Quienes me conocen saben que el mejor rasgo de mi carácter probablemente es el optimismo. Es tan fuerte que en ocasiones se convierte en un defecto, porque siempre prefiero ver el vaso medio lleno, en vez de medio vacío, y a veces ni siquiera hay vaso. Pero les aseguro que compensa. Prefiero ser optimista y equivocarme que dar la batalla por perdida.
En este oficio, el periodismo, el pesimismo ha tenido buena prensa. Y eso ha sido muchas veces peor que las propias derrotas del oficio. Llevamos años rendidos. Pronosticando, nosotros mismos, el final del periodismo. Muerto por Internet. Por el derrumbe del papel. Por las redes sociales. Muerto por los bots y la inteligencia artificial. Por las falsas noticias virales. Por esos redactores jóvenes que toman nota en su móvil, en vez de usar la libreta.
Sé que hoy, esta noche, en este hermoso auditorio en la preciosa ciudad de Medellín, solo quedamos los optimistas. Los que no le tenemos miedo al futuro porque depende de nosotros. Los que creemos que ese futuro del periodismo puede ser más brillante que su pasado.
Dicen los pesimistas que el periodismo está en crisis. Pero nuestro trabajo consiste también en no generalizar y profundizar en los detalles.
No está en crisis la función social del periodismo. Nunca lo ha estado. Fuimos, somos y seremos necesarios. Porque nuestro trabajo, cuando es honesto y riguroso, es un gran servicio público. El periodismo sirve para desnudar al emperador cuando va vestido con mentiras.
Tampoco está en crisis la demanda de muchos ciudadanos por el buen periodismo, el que destapa los abusos del poder. Ni está en crisis el método periodístico. Sabemos qué es y qué no es una noticia. Sabemos cómo se investiga. Cómo se comprueba la información y cómo se cuenta a los lectores.
La revolución tecnológica no ha transformado la esencia de nuestro oficio. Solo nos ha dado mejores herramientas. Algoritmos para analizar grandes bases de datos y transformar la información en conocimiento. Buzones encriptados para proteger mejor a nuestras fuentes. Nuevas vías para conversar con nuestra audiencia, a la que hoy también podemos escuchar, algo que deberíamos hacer más.
El método periodístico ha mejorado con la tecnología, que también nos ha dado un altavoz mucho más potente y eficaz. Internet simplemente es mejor que los canales que teníamos antes para distribuir la información. Internet es más rápido, tiene una profundidad infinita y es mucho más barato.
Por todo esto defiendo, a pesar de los pesimistas, que el periodismo no ha entrado en crisis: no en su función social, ni en el interés de las audiencias ni en su método. La única crisis del periodismo ha sido económica: cómo pagar el sueldo a los periodistas. No era un tema menor, porque no hay periodismo sin periodistas que vivan de su trabajo.
El colapso de los viejos modelos de negocio del papel no solo hundió el modo de vida de muchos periodistas. También arruinó el corazón de la prensa: su independencia editorial. Un lujo que solo se pueden permitir aquellos medios que son rentables.
Cuando fundamos eldiario.es, en 2012, las empresas periodísticas en España pasaban por uno de sus peores momentos en la historia. Miles de periodistas perdimos nuestro trabajo. La crisis económica provocó la quiebra de muchos medios y despidos masivos en aquellos que lograron sobrevivir. Quienes se salvaron lo hicieron con sueldos más bajos y, lo que es peor para el oficio: con el miedo en el cuerpo. Entre otros, cerró el periódico para el que yo entonces trabajaba.
Pero decidimos no rendirnos. Con el ahorro de unos pocos periodistas y amigos pusimos en marcha eldiario.es. Aprovechamos las ventajas de Internet para ser dueños de nuestra propia redacción. Apostamos por el periodismo de calidad, en vez de por las noticias virales. Y pedimos el apoyo económico de los lectores, pero no levantando un muro que dejase fuera a quien no pudiera pagar, sino cobrándoles a cambio de un diario que cualquiera puede leer gratis.
Había que ser muy optimista para apostar por un modelo así, pero funcionó. Siempre pensamos que había vaso y hoy eldiario.es es uno de los medios más leídos e influyentes en España, gracias, en gran medida, al apoyo económico de los lectores.
Justo al día siguiente de anunciarse que era el ganador de este premio de periodismo, tuve que ir a declarar como investigado ante un juzgado. La expresidenta de Madrid Cristina Cifuentes me pide hasta cinco años de cárcel. Me acusa, junto a mi compañera en eldiario.es Raquel Ejerique, del delito de “revelación de secretos”, por publicar que le habían regalado un título en una universidad pública española.
Cuando Cifuentes nos puso esa querella, hace seis meses, aún era la todopoderosa presidenta de Madrid. Y para intentar callarnos recurrió a los juzgados porque no tenía otra manera de presionarnos. Con otros diarios, habría usado maniobras más sutiles y eficaces. Hablar con el dueño del periódico y pactar un acuerdo. O retirar la publicidad de su Gobierno, de la que tantos medios dependen.
Con nosotros no pudo hacer otra cosa que llevarnos al juzgado y ni siquiera así logró intimidarnos. Poco después tuvo que dimitir porque perdió el apoyo parlamentario, en gran medida como consecuencia de las informaciones de eldiario.es.
Cifuentes no nos pudo callar porque no tuvo ningún dueño ajeno al periodismo con el que hablar, porque no hay ningún dueño de eldiario.es salvo los periodistas que trabajamos cada día en la redacción. Y también porque somos económicamente independientes. Porque no dependemos de la publicidad institucional de los gobiernos. Porque no tenemos deudas. Porque no nos financiamos con el intercambio de favores con el poder. Porque dependemos de los lectores.
En estos seis años, hemos alcanzado una audiencia mensual de diez millones de usuarios únicos y hemos convencido a 34.000 personas, nuestros socios, de que merece la pena pagar por periodismo independiente. Que les ayuda en sus vidas. Que sirve para cambiar las cosas. Y la mejor noticia de todas es que no somos los únicos que estamos logrando encontrar en los lectores la respuesta a la pregunta más importante: ¿quién va a pagar por el periodismo?
Era muy simple. El periodismo lo van a pagar sus lectores.
En todo el mundo, cada vez son más los medios que encuentran un futuro gracias a los lectores. Nuevos diarios digitales, como el nuestro, y también grandes periódicos de papel que se reinventan. El crecimiento en suscripciones está siendo generalizado en la mayoría de los medios de calidad estadounidenses. Allí los periódicos crecen, aunque la publicidad retroceda.
Está pasando en todo el mundo. La publicidad cada día es menos rentable para pagar el periodismo porque la mayor parte de ese negocio se lo han quedado otros, Google y Facebook, y dudo que vaya a volver a los periódicos con la importancia que antes tuvo.
A medio plazo, esto dejará dos tipos de modelos de negocio para la prensa en Internet. Habrá periódicos digitales que vivan solo de la publicidad, y para lograrlo necesitarán generar mucha audiencia al menor coste posible. Con algunas excepciones, serán medios sensacionalistas, esclavos de la difusión viral en redes sociales y donde el entretenimiento primará sobre la información relevante.
Pero también florecerá la prensa de calidad, esa prensa de excelencia que mereció que el derecho a la información y la libertad de expresión fuesen consagrados en todas las constituciones democráticas. Algunos pocos saldrán adelante gracias a las donaciones. Sostenidos por fundaciones que consideran, con razón, que financiar el periodismo independiente es un bien mayor, que no se puede dejar solo a los designios del mercado, especialmente en algunos países donde ese mercado es tan injusto, ineficiente e interesado.
Pero la mayor parte de la prensa escrita de calidad estará pagada mayoritariamente por sus lectores. Dependeremos de ellos. Más de lo que la prensa lo ha hecho nunca en su historia.
Toda la prensa siempre ha dicho, de forma a veces pomposa, que se debía a sus lectores. Pero, seamos sinceros, no siempre ha sido así. En demasiadas ocasiones, el lector no era el cliente, sino la mercancía. Y el negocio de la información era otro: el de las relaciones públicas, la propaganda y el cabildeo de favores con el poder.
Pero en el futuro próximo de verdad nos vamos a deber a nuestros lectores. Entre otras razones, porque no habrá mejores alternativas. Solo los medios que consigan la confianza de sus lectores, el respeto de sus lectores, el amor de sus lectores, van a crecer y consolidarse en el futuro.
El nivel de exigencia de un lector que paga por su periódico es muchísimo mayor. Y los lectores no pagarán por noticias virales. Ni por titulares exagerados, que decepcionan en el primer párrafo. Ni por noticias falsas o escritas al dictado del poder. Todo eso lamentablemente sobrevivirá. Pero la frontera entre la prensa de calidad y la propaganda va a estar cada vez más nítida.
Los lectores pagarán por buen periodismo. Por el ideal del periodismo.
Por eso soy tan optimista. Porque se va a imponer el periodismo de excelencia, que comprueba las noticias, que fiscaliza al poder, que pone por delante la verdad y el interés general de sus lectores. Que rectifica y pide disculpas cuando se equivoca. Ese va a ser el periodismo del futuro y no solo porque sea moralmente superior a la propaganda, que lo es. También porque va a ser nuestro único camino.
Muchas gracias al consejo rector y a la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano Gabriel García Márquez por este gran honor. Espero estar a la altura de la responsabilidad que me habéis entregado y tener siempre presente una de las muchas lecciones que nos dejó Gabo: que la ética debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón.
Gracias a mi madre, Montse, a mi padre, Arsenio, y a mi mujer, Fátima; todos ellos periodistas. Gracias a mi hijo, Íñigo, que por ahora dice que de mayor quiere ser inventor y escritor. Aún no descarto transmitirle mi pasión por este oficio, que es el mejor del mundo. Gracias a mis compañeros de la redacción, porque este premio también se lo han ganado ellos. Pero sobre todo, quiero dar las gracias a los socios y socias de eldiario.es. Gracias a esos lectores comprometidos, que nos permiten ser libres y mirar hacia el futuro de la prensa con optimismo.