San Valentín y la química del amor: esto es lo que le pasa a tu cerebro cuando te enamoras
En lugar de con un corazón rojo, deberíamos representar San Valentín como la cruz verde de una farmacia. El motivo es que aunque comúnmente se relacione la pasión, los sentimientos y las emociones con el corazón, el enamoramiento es algo que sucede sobre todo en el cerebro y se debe a la secreción de múltiples sustancias químicas, muchas de ellas similares a drogas y fármacos psicotrópicos.
Los procesos químicos que tienen lugar en este órgano son los que determinan las características de esa etapa tan especial en la vida de cualquier persona. Por supuesto, la atracción que una persona siente por otra está determinada por múltiples factores. Algunos de ellos son evidentes, como el gusto físico determinado por los cánones de belleza, compartir aficiones o un parecido sentido del humor, etc.
Otros, en cambio, actúan a nivel inconsciente y a través de mecanismos no del todo explicados por la ciencia. Por ejemplo, el de los aromas corporales, que estarían dados por las feromonas y que tendrían que ver con la búsqueda de diversidad genética, con el fin de lograr una descendencia más fuerte y saludable.
El caso es que, en ocasiones, el “flechazo” se produce y las consecuencias son notorias: surge un intenso deseo de reciprocidad y de tener intimidad con la persona de la que se está enamorado; los pensamientos relacionados con esa persona vuelven una y otra vez, interfieren en la vida cotidiana y hacen difícil mantener la concentración.
Además, se experimenta una idealización de esa otra persona y, en su presencia, la actividad fisiológica es elevada: aparecen los nervios, el rubor, las sonrisas sin motivo aparente, la sudoración en las manos y otras sensaciones conocidas por cualquiera que haya estado enamorado alguna vez.
Pero ¿qué pasa en el cerebro? ¿Cuál es la explicación química de todos esos efectos? Numerosos estudios han comprobado que, cuando nos enamoramos, el cerebro dispara la producción de una serie de sustancias que producen una especie de “revolución”. Las principales de esas sustancias son las siguientes.
Las drogas del amor que segregamos
1. Dopamina
La dopamina es un neurotransmisor producido por el hipotálamo. Desempeña un papel fundamental en el sistema de recompensas del cerebro, pues este la libera cuando la persona realiza acciones que la hacen sentir bien. De hecho, es conocida como la “hormona del placer”.
Se trata del mismo neurotransmisor que se activa –y puede generar adicción– ante los juegos de azar, el consumo de drogas e incluso ante los mensajes de WhatsApp o las notificaciones en las redes sociales.
Del mismo modo, es el componente químico que genera que un enamorado “necesite” estar con la persona que ama. Y también que, cuando no puede hacerlo, tenga “mono” de esa persona, se sienta triste y hasta pueda desarrollar alguna suerte de obsesión por ella.
2. Norepinefrina
También llamada noradrenalina, esta sustancia puede actuar como neurotransmisor y es considerada una “hormona del estrés”. En el enamoramiento, es la responsable de que, ante la persona amada, el ritmo cardíaco se acelere, suba la tensión arterial y aparezcan otras reacciones como nervios, rubor y sudor en las palmas de las manos.
“Estos productos químicos nos vuelven vertiginosos, enérgicos y eufóricos”, dice un documento de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, en alusión a la dopamina y la norepinefrina. Como consecuencia de esas sensaciones, además, disminuye el apetito y aparece el insomnio. En otras palabras, dice el texto, “puedes estar tan enamorado que no puedas comer ni dormir”.
El documento añade que las observaciones con escáner en personas enamoradas han demostrado que “los principales centros de recompensa del cerebro se disparan como locos” ante la foto de alguien que las atrae con intensidad, en comparación con casos en que se les muestra alguien conocido pero que les resulta “neutral”.
3. Feniletilamina
La feniletilamina es un compuesto químico de la familia de las anfetaminas, pero producido de forma natural por el cerebro. También causa profundo placer: su presencia explicaría la sensación de felicidad extrema y “atontamiento” de los enamorados, a veces parecida a la de quienes han consumido algún estupefaciente.
Este compuesto está presente en el chocolate, y algunas de las hipótesis que postulan que el supuesto carácter afrodisíaco de este producto se debe a tal sustancia. Existen estudios, sin embargo, que han demostrado que la cantidad de feniletilamina que puede absorber el cuerpo humano es escasa, lo cual echa por tierra esa creencia.
No obstante, los altos niveles de feniletilamina en el chocolate sí explicarían por qué muchas personas, tras una ruptura de pareja dolorosa, se dan un atracón de ese dulce, como un modo de aliviar la tristeza. También en ese punto habría una explicación química.
Después del enamoramiento, la madurez del amor
Desde luego, son muchas más las sustancias cerebrales cuya producción aumenta durante el enamoramiento, pero la dopamina, la norepinefrina y la feniletilamina son las más importantes en ese periodo.
Lo que sucede es que esa etapa tiene una duración relativamente limitada. Superados los nervios, el vértigo y la euforia de los primeros tiempos, son otros los compuestos químicos que ganan notoriedad y se tornan más importante para el afianzamiento del vínculo y la posibilidad de un amor más maduro.
Esos compuestos son sobre todo dos. Por un lado, la serotonina, conocida como la “hormona de la felicidad”. Y es que cuando aumentan los niveles de serotonina en el organismo también se incrementan las sensaciones de satisfacción, relajación y bienestar, así como la autoestima y la capacidad de concentrarse.
Es evidente que algunas de esas características –como la posibilidad de estar relajados y de concentrarse– se oponen a las descriptas durante el enamoramiento. Por eso, se puede afirmar que, de algún modo, la serotonina propicia una felicidad algo más reposada pero también más profunda.
El otro químico destacado en esta etapa es la oxitocina, llamada la “hormona del amor”. Diferentes estudios también han comprobado la importancia de este compuesto en el afianzamiento de los vínculos y las relaciones, no solo de pareja, sino también entre madres y padres con sus hijos e hijas.
Un detalle destacado de la oxitocina es que se libera en grandes cantidades durante las relaciones sexuales –sobre todo al experimentar orgasmos– pero también con cualquier contacto físico con la persona querida.
Tomar la mano, besar o abrazar al ser amado también representa un inyección de oxitocina, y es debido a eso que todos estos gestos de amor sirven para reforzar la unión (y la “química”) de la pareja. He ahí una de las claves para, superado el entusiasmo del enamoramiento inicial, construir una relación sólida, saludable y feliz.
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