Opinión y blogs

Sobre este blog

Parlamentaria novata

Setenta años después de que Jean Monnet indicara que los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar la libertad y la prosperidad, más de cien parlamentarios representan a partidos políticos contrarios a una más profunda construcción política de la Unión Europea. Esto sucede justo cuando se alcanzaría con la punta de los dedos. Los populistas de izquierdas y de derechas tienen ahora visibilidad y un puñado de pequeños partidos nacionalistas busca una mayor fragmentación de algunos estados miembros. Al menos un partido, Bildu, pretende maquillar, sin condenarlo, un pasado político ligado a la maquinaria de la persecución y el asesinato.

Las urgencias cotidianas no saben, sin embargo, de abstracciones. Cuando hace exactamente una semana llegué a la sede del Parlamento en Estrasburgo lamenté no haber realizado un curso de scout en la infancia, pese a lo que he conseguido memorizar la ruta que va desde el pequeño y funcional despacho identificado como el MO2010 hasta el hemiciclo. El primer día aprendí a llegar hasta el local de reuniones del grupo al que nos hemos adherido, el de los liberales y demócratas, y al bar, esto, como un minuto antes de desfallecer.

El Parlamento Europeo engulle. Literalmente. Cuando digo literalmente, quiero decir que engulle físicamente, porque su naturaleza es colosal y algunos de sus espacios son majestuosos. Un puente de acero y cristal sobre el río Rhin conecta la zona del hemiciclo con el edificio donde estamos instalados nosotros. Nuestro edificio lleva el nombre de Winston Churchill en homenaje al político inglés que lideró la sociedad británica frente al nazismo durante la segunda Guerra Mundial, pero se conoce como WIC. La actual Unión Europea surgió, de hecho, desde las cenizas de esa guerra atroz, como una vacuna contra el totalitarismo.

El martes día 1 de julio se constituyó el periodo parlamentario en una sesión solemne con la interpretación del Himno de Europa y decenas de parlamentarios dieron la espalda al conjunto filarmónico que lo interpretó. Dejaron después las banderas británicas en los escaños que abandonaron.

Los tiempos son raros y convulsos.

Y nosotros, parlamentarios, debemos intuir el sentido de los cambios necesarios en medio de una crisis económica y política atroz, causada en parte, por la atrofia del instinto de las grandes fuerzas políticas tradicionales para entender este tiempo nuevo y el intolerable crecimiento de la desigualdad social.

Tiempo que entre otros signos ha cambiado la vivencia de lo que constituirá la memoria que compartimos. Nunca antes algunas decenas de parlamentarios en pie, en el momento de la emoción de la música, en sus escaños, podrían haber levantado sus móviles y sus tabletas...

El soplo de pasión y esperanza llegó con Matteo Renzi. Tal vez sea el principio de otra historia.

Setenta años después de que Jean Monnet indicara que los países de Europa son demasiado pequeños para asegurar la libertad y la prosperidad, más de cien parlamentarios representan a partidos políticos contrarios a una más profunda construcción política de la Unión Europea. Esto sucede justo cuando se alcanzaría con la punta de los dedos. Los populistas de izquierdas y de derechas tienen ahora visibilidad y un puñado de pequeños partidos nacionalistas busca una mayor fragmentación de algunos estados miembros. Al menos un partido, Bildu, pretende maquillar, sin condenarlo, un pasado político ligado a la maquinaria de la persecución y el asesinato.

Las urgencias cotidianas no saben, sin embargo, de abstracciones. Cuando hace exactamente una semana llegué a la sede del Parlamento en Estrasburgo lamenté no haber realizado un curso de scout en la infancia, pese a lo que he conseguido memorizar la ruta que va desde el pequeño y funcional despacho identificado como el MO2010 hasta el hemiciclo. El primer día aprendí a llegar hasta el local de reuniones del grupo al que nos hemos adherido, el de los liberales y demócratas, y al bar, esto, como un minuto antes de desfallecer.