Espacio para la reflexión y el análisis a cargo de parlamentarios europeos españoles.
Rebelarse contra la UE o replicar el tripartito europeo de la austeridad
A nadie se le escapa que en el mismo instante en que Sánchez decidió estampar su firma junto a la de Rivera en un pacto de investidura, el PSOE estaba apostando sin disimulos por continuar aplicando políticas de derechas, cerrando las puertas a toda posibilidad real de transformación. El pacto convertía en canto de sirenas las promesas de cambio que los socialdemócratas del PSOE habían proclamado a los cuatro vientos durante la campaña electoral.
Después de repetir hasta la saciedad que jamás formaría gobierno de la mano del PP, el PSOE se desdice ahora y ofrece a Rajoy negociar en base al acuerdo firmado con Rivera de cara a la investidura de Sánchez. Así, los “enemigos irreconciliables” del bipartidismo se sentarán a hablar, Ciudadanos mediante, demostrando una vez más que la habitual confrontación entre ambos partidos es poco más que una bien estudiada puesta en escena que ha permitido mantenerse en el poder a ambas fuerzas durante los últimos 35 años.
La apuesta del IBEX 35 por Ciudadanos está siendo sumamente ventajosa para el poder financiero. Y el papel de catalizador de Rivera para que el acuerdo en esta operación gatopardiana sea posible y que nada cambie aunque lo parezca, es fundamental.
Pese a todo, sigue habiendo un nutrido grupo de ciudadanas convencidas de que PSOE y PP-Ciudadanos son fuerzas políticas radicalmente diferentes, casi antagónicas, que defienden intereses distintos. Según esta convicción, el PSOE estaría detrás de la defensa de los intereses de la clase obrera y Ciudadanos sería el partido del poder económico, una suerte de relevo natural de un PP en descomposición por los numerosos casos de corrupción acumulados.
¿Cómo explicar entonces que el socialdemócrata Pedro Sánchez haya tendido la mano al liberal Albert Rivera para conseguir un pacto de investidura?, ¿no es este un acuerdo contra natura lejos de toda lógica?, ¿qué ha motivado que después de una campaña llena de insultos cruzados entre los candidatos del PSOE y del PP, Sánchez abra ahora la posibilidad de un acuerdo con Rajoy?, ¿qué impide al PSOE mirar a su izquierda para tratar de alcanzar acuerdos con las fuerzas transformadoras que posibiliten el fin de las políticas practicadas por el Gobierno del Partido Popular en los últimos cuatro años?
Si echamos un vistazo a lo que ocurre en Europa, quizá encontremos la respuesta a muchas de estas preguntas, pues es en la Unión Europea donde vemos cada día cómo funciona un gobierno surgido de la ecuación PP+PSOE+C’s en cualquiera de sus variables. Después de todo, en el fondo no están tan en desacuerdo como quieren hacernos ver durante las campañas electorales.
Europa, la Unión Europea, sigue siendo un escenario lejano para la mayoría de la ciudadanía. Lo que ocurre en Bruselas o Estrasburgo queda fuera del foco mediático y las noticias que llegan aparecen desenfocadas en la mayoría de las ocasiones. Las decisiones que se toman en Europa suelen venir asociadas a personajes de nombre extraño a los que pocos conocen y pocos saben a qué partidos o grupos políticos pertenecen. Pese a que cada vez más decisiones que marcan nuestras vidas diarias se toman en el seno de la UE, se le presta poca atención a lo que allí ocurre y poco o nada trasciende sobre quién ha adoptado una decisión y con qué apoyos ha contado. Sin embargo, hay algunos datos de lo que ocurre en Europa que merece la pena ser tenidos en cuenta para entender un poco más lo que ocurre en la política española. Veamos algunos ejemplos que no deberían sorprender a nadie.
En la UE, el PP está encuadrado dentro del PPE, cuyo principal aliado es el grupo ALDE (sí, lo han adivinado, es el grupo donde figuran los eurodiputados de Ciudadanos). Ambos se posicionan juntos en más del 80% de las ocasiones. Pero además, el grupo que engloba al PSOE (S&D) ha votado lo mismo que el PP en más del 75% de las ocasiones en lo que va de legislatura. Desde el TTIP, hasta el TiSA, pasando por la nefasta gestión de la UE en el drama de los y las refugiadas. Parece que se van despejando algunas incógnitas. Sigamos.
Cuando ALDE y S&D (esto es, PSOE y C’s) se alinean, lo hacen virando sus posiciones a la derecha, poniéndose de acuerdo en políticas que son respaldadas por el PPE en nueve de cada diez ocasiones, es decir, en un 89% de las votaciones que tienen lugar en la Eurocámara. Si las decisiones afectan a asuntos económicos, que no olvidemos, en la UE es la base que marca la implementación de políticas en cualquier otro tema, los tres grupos se posicionan conjuntamente en más del 80% de las ocasiones.
Pero quizá donde más clara se ve la alianza es en las votaciones relativas al comercio internacional y, especialmente, sobre los nuevos tratados ultraneoliberales que está negociando y firmando la UE y que van a condicionar gravemente los principios básicos de democracia y soberanía. En este ámbito, la posición de los grupos parlamentarios de PP y C’s coinciden en un 97% de las votaciones. El PSOE, por su parte, vota lo mismo “únicamente” en un 75% de las ocasiones.
Bruselas parece preocupada ante el resultado de las elecciones del 20 de diciembre y después de conocerse el escrutinio, los presidentes de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, el Parlamento y el Eurogrupo, comenzaron a mover sus hilos. Existía la posibilidad real de un gobierno progresista en España y eso debió poner muy nerviosa a la señora Merkel y sus socios europeos.
La pasada semana, en este contexto, la CE mandó una “recomendación” al Gobierno en funciones de Rajoy en la que pide más ajustes para “corregir” el déficit de las Comunidades Autónomas, continuando así con su política de extorsión e injerencia en la economía de los Estados. La aplicación de estas recetas significará más recortes. Y ni Juncker, ni Draghi, ni Schulz, ni Dijsselbloem –y mucho menos Merkel- quieren sorpresas. Su apuesta es clara: quieren en el Estado español un gobierno obediente que siga asegurando aplicar la doctrina económica que nos ha traído hasta la actual situación de desigualdad. Y esto, sin duda, lo garantizaría un pacto a tres bandas entre PP, PSOE y Ciudadanos.
Creo sinceramente que esta posibilidad es desastrosa para las clases populares, pues supone un ataque directo por parte de unas instituciones antidemocráticas que insisten en imponernos paro y precariedad, recortes y privatizaciones, hasta que el Estado alcance la obsesiva cifra de déficit que impone la rueda de la Gobernanza económica de la UE. Pero el 20 de diciembre, la mayoría de la ciudadanía votó contra el bipartidismo y no habrá cambio de políticas posible si no es con un gobierno rebelde, un gobierno que tenga voluntad de hacer frente a la actual UE.
De nada sirve engañarse. Para hacer frente a las políticas neoliberales de la UE y, por tanto, para poner en marcha políticas transformadoras, hay que rebelarse. Qué duda cabe que ni PP ni Ciudadanos van a declararse en rebeldía ante Bruselas, ni van a apoyar a ningún gobierno que confronte con sus propias políticas económicas. Por ello, necesitamos un gobierno que rompa con la actual UE, que plantee un plan B para Europa. De lo contrario, no habrá alternativa a los últimos cuatro años de Rajoy.
El momento político que vivimos es crucial. Un momento de esos donde se unen lo importante con lo urgente. Y el PSOE tiene la llave. Sánchez debe dar respuesta a la situación y si bien la respuesta desde el punto de vista de la izquierda es sencilla, en el seno del PSOE parecen decididos a tomar el camino equivocado. La pelota sigue botando en el alero del tejado de su secretario general y a punto está de caer en el patio de los Juncker, Merkel, Dijsselbloem y compañía. Pese a todo, aún está a tiempo de rectificar. Sánchez debe decidir si se alinea con el continuismo, con las políticas de Rajoy y de Rivera que son las de la Comisión Europea, o si configura un gobierno con el apoyo de las que luchamos contra la austeridad en Europa apostando por oponerse a la UE actual para acabar con los recortes y la precariedad.
A nadie se le escapa que en el mismo instante en que Sánchez decidió estampar su firma junto a la de Rivera en un pacto de investidura, el PSOE estaba apostando sin disimulos por continuar aplicando políticas de derechas, cerrando las puertas a toda posibilidad real de transformación. El pacto convertía en canto de sirenas las promesas de cambio que los socialdemócratas del PSOE habían proclamado a los cuatro vientos durante la campaña electoral.
Después de repetir hasta la saciedad que jamás formaría gobierno de la mano del PP, el PSOE se desdice ahora y ofrece a Rajoy negociar en base al acuerdo firmado con Rivera de cara a la investidura de Sánchez. Así, los “enemigos irreconciliables” del bipartidismo se sentarán a hablar, Ciudadanos mediante, demostrando una vez más que la habitual confrontación entre ambos partidos es poco más que una bien estudiada puesta en escena que ha permitido mantenerse en el poder a ambas fuerzas durante los últimos 35 años.