La noticia no habrá sido una sorpresa para los lectores de elDiario.es. Como veníamos publicando desde hace tres años, el principal indicador de la economía española estaba mal. El Producto Interior Bruto (PIB) era mayor de lo que decía la estadística oficial. Este miércoles, el Instituto Nacional de Estadística (INE) volvió a corregir el PIB de 2020, 2021, 2022 y 2023. Es la tercera vez que lo hace. ¡La tercera! Siempre al alza. Aflorando, poco a poco, una enorme desviación sobre su primer dato oficial. Corrigiendo a pequeños pasitos lo que desde hace años era muy evidente que estaba mal.
Con todo, lo más grave no es eso. Lo más grave es que el nuevo dato sigue sin cuadrar.
Pero vayamos primero a la corrección. En su tercera revisión, siempre al alza, el INE ha sumado al PIB español otros 77.000 millones de euros. En total, la desviación registrada desde 2019 sobre su primera cifra ya supera los 130.000 millones de euros. Es el mayor error estadístico de toda la historia del INE y es un error caro.
Como expliqué hace dos semanas, el PIB es la principal variable macroeconómica de un país y de ella dependen un montón más: la deuda, el déficit, la renta per cápita, la presión fiscal, la productividad…
El fallo del INE no solo tuvo consecuencias políticas –esa matraca de la derecha diciendo que España iba fatal–. También económicas: España mostró ante los mercados internacionales una imagen distorsionada que afeaba la realidad del país. Algo que siempre sale caro: en la prima de riesgo y en la capacidad de atraer inversión extranjera.
Se repitió hasta la extenuación que España era el único país de Europa que no había recuperado el nivel económico previo a la pandemia. Hoy sabemos que no era verdad, que España salió de esa crisis al mismo ritmo que los demás: un año y medio antes de lo que el INE certificó. Y que después creció más que el resto.
Resulta que España nunca fue el vagón de cola de Europa, como muchos repetían gracias a esos datos erróneos del INE. Fue más bien al contrario: España fue la locomotora. Con los nuevos datos oficiales que hoy tenemos, es evidente que la economía española ha crecido durante el último lustro –bajo un gobierno de izquierdas– mucho más que el resto de los países europeos. Más que Alemania. Más que Francia. Más que Italia.
Buena parte de este enorme error estadístico es fácil de disculpar. Con el confinamiento provocado por la pandemia, la economía de todo el mundo sufrió una contracción brutal, seguida después de una explosiva recuperación. Los modelos estadísticos no estaban preparados para medir un terremoto así y la estadística oficial española no fue la única que falló en estos años. En otros países europeos pasó igual.
No critico al INE por ese primer error, que es completamente entendible. Pasó en muchos otros países. Lo grave ha sido la forma en que se ha corregido: poco, tarde y mal.
El INE lo ha hecho mal: por la falta de transparencia y la soberbia con la que sus responsables respondieron ante las críticas. Cuando el estadístico Francisco Melis publicó en elDiario.es uno de sus primeros artículos sobre las anomalías en el dato del PIB, la respuesta del INE fue llamar a nuestra redacción (y a la de otros muchos medios) diciendo que sus datos estaban mal; cuestionando su fiabilidad. Hoy sabemos quién tenía la razón.
Hace menos de un año, la máxima responsable del departamento del INE que elabora el PIB estuvo en el Congreso de los Diputados. Allí aseguró que no habría revisiones sustanciales del PIB, algo que no era verdad. Y hoy seguimos sin saber ni qué fue lo que falló ni en qué datos o fuentes basan ahora su corrección. No ha habido una explicación a la altura de la enorme desviación.
Cuando la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido revisó sus datos del PIB tras la pandemia, ofrecieron a todos los ciudadanos un extenso informe explicando lo ocurrido. Aún así, la prensa económica británica fue extremadamente crítica con este error. Y eso que aquella revisión fue de “solo” 50.000 millones de euros: menos de la mitad que la española. El INE, mientras tanto, solo ha ofrecido esta nota de prensa para aclarar esta tercera revisión. Nada más.
El INE también llega tarde: porque la principal revisión de la desviación en las cuentas nacionales del Reino Unido y otros países se hizo en septiembre del año pasado. En 2022 y en 2023, el INE también corrigió los datos de la pandemia. Solo un poquito. Y este año, otro poquito más. Como si haciendo estos cambios en pequeños tragos sirviera para que se notara menos el error.
Pero lo más grave de esta tercera revisión del INE es que los datos siguen sin cuadrar.
Uno de los mayores indicios de que algo estaba fallando con el PIB estaba en la evolución del empleo. Lo normal es que ambos indicadores vayan más o menos a la par: que el empleo crezca a una velocidad similar a la que lo hace la economía. Así lo ha hecho siempre. Hasta la pandemia. En la que –según la estadística oficial– esa correlación, de forma inexplicable, se rompió.
Antes de esta última revisión del PIB, esa correlación estaba así.
Era bastante evidente que algo fallaba en el indicador. Nunca antes había pasado algo así: que el empleo creciera a un ritmo muy superior al que lo hacía la economía. En otras ocasiones, a lo largo de los años, habían aparecido pequeñas desviaciones pero nunca una brecha tan enorme entre estos dos indicadores.
De forma indirecta, esta brecha entre el dato del PIB que daba el INE y el número de trabajadores en España estaba provocando otra anomalía añadida: que la productividad española disminuyera. Es decir: si necesitamos más gente trabajando para generar la misma riqueza es que cada persona produce, de media, mucho menos que antes.
No era esto lo que estaba pasando realmente: siempre que un país sale de una crisis, lo normal es que la productividad suba, no que baje. Ningún otro país del mundo se estaba comportando así tras la COVID, solo España. Así que la única explicación realista era la que investigadores como Francisco Melis y Miguel Artola llevan años defendiendo: que el dato del PIB español estaba mal.
Pues bien: esta es la nueva curva tras la revisión del PIB que ha hecho el INE. La brecha se acorta un poco, pero sigue habiendo un enorme diferencial sin cubrir.
Por ponerlo a las claras: estamos hablando de una posible desviación de 5 puntos porcentuales en el PIB. Mayor incluso de la que se ha corregido hasta ahora. Es un agujero enorme que, muy probablemente, en algún momento aflorará.
Pero no son solo los datos del empleo los que siguen sin cuadrar. Lo mismo pasa con los que se obtienen a través de la recaudación fiscal que, a diferencia de las estimaciones del INE, se basan en dinero contante y sonante que llega al presupuesto público. ¿Cómo explicar la divergencia entre los beneficios que las propias empresas declaran en el Impuesto de Sociedades y en el IRPF y los márgenes empresariales que se deducen de la contabilidad que hace el INE? ¿Alguien se cree que los empresarios españoles tienen algún interés en declarar ante Hacienda más beneficios de los que realmente tienen? ¿Acaso dejan propina al pagar sus impuestos? ¿O es que el INE es incapaz de ver la información que tiene delante?
Pronto habrá nuevos datos de la Agencia Tributaria. Y es de esperar que vuelva a pasar lo que lleva pasando durante los últimos cuatro años: que los cálculos del INE sigan sin cuadrar con la realidad. Que sigamos viviendo en un imposible estadístico, donde la economía genera más empleo y más recaudación fiscal de lo que aparece en la contabilidad nacional.
En vez de economía sumergida, en España se sumerge la estadística oficial.