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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

TTIP: Un caballo de Troya que devora los derechos de la clase trabajadora

En Europa, como en Estados Unidos, la democracia está siendo secuestrada por las grandes multinacionales y el poder financiero con la ayuda de la derecha neoliberal y la socialdemocracia que nos gobiernan.

No vayan ustedes a creer que es mi intención la de alarmar a nadie con una afirmación tan rotunda, pero no se me ocurren palabras más amables para describir lo que puede llegar a suponer el poner en práctica el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) que negocian en secreto desde 2009 la UE y EEUU.

Según el mandato de la UE el tratado debe “proporcionar el mayor nivel posible de protección jurídica y de garantía para los inversores europeos en los EEUU (y recíprocamente). Es decir, les debe permitir a las empresas privadas denunciar a las legislaciones y reglamentaciones cuando consideren que representan obstáculos para la competencia, para el acceso a los mercados públicos o para la inversión”. Una preocupante declaración de intenciones.

Pero vayamos por partes. Para poder hacernos una idea de qué es eso del TTIP, debemos recurrir a argucias y tretas detectivescas impropias de democracias consolidadas como se supone que son las de los Estados que lo negocian. Pero quizá eso sea demasiado suponer. Lo que vamos sabiendo no es producto de la transparencia de nuestros gobiernos ni de la Comisión Europea, puesto que los términos de la negociación son no ya opacos, sino secretos. A espaldas de la ciudadanía, un grupo privilegiado de mandamases está decidiendo cómo va a ser nuestro futuro sin contar para nada con nosotras.

Lo que conocemos hasta el momento es, en parte, producto de filtraciones parciales de algunos documentos relacionados y, en parte, gracias a la memoria de algunas eurodiputadas. ¿Por qué digo esto? Trataré de explicarme. Existe en el Parlamento Europeo una sala que se conoce como “Reading Room” (sala de lectura), un lugar al cual podemos acceder las europarlamentarias previa solicitud para revisar documentación “sensible” como la que nos ocupa.

Pese a la legitimidad democrática que supuestamente se nos otorga como europarlamentarias al haber sido elegidas por la ciudadanía, no tenemos acceso a toda la documentación, por lo que la información siempre aparece sesgada. Pero es que además, en la famosa sala de lectura, está prohibido entrar portando nada que no sea la ropa, un lápiz y, a lo sumo, un puñado de folios. Nada de ordenadores, nada de cámaras de fotos, nada de móviles o tabletas, nada que, en plena era tecnológica, pueda ayudarnos en la casi imposible tarea de descifrar el contenido

Y gracias a esas filtraciones, al puñado de notas recogidas a mano y la memoria de las “privilegiadas” a las que se les permite consultar el texto, vamos sabiendo que, de aplicarse, el TTIP puede convertirse (es de hecho lo que pretenden) en un moderno Caballo de Troya en la actual versión de la lucha de clases desde el cual, el capital, pueda acabar devorando desde dentro de los propios estados los pocos derechos que nos van quedando como clase trabajadora.

Un tratado de este tipo, que estipula que los derechos de las grandes empresas van a estar por encima de los de los propios ciudadanos y ciudadanas, e incluso por encima de los Estados, supondrá un dramático retroceso en los derechos laborales y sociales.

La oleada de privatizaciones con que nos viene acosando el Gobierno del PP será un juego infantil. Con el TTIP los servicios públicos acabarán en manos de esas grandes empresas, ya sea la educación, la sanidad, el agua potable o hasta los servicios municipales de deportes.

Quizá nuestra memoria y las pocas notas tomadas a mano bajo la atenta vigilancia de un miembro de seguridad -de una empresa privada, como no- sean imprecisas y no sea del todo cierta nuestra impresión de que el TTIP otorgará grandes privilegios a las multinacionales. Quizá nos equivoquemos al asegurar que estas empresas podrán solicitar a los estados indemnizaciones millonarias con dinero público si, una vez establecidas en nuestros territorios, consideran que su rentabilidad es menor de lo que esperaban.

Es posible que no sea del todo cierta mi afirmación de que el TTIP abrirá las puertas al fracking, a los alimentos transgénicos o a las carnes hormonadas sin ninguna posibilidad de control por parte de los Estados. Pero sin ninguna posibilidad de control por parte de los gobiernos, fiarlo todo a la memoria tiene sus riesgos. Preferiríamos analizar los documentos con toda la tecnología existente y también, por eso de que cuatros ojos ven más que dos y ocho más que cuatro, con todos los ojos avizores de profesoras, activistas, expertas y ciudadanas de nuestras sociedades supuestamente democráticas.

Exigimos a la Comisión Europea y a nuestro Gobierno que enciendan las luces de esta negociación secreta y muestren a la ciudadanía qué es lo que realmente se está negociando. Nos jugamos mucho y no podemos permitir que nos vendan al mejor postor dejando la defensa de nuestros derechos a unos gobiernos que han demostrado, aplicando una vez tras otra las mismas recetas neoliberales fracasadas, que su memoria, como su respeto y defensa de los valores democráticos, no hace más que fallar.

En Europa, como en Estados Unidos, la democracia está siendo secuestrada por las grandes multinacionales y el poder financiero con la ayuda de la derecha neoliberal y la socialdemocracia que nos gobiernan.

No vayan ustedes a creer que es mi intención la de alarmar a nadie con una afirmación tan rotunda, pero no se me ocurren palabras más amables para describir lo que puede llegar a suponer el poner en práctica el Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) que negocian en secreto desde 2009 la UE y EEUU.