La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Trankimazin, Valium y Orfidal: por qué deben usarse con extrema precaución

Foto: Pixabay

Marta Chavarrías

Gorka, lector y socio de eldiario.es nos escribe el siguiente texto en el cuerpo de un correo electrónico: “llevo más de 20 años tomando 1 mg de Trankimazin para dormir y recientemente, tras leer algunos artículos sobre los efectos adversos en consumidores de larga duración, he decidido dejarlo. Pero me está constando muchísimo; incluso al principio traté de dejarlo de golpe y estuve una semana sin dormir, contraje colon irritable y perdí 10 kilos, así que ahora voy más despacio, aunque estoy todo el día nervioso, irritable, a punto de llorar y duermo fatal. Quisiera saber si existe algún sistema para dejar este medicamento sin sufrir tanto”.

Sin duda la respuesta a Gorka es muy sencilla: ponte inmediatamente en manos de un facultativo, pisquiátra o farmacólogo, para que te diseñe un plan de retirada, pues no es en efecto nada sencillo abandonar las benzodiacepinas y, en especial, este medicamento, cuyo principio activo es el alprazolam, que es uno de los responsables de la epidemia de adicciones en Estados Unidos. También le pediríamos a Gorka que dejara de recibir las recetas de otra persona que no fuera un médico facultado para expedirlas, pues este medicamento se vende bajo estricto control.

¿Qué son las benzodiacepinas?

Las benzodiacepinas son medicamentos que se prescriben por su acción ansiolítica y somnífera y, pese a su elevada eficacia y la ausencia de efectos secundarios molestos, deben usarse con precaución por su altísimo riesgo de dependencia. Orfidal, Valium, Diazepam, Sedotime, Xanax, Trankimazin, son algunos de los nombres bajo el que se acogen los distintos medicamentos de esta familia química, uno de los grupos farmacológicos más usados en España.

Según una encuesta realizada en 2016 por el Ministerio de Sanidad de España, más del 13% de la población española había consumido medicamentos de la familia de las benzodiacepinas en el último año. Y lo hicieron sobre todo por sus acciones hipnóticas y ansiolíticas, pero también como anticonvulsionantes, para tratar la abstinencia al alcohol y otras drogas, para el tratamiento de espasmos musculares inespecíficos, la sedación pre-quirúrgica, etc.

¿Cómo actúan las benzodiacepinas?

Las benzodiacepinas reemplazaron rápidamente a los barbitúricos usados de forma generalizada hasta la década de los 60 como hipnóticos sedantes y tienen una estructura química básica común: todas aumentan la actividad en los receptores de un neurotransmisor (de nombre casi impronunciable, ácido gamma-aminobutírico, GABA). Este transmisor inhibe la actividad de las neuronas, ralentizando el cerebro y el sistema nervioso.

De ahí su acción relajante y calmante y su papel en la promoción del sueño. Las benzodiacepinas difieren sobre todo en la rapidez con la que se absorben, cuánto duran sus efectos y cuánto tiempo tardan en abandonar el cuerpo. Las recomendaciones actuales para la prescripción de benzodiacepinas indican que no deben sobrepasarse las cuatro a seis semanas de consumo continuado.

Una de los motivos de alerta sobre estos medicamentos es una creciente preocupación respecto los riesgos en la retirada del uso, particularmente cuando se usan durante un tiempo prolongado, como es el caso que nos comenta Gorka, pues los síntomas de abstinencia pueden ser muy agudos, similares a los del abandono del alcohol en alcohólicos e incluso en casos extremos inducir al suicidio.

Actualmente la situación es preocupante porque su prescripción ha aumentado en los últimos años. En EE UU, un estudio publicado en American Journal of Public Health descubrió que, entre 1996 y 2013, el número de adultos estadounidenses que recibieron una receta de benzodiacepinas aumentó un 6,7% (de 8,1 millones a 13,5 millones).

¿Dónde está el problema?

A corto plazo, los riesgos y efectos secundarios son mínimos, por tanto, su uso como medicamento es relativamente seguro. Uno de los efectos secundarios más común es la somnolencia. A dosis más altas, pueden afectar la coordinación física y el equilibrio, la memoria y la capacidad para retener nueva información. Debe tenerse en cuenta que el alcohol intensifica casi todos estos efectos secundarios.

Más allá de estos efectos secundarios, si de algo se acusa a las benzodiacepinas es de su capacidad para crear dependencia o adicción. Y esto se debe sobre todo porque las neuronas GABA se adaptan a la presencia del medicamento y son poco activas cuando este se retira (después de un uso diario durante dos meses). Puede aparecer inquietud, irritabilidad, insomnio, debilidad, tensión muscular… a menudo confundidos con el insomnio o la ansiedad recurrentes.

La Canadian Agency for Drugs and Technologies in Health (CADTH), entre otras, solo recomienda el uso de benzodiacepinas como tratamiento adyuvante, es decir, para los casos en los que se requiere una respuesta rápida (crisis de ansiedad, agitación, etc.). Pero no aconsejan su administración más allá de las cuatro semanas por el riesgo de dependencia, abuso y tolerancia a la medicación y por el riesgo de que aparezcan efectos adversos como alteraciones cognitivas y de memoria. Según los expertos, estos efectos son más evidentes en la las personas mayores.

La Asociación Británica de Psicofarmacología (BAP) ha examinado el uso de benzodiacepinas a largo plazo y admite que, siempre que se prescriban, debe considerarse la posibilidad de dependencia u otros efectos nocivos. Las benzodiacepinas funcionan alterando la química del cerebro. Con el tiempo, este se acostumbra a la presencia de constante y los necesita para funcionar “normalmente”.

Cuando ya no están presentes en cantidades suficientes, el cerebro ya no puede funcionar de la manera que lo ha hecho, no se acostumbra y empiezan a aparecer síntomas como insomnio, cambios de humor, náuseas, pérdida de peso, dolores de cabeza, dolor muscular o colon irritable. También pueden aparecer efectos de abstinencia como ansiedad, aumento de la frecuencia cardíaca, presión arterial alta, temblores e hipersensibilidad sensorial.

¿Hay alternativas a las benzodiacepinas?

Todos estos problemas limitan el uso de benzodiacepinas para un tratamiento a largo plazo de los trastornos de ansiedad, sobre todo en pacientes con algún tipo de adicción (alcohol u otra droga). Según la APA, un creciente número de estudios respaldan la eficacia ansiolítica de otros agentes como los antidepresivos (tienen un inicio de acción más prolongado y son mejores para el tratamiento a largo plazo en trastornos de ansiedad), anticonvulsivos, buspirona, ciertos agentes antihipertensivos y neurolépticos para tratar la ansiedad, también son efectivos pero tienen un inicio de acción intermedio.

Por tanto, aunque las benzodiacepinas han demostrado su efectividad en una amplia gama de afecciones médicas y psiquiátricas, debe tenerse precaución con ciertos usos y ciertos tipos de pacientes. Los expertos recuerdan que su mayor activo es también su mayor responsabilidad: los medicamentos que funcionan de inmediato tienden a ser adictivos

Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines

suscríbete a nuestros boletines

Etiquetas
stats