Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
David Sassoli, la mano amiga
El debate político con frecuencia aparece reflejado por los medios como un enfrentamiento, con demasiada crispación y una tensión que inevitablemente se traslada a la ciudadanía. Sin embargo, la política tiene ante todo un lado humano, que aunque raramente ocupa espacios en la opinión pública, resulta imprescindible para quienes amamos esta digna tarea de mejorar la vida de las personas. Ciertamente, la política tiene sus sinsabores, pero hay personas que nos recuerdan ante todo nuestra humanidad, y por eso me siento afortunada del camino compartido con David Sassoli, el presidente del Parlamento Europeo fallecido en la madrugada del martes.
Periodista de profesión, se acercó tardíamente a la política con una sensibilidad social que lo situaba siempre cerca de los más vulnerables, abierto siempre a tender puentes y buscar espacios de encuentro, aunque siempre intransigente cuando se trataba de defender las causas justas. Fue siempre una voz firme en la defensa de los valores europeos, que son los valores de la socialdemocracia. Preocupado por la verdad, por la solidaridad, por una democracia abierta y participativa, siempre mostró un discurso apasionado contra quienes ponen en peligro el proyecto europeo y buscó a los jóvenes. Su espíritu joven y su idealismo no se dejaban atrapar por la sequedad institucional, sino que impregnaba de espontaneidad y cordialidad cada acto oficial, llenándolo con su mirada sincera y con su humanidad.
Como presidente del Parlamento Europeo estos dos últimos años y medio, le tocó lidiar con la peor crisis que haya conocido el continente desde la posguerra. La pandemia nos sorprendió con su virulencia sanitaria pero también la crisis social, económica y humanitaria que originó. Él se empeñó en que el Parlamento permaneciera abierto y operativo, aunque eso supusiera vivir alejado de su familia y al pie del cañón durante los peores momentos. En circunstancias muy difíciles aprendimos a trabajar juntos, siempre con esa esa amplia sonrisa y esa mano tendida que lo hacía todo más fácil. Por un lado defendimos a capa y espada la necesidad de lanzar una respuesta Europea de solidaridad, con un fondo de recuperación financiado de manera conjunta que conseguimos aprobar en tiempo récord, pero además Sassoli no olvidaba las necesidades más urgentes. Cuando todo estaba cerrado en los peores momentos del confinamiento, montó un comedor social y un centro de acogida para mujeres víctimas de violencia de género en las instalaciones del Parlamento Europeo.
Por eso al minuto de silencio que convocamos el día de su fallecimiento frente a la Eurocámara asistieron tantas y tantas personas. Un funcionario de un grupo político en las antípodas ideológicas de la socialdemocracia vino a darme el pésame y a decirme cuánto valoraba el trato que el Presidente siempre les había dedicado. Esta es una de muchas muestras de cariño que una gran mayoría ha experimentado en esta casa: que David era un europeísta apasionado y comprometido, que creía en el diálogo y en el bien común, y que sobre todo era una excelente persona.
La vida nos enseña lecciones, y una de las más importantes para mí es que cada uno de nosotros y nosotras somos fruto de las personas que pasan por nuestras vidas. Hay quienes dejan una huella indeleble, y David pervive en quienes tuvimos la suerte de conocerle.
El debate político con frecuencia aparece reflejado por los medios como un enfrentamiento, con demasiada crispación y una tensión que inevitablemente se traslada a la ciudadanía. Sin embargo, la política tiene ante todo un lado humano, que aunque raramente ocupa espacios en la opinión pública, resulta imprescindible para quienes amamos esta digna tarea de mejorar la vida de las personas. Ciertamente, la política tiene sus sinsabores, pero hay personas que nos recuerdan ante todo nuestra humanidad, y por eso me siento afortunada del camino compartido con David Sassoli, el presidente del Parlamento Europeo fallecido en la madrugada del martes.
Periodista de profesión, se acercó tardíamente a la política con una sensibilidad social que lo situaba siempre cerca de los más vulnerables, abierto siempre a tender puentes y buscar espacios de encuentro, aunque siempre intransigente cuando se trataba de defender las causas justas. Fue siempre una voz firme en la defensa de los valores europeos, que son los valores de la socialdemocracia. Preocupado por la verdad, por la solidaridad, por una democracia abierta y participativa, siempre mostró un discurso apasionado contra quienes ponen en peligro el proyecto europeo y buscó a los jóvenes. Su espíritu joven y su idealismo no se dejaban atrapar por la sequedad institucional, sino que impregnaba de espontaneidad y cordialidad cada acto oficial, llenándolo con su mirada sincera y con su humanidad.