Solo 45 horas después de la publicación de los papeles de Pánamá, el primer ministro islandés ha presentado su dimisión. No se va por propia voluntad: lo hace forzado por unas multitudinarias protestas que en España dudo que veamos (salvo que algún club de fútbol esté otra vez en riesgo de descender a segunda B por no pagar sus deudas con Hacienda y la Seguridad Social).
En España no dimitirá nadie, menos aún Miguel Arias Cañete, que mantiene el respaldo del presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker; no es extraño, siendo Juncker el expresidente de un paraíso fiscal empotrado en la UE como es Luxemburgo. En España ni siquiera nos merecemos unas explicaciones. Las más básicas, las que nos debe la Casa Real por la sociedad opaca en Panamá que mantuvo durante cuatro décadas Pilar de Borbón, la hermana del anterior rey. No es tampoco la primera vez que descubrimos a la corona en un paraíso fiscal.
Desde Zarzuela hace tiempo que aplican un argumentario peculiar: que la familia del rey no es lo mismo que la Familia Real. Es un cortafuegos creado tras la abdicación de Juan Carlos I para hacer frente al escándalo del caso Urdangarin; un cortafuegos que ahora sirve para no dar respuesta a las preguntas sobre las sociedades en Panamá de Pilar de Borbón.
Que la Casa Real no conteste no significa que no haya preguntas que es obligado hacer. Las más importantes: ¿tiene algo que ver Juan Carlos de Borbón con la sociedad pantalla que presidió su hermana durante su reinado? ¿Por qué razón entonces Pilar de Borbón llegó a la presidencia de su empresa panameña justo un mes después de que Juan Carlos de Borbón se convirtiese en jefe del Estado y disolvió la sociedad justo el mismo día en que su hermano abdicó?
Hacienda ya investiga a la tía del actual rey; esperemos que con algo más de interés que cuando decidió que valían facturas falsas para que la infanta Cristina pudiese desgravar, y así evitar que fuese acusada por un delito fiscal.
La Casa Real no habla. Tampoco lo hace Pilar de Borbón. La hermana del rey Juan Carlos hoy guarda silencio, pero tiene la hemeroteca llena de sonoras declaraciones sobre su “lealtad a España” y en defensa de lo que ella entiende por “servicio público”: su apoyo a un rastrillo de caridad.
La lealtad a España se declara en el IRPF, no frente a un rey o una bandera. La pobreza se combate con impuestos para mantener el Estado del bienestar, no con caridad. No hay solidaridad más hipócrita ni patriotismo más cínico que el de aquellos que loan su amor por España o “los necesitados” mientras esconden su fortuna en Panamá.
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“La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.
Eduardo Galeano