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Debemos superar la amenaza de la deuda en Europa

La pandemia de COVID-19 nos ha llevado a una situación extraordinaria. Más de la mitad de la población mundial ha sido confinada. La disminución de la actividad mundial no tiene precedentes. La recesión se avecina en proporciones inauditas desde hace medio siglo. Para hacer frente a esta situación, los gobiernos se ven obligados a incurrir en gastos muy elevados. Incluso hizo que la Comisión Europea abandonara temporalmente la regla del 3% de déficit. La Comisión renuncia a su dogma: ¡así de grave es la situación! Sin embargo, una suspensión temporal no es suficiente, necesitamos acabar con la incertidumbre y cancelarla definitivamente.

En los próximos meses, las deudas públicas en Europa lógicamente explotarán. ¿Qué debemos hacer? El reembolso de la deuda no puede convertirse en el único horizonte de los pueblos europeos. Los responsables intentarán utilizar esta espada de Damocles para imponer nuevas medidas draconianas de austeridad a los pueblos. Las confederaciones empresariales ya están usando este argumento para que los trabajadores trabajen más horas en muchos países. Es un callejón sin salida. Los sacrificios serán inmensos. La crisis sanitaria no debe convertirse en miseria social para nuestros pueblos: ¡no les corresponde a ellos pagar por esta situación! En varios Estados miembros se oyen voces dispuestas a desobedecer las recomendaciones de la Comisión Europea cuando sea necesario para proteger los servicios públicos, la soberanía de los pueblos y una salida digna.

¡Hay mucho por hacer! Debemos reconstruir nuestros sistemas de salud pública que han sido desmantelados por años y años de absurda austeridad. Es necesario realizar un plan de inversiones para restaurar nuestra soberanía industrial y lograr la transición verde y morada de nuestras economías.

Para hacer frente a todo esto, las propuestas para aumentar la solidaridad sin utilizar los mecanismos de la deuda son muy positivas. Sin embargo, serán insuficientes si no se combinan con cambios estructurales. Por lo tanto, debemos superar la amenaza de la deuda. Estamos en una encrucijada. Afrontémoslo: las deudas soberanas acumuladas a través de esta crisis difícilmente serán pagadas. Debemos encontrar la manera de eliminarlas de forma racional y acordada.

Hay una manera de eliminar deuda. El Banco Central Europeo ya posee una quinta parte de las deudas de los estados europeos. Puede transformar estos títulos en “deuda perpetua” con tasas de interés cero. O, si la perpetuidad desalienta, al menos en deudas a muy largo plazo: 50, 70, o incluso 100 años. Debido a su tasa de interés cero y a la inflación, se desvanecerían poco a poco. Como primer paso, podemos cancelar estas deudas para ganar el tiempo y el espacio fiscal necesario de forma que los Estados tengan fondos para enfrentar sus crisis sanitarias y sociales, emprender su recuperación económica y reorientar sus sistemas de producción.

En una segunda etapa, el Banco Central Europeo (BCE) debería seguir comprando deudas soberanas a acreedores privados como lo hace desde 2015. Esta posibilidad debería estar disponible cuando fuera necesario idealmente mediante deuda común por ejemplo para financiar inversiones sostenibles. De esta manera, los gobiernos recuperarían la suficiente capacidad fiscal para actuar en consecuencia ante las demandas de sus pueblos. Esto es posible ahora, sin modificar los tratados europeos. Cada vez más economistas defienden que esta es la única solución viable en la actualidad.

Necesitamos una solución de emergencia como esta, de aplicación inmediata para dar a los Estados miembros un respiro y evitar el chantaje a los pueblos europeos en nombre de la amenaza de la deuda. Sin embargo, seguiríamos dependiendo de los mercados financieros, donde la mayoría de las deudas de los Estados todavía se compran. En el futuro, el BCE debería poder financiar directamente a los Estados, como ya lo hacen los bancos centrales del Reino Unido y de los Estados Unidos. Para ello, es más que necesario que nunca, reescribir los tratados de la UE y abandonar el nefasto marco actual que impide los préstamos directos del Banco Central Europeo a los Estados. Habrá que revisar los estatutos del BCE para permitirle financiar directamente a los Estados miembros y los proyectos públicos de interés general, sin alimentar las burbujas financieras especulativas.

Europa se enfrenta a una crisis sanitaria, económica y social. El neoliberalismo nos ha llevado directamente a este desastre sin un proyecto de cohesión así. La misma mentalidad no nos permitirá escapar de ella. Para superar esas dificultades, necesitamos una salida común, nuestras sociedades deben basarse en la ayuda mutua y la cooperación, en lugar del egoísmo social y la competencia. Pero hay una condición previa: no permanecer cautivos de las deudas.

La pandemia de COVID-19 nos ha llevado a una situación extraordinaria. Más de la mitad de la población mundial ha sido confinada. La disminución de la actividad mundial no tiene precedentes. La recesión se avecina en proporciones inauditas desde hace medio siglo. Para hacer frente a esta situación, los gobiernos se ven obligados a incurrir en gastos muy elevados. Incluso hizo que la Comisión Europea abandonara temporalmente la regla del 3% de déficit. La Comisión renuncia a su dogma: ¡así de grave es la situación! Sin embargo, una suspensión temporal no es suficiente, necesitamos acabar con la incertidumbre y cancelarla definitivamente.

En los próximos meses, las deudas públicas en Europa lógicamente explotarán. ¿Qué debemos hacer? El reembolso de la deuda no puede convertirse en el único horizonte de los pueblos europeos. Los responsables intentarán utilizar esta espada de Damocles para imponer nuevas medidas draconianas de austeridad a los pueblos. Las confederaciones empresariales ya están usando este argumento para que los trabajadores trabajen más horas en muchos países. Es un callejón sin salida. Los sacrificios serán inmensos. La crisis sanitaria no debe convertirse en miseria social para nuestros pueblos: ¡no les corresponde a ellos pagar por esta situación! En varios Estados miembros se oyen voces dispuestas a desobedecer las recomendaciones de la Comisión Europea cuando sea necesario para proteger los servicios públicos, la soberanía de los pueblos y una salida digna.