulmón, donde podría provocar una embolia pulmonar, con síntomas como fatiga y dolor torácico que comporta un serio riesgo de muerte. La vertiente más grave del síndrome de la clase turista, puede darse entre el 1% y el 5% de los viajeros que lo sufren, por lo que se cataloga como poco frecuente.

Ocho consejos para evitarlo

Las siguientes ocho pautas para prevenir el síndrome de la clase turista está destinadas a favorecer que la sangre fluya correctamente y así se evite una posible trombosis venosa profunda:

Andar durante el trayecto, ya sea en avión o autobús, al menos quince minutos cada hora procurando flexionar un poco las piernas y agitar los brazos. Algunos aviones incluyen un manual de ejercicios expresamente pensados para tal fin. Si vamos en coche, procederemos a hacer paradas frecuentes para dar cortos paseos.

Beber agua abundante a fin de mantener el cuerpo debidamente hidratado. Precisamente esta es la razón por la que el personal de vuelo pasa con frecuencia ofreciendo agua o zumos en vuelos intercontinentales. Lo mejor es que los aceptemos.

Abstenerse de beber cafés cargados antes y durante el vuelo, pues actúan de vasoconstrictores de las venas y arterias y en ocasiones como diuréticos deshidratantes.

Tomar una aspirina aspirinaantes del vuelo y siempre que no tengamos una contraindicación médica. El objetivo es favorecer la dilatación de los vasos.

En caso de riesgo cardiovascular, consultar con nuestro médico si debemos tomar algún medicamento preventivo anticoagulante previo, en el momento del vuelo o posteriormente.

Evitar los tranquilizantes y los somníferos en la medida de lo posible.

Llevar ropas ligeras que no constriñan la circulación, como chandal o incluso un pijama; evitar los cinturones, los calcetines, las medias o los zapatos de cordones.

Estirar el respaldo del asiento, ya que una postura estirada favorece la circulación.

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