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Fukushima, Cañete y el negocio nuclear español

Florent Marcellesi / Alba Del Campo

Portavoz de Equo en el Parlamento Europeo / periodista y asistente de la oficina europea de Equo —

Hace pocos días, el actual Comisario de Energía y Acción Climática de la Unión Europea, Miguel Arias Cañete, defendió la energía nuclear afirmando que “la Unión Europea tiene tecnología puntera. Después de Fukushima han mejorado los estándares de seguridad. La energía nuclear contribuye a diversificar las fuentes”. Por su parte, la Comisión Europea apostaba en su propuesta de Unión energética por la “producción de la energía nuclear más segura del mundo” como uno de los pilares para el “crecimiento, empleo y competitividad”.

El lado oscuro de la energía nuclear cuatro años después de Fukushima

Han pasado 4 años del accidente de la central nuclear de Fukushima, el segundo peor de la historia hasta el momento, precisamente en Japón, uno de los países tecnológicamente más avanzados del mundo. Fukushima demostró que mientras haya riesgos que no se puedan prever, la energía nuclear será eminentemente insegura.

Que un terremoto en el Océano Pacífico a 130 km de Japón provocara un tsunami capaz de provocar un accidente nuclear de estas dimensiones era poco probable, pero pasó. Fueron evacuadas más de 210.000 personas en un radio de 30 km alrededor de la central. Decenas de miles las que todavía no han vuelto a sus casas ni quieren, o se atreven, a volver. El accidente provocó la mayor contaminación radioactiva marina observada de la historia, y las fugas de toneladas de agua radioactiva continúan.

En estos 4 años se han multiplicado los casos de cánceres de tiroides en una región deprimida y contaminada que no se recupera del accidente, donde gran parte de la población vive de compensaciones económicas de TEPCO y donde la radiación no entiende de fronteras, familias, comida, suelo o agua. Por si fuera poco, el cierre de la central no se podrá completar antes de 30 años.

Ante estos hechos reales y dramáticos, Merkel no lo dudó: recuperó el acuerdo del partido Social Demócrata con Los Verdes para cerrar todas las centrales nucleares de Alemania antes de 2022. Y en ello está. Mientras tanto, en España, el gobierno del PP hizo y sigue haciendo oídos sordos, empeñado en reabrir Garoña, la gemela de Fukushima, pese a que fuera construida en 1971 con una vida útil de 40 años, a las grietas en su vasija y al rechazo social.

En nombre del progreso, sigue haciendo también oídos sordos al resto de problemas que genera la nuclear: la gestión de los residuos radiactivos, su dependencia del uranio importado de países en conflicto, su producción de CO2, así como su poca capacidad de generar empleo por unidad energética.

Pero entonces, ¿a quién benefician las nucleares?

Cañete no duda en afirmar que “el medio ambiente es compatible con el progreso económico, siempre que se garantice la seguridad, sin interferencias políticas”. ¿Es el interés declarado del PP en que se reabra la central de Garoña una interferencia política? ¿No lo son acaso también las puertas giratorias que han visto pasar a más de 40 altos cargos del PP y PSOE a las empresas del oligopolio energético español?

Bajo las afirmaciones de Cañete subyace una idea con las que los apologetas nucleares machacan el imaginario colectivo cada vez que tienen oportunidad: que la energía nuclear es rentable. Pero, ¿rentable para quién?

En España, gracias al sistema de formación de precios de la electricidad, el kWh nuclear -hinchado históricamente de subvenciones públicas- le cuesta lo mismo al consumidor que el kWh producido con la energía más cara al precio de la más cara (el gas). Amortizados los costes, las empresas dueñas de las centrales pueden cobrar 8 ó 9 veces más de los que les cuesta producir la electricidad con esta tecnología. Para Endesa e Iberdrola, que tienen el 90% de la potencia nuclear del país, desde luego sí que es un negocio muy rentable.

Mirando sólo la peseta, ¿y si hubiera un accidente en una de las centrales españolas? Gracias a la responsabilidad civil limitada, en España estas empresas sólo cubrirían 150 millones de euros de daños, el resto pasaría a ser responsabilidad del Estado. Sin embargo, los costes de un accidente superarían con mucho esta cifra, hasta 169.000 millones de euros para Fukushima!

En cuanto a los residuos, las grandes eléctricas sólo pagan una parte de su cuidado (35%) hasta 2070, luego lo haremos nosotras, nuestras hijas y nuestros nietos, biznietos,... La mochila nuclear será nuevamente rentable, claro, pero para las empresas que de ella hagan negocio.

Mal que les pese a algunos, la energía nuclear sólo beneficia a las empresas energéticas del oligopolio español, y plantea serios perjuicios para los trabajadores, empresas y cooperativas de energía renovables, a las generaciones futuras, al planeta y a la ciudadanía en general.

¿Ahora qué hacemos?

Cada 11 marzo miles de japoneses salen a la calle a pedir el final de la energía atómica que tanto daño ha hecho en ese país ¿qué más hace falta? ¿qué puede ser peor? ¿otro Fukushima? Hoy decimos con ellos #RecuerdaFukushima. Nadie quiere, ni se merece una central nuclear cerca, y menos tras Fukushima, y tampoco un cementerio nuclear como el de Villar de Cañas.

Por nuestra parte, tenemos claro que no podemos seguir dejando la energía en manos de supuestos expertos ¿al servicio de quién?. Hemos de recuperar urgentemente la política energética y poner por delante las necesidades de las personas y del planeta, y no los intereses de un puñado de empresas del IBEX 35. Estamos cansados de tanta corrupción y puertas giratorias, de escuchar cómo se cortan la luz y la calefacción a la gente, mientras los directivos de estas empresas cobran una millonada.

Es hora de un nuevo modelo energético democrático, solidario y sostenible. Un modelo en el que la ciudadanía pueda decidir qué fuentes de energéticas quiere y cuáles no. Un modelo descentralizado, en manos de miles de empresas y cooperativas y no de cinco empresas; un modelo distribuido, donde la energía se produzca allí donde se vaya a consumir; un modelo basado en el ahorro, la eficiencia y las renovables, donde lo mejor para los consumidores es también lo mejor para el planeta. 

Este nuevo modelo energético exige un calendario de cierre de todas las centrales nucleares que hay en España con fecha 2020, lo cual no sería traumático, ni problemático puesto que tenemos una potencia de generación de electricidad muy superior a la que necesitamos. Como señalan expertos del sector como Jorge Morales de Labra “hoy podríamos cerrar todas las nucleares del país y no pasaría nada. Técnicamente es perfectamente posible, y si no se hace es porque no hay voluntad política de hacerlo”.

La pregunta es ¿podemos esperar de la misma clase política que ha escrito las actuales reglas del juego energético que lo haga? Obviamente, no lo creemos. Así que pongamos todo nuestro empeño para que el cambio político en marcha en España tenga el cierre de las nucleares y el nuevo modelo energético como prioridades. 

Hace pocos días, el actual Comisario de Energía y Acción Climática de la Unión Europea, Miguel Arias Cañete, defendió la energía nuclear afirmando que “la Unión Europea tiene tecnología puntera. Después de Fukushima han mejorado los estándares de seguridad. La energía nuclear contribuye a diversificar las fuentes”. Por su parte, la Comisión Europea apostaba en su propuesta de Unión energética por la “producción de la energía nuclear más segura del mundo” como uno de los pilares para el “crecimiento, empleo y competitividad”.

El lado oscuro de la energía nuclear cuatro años después de Fukushima